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Hamnet en el Teatro Garrick

No se sabe prácticamente nada de Anne (Agnes) Hathaway, aparte de que fue madre de tres hijos: Susanna en 1583 y los gemelos Judith y Hamnet en 1585.

 

Mhairi Gayer (Tilly), Alex Jarrett (Judith), Madeleine Mantock (Agnes) y  Ajani Cabey (Hamnet). Foto de Manuel Harlan © RSC.

Sean Sheehan

 

Ella era hija de un ganadero de ovejas y probablemente analfabeta, pero su fama se debe a William Shakespeare, que era su marido.

El hecho de que en su testamento Shakespeare le dejara su «segunda mejor cama con los muebles» ha sido objeto de diversas interpretaciones, a menudo en detrimento de su valía, y como estaba embarazada cuando se casaron, para algunos ha sido fácil sugerir que era poco más que una prostituta que atrajo a Shakespeare a una relación que no era de su agrado. El hecho de que Anne no le acompañara cuando se marchó de Stratford-upon-Avon a Londres se ha considerado un apoyo a la idea de un matrimonio infeliz.

La novela de Maggie O’Farrell, «Hamnet» (2020), desmiente esta idea al concebir una historia alternativa que presenta a Anne no como -en palabras de un biógrafo- «el vacío en forma de esposa», sino como la amante esposa de Shakespeare y la madre de su hijo Hamnet, cuya trágica muerte a los once años marca el resto de sus vidas.

om Varey (William) y Madeleine Mantock (Agnes). Foto de Manuel Harlan © RSC.

La adaptación teatral de la novela, a cargo de la Royal Shakespeare Company (RSC), se ha trasladado de Stratford al Garrick Theatre de Londres, donde podrá verse hasta principios del año que viene.

Es una obra de dos mitades: la primera parte crea una forma de imaginar a Anne Hathaway como una mujer por derecho propio, una mujer con conocimientos de hierbas medicinales -nada inusual a finales del siglo XVI- y un personaje agradablemente enigmático que se gana el amor de un joven William Shakespeare.

El ritmo dramático es lento pero, tras el intermedio, se produce un tremendo cambio de marcha cuando la historia continúa con la marcha de Shakespeare a Londres y el nacimiento de gemelos por parte de Ana.

El último tercio de la obra está cargado de patetismo y del dolor que envuelve a Anne y William; seguramente, parece, la similitud en el nombre de su hijo muerto y el del héroe trágico epónimo de Hamlet no es mera coincidencia.

El teatro es mágico cuando el público, intrínsecamente dispuesto a entrar en un mundo imaginario, es conquistado por una dramaturgia que le permite vincularse, emocional y cognitivamente, con actores que se disfrazan y representan una narración ficticia. La RSC son profesionales en la cumbre de este juego y «Hamnet» es un testimonio deslumbrante de su capacidad para dominar y cautivar las mentes y los corazones de los dispares individuos que toman asiento para ver sus representaciones.

A Lolita Chakrabarti, adaptadora de la novela de O’Farrell, le mueve la sensación de que el logro de Shakespeare no puede disociarse de quienes le rodean:

El reparto de Hamnet está de pie sobre un escenario de madera. Detrás de ellos, dos escaleras de madera formando una «A», cubiertas de flores. Fotografía de Manuel Harlan © RSC.

«El genio», señala, «se ve facilitado por el apoyo, la inspiración y las energías de las personas que rodean a ese genio. Eso me quedó muy claro en esta historia. Nadie crea nada de forma aislada».

Hamnet», de Maggie O’Farrell, adaptada por Lolita Chakrabarti, está en el Garrick Theatre.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin) – Imágenes suministradas por el Garrick Theatre autorizadas el para su publicación

 

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