Brasil y Honduras son algunos de los países en los que las mujeres protagonizan historias de superación y resistencia contra el poder establecido en el continente.
La violencia de género y los feminicidios, la emancipación de la mujer, la ablación del clítoris, el sufragio universal, la igualdad en los puestos de trabajo y el salario igualitario para hombres y mujeres son algunas de las batallas que tienen lugar en distintos ámbitos geográficos.
Y ello ocurre porque en muchas regiones del planeta, el colectivo femenino es menospreciado, maltratado e ignorado, lo que les lleva a protestar y luchar por sus derechos. Es el caso de países latinoamericanos como Brasil y Honduras.
Se trata de naciones donde impera un machismo profundo, y donde se dan situaciones insostenibles y peligrosas que atentan contra sus vidas en el ámbito físico y emocional, y que les quitan las posibilidades de ejercer sus derechos laborales y sociales.
Dona Dijé, recolectora de las semillas del Babasú (Babaçu en portugués) que crece en el Amazonas, y Dina Meza, periodista hondureña y defensora de los derechos humanos que protesta contra el golpe de estado que vive su país, son dos claros ejemplos de luchas muy distintas protagonizadas por mujeres valientes en América Latina.
Brasil y las quebradeiras
Centenares de miles de mujeres sacan adelante a sus familias en este país recolectando y rompiendo las semillas que produce el Babasú, una palmera que crece en los márgenes del río Amazonas y que produce un aceite muy cotizado.
Las quebradeiras, que así se les llama a estas mujeres, tienen como única fuente de ingresos su trabajo gracias a este árbol. Sin embargo, el gobierno brasileño está apoyando actualmente actividades económicas relacionadas con los biocarburantes, la minería y otras actividades a gran escala.
Frente a esta situación, estas trabajadoras crearon un movimiento para defender sus derechos.
Una de sus fundadoras es Dona Dijé, descendiente de antiguos esclavos en la zona de Maranhão al norte del país y quebradeira desde los 16 años, un ejemplo de lucha que contó su experiencia en un acto organizado por War on Want en Londres.
De este modo, varias pequeñas comunidades de trabajadoras han unido fuerzas para formar el Movimiento de Mujeres Rompedoras de Babasú (MIQCB), para dar voz a esta comunidad, permitirles mejorar sus condiciones de vida y evitar la marginación a la que se ven sometidas.
Tal y como afirma Dona Dijé: “La lucha no ha sido fácil. Es un largo camino y nos hemos tenido que organizar porque quieren cambiar nuestra forma de vivir”. Por eso, su primera lucha se centró en el derecho a su propia tierra y el respeto a su profesión. Sin embargo, también luchan por los derechos a la salud y la educación. Por eso, decidieron unirse. El movimiento de mujeres se extendió a los estados de Piauí, Pará y Tocantins, además de Maranhão, todos al noreste de Brasil. “Hemos conseguido muchas cosas pero aún hay mucho por hacer”, afirma Dona.
Con la creación de este colectivo, estas mujeres decidieron controlar mediante cooperativas todo el proceso desde la recolección hasta la venta del producto finalizado.
Pero tambien enfrentan otro problema: la deforestación. “Si cortan los bosques de Babasú no tendremos ingresos. Queremos proteger todo el Medio Ambiente, no sólo algunos aspectos. No queremos abandonar nuestro territorio porque conocemos todo de él: cada árbol, cada planta… y nuestros niños crecen libres allí”.
Dona, que se muestra orgullosa de su trabajo, destaca que “somos madres, cuidamos de la casa, trabajamos, rompemos las semillas y sacamos adelante todo”. Este trabajo es lo que les permite mantener su hogar y por eso pelean por sus derechos.
El golpe de estado hondureño
La lucha por los derechos humanos y de las mujeres en particular, adquiere un importante protagonismo en Honduras. El país centroamericano vive en una situación de golpe de estado desde 2009. La cual, como afirma la periodista hondureña, Dina Meza, habia sido planificada por los grupos de poder del país, compuesto por 10 familias influyentes como los Facussé, los Andonie o los Canahuati, entre otros, con la ayuda de los Estados Unidos.
Esta oligarquía, según Meza, molesta por los pequeños cambios introducidos por el anterior gobierno, decidió tomar el control del país. Desde entonces, han vendido ríos y recursos naturales a compañías transnacionales.
Esto les ha permitido quedarse con más del 80% de la riqueza nacional. “Honduras está como está no por que sea un país pobre, sino porque ha sido empobrecido por estas 10 familias que lo están desgobernando”, señala.
Del mismo modo, la periodista destaca que se han aprobado leyes lesivas para los derechos humanos y de los trabajadores, leyes que controlan las comunicaciones y han militarizado el país e implantado bases de los Estados Unidos en Honduras.
Sin embargo, han encontrado resistencia. Y la más fuerte es la de las mujeres. “A pesar del sistema machista y patriarcal que nos quiere en casa, aguantando palizas, en silencio y en el ámbito de lo privado, con el golpe de estado salimos a la calle”, dice Dina Meza. “Los militares y policías nos insultan en las calles, nos denigran y llaman prostitutas. Pero eso no nos detiene”. Son trabajadoras, obreras de la Maquila, campesinas, profesionales y defensoras de los derechos humanos que se enfrentan a ellos a pesar de que haya habido “violaciones, persecución y hostigamiento”.
“Al inicio del golpe de estado, los militares llevaban preservativos para violar a las mujeres”, apunta Dina que añade que “deseamos luchar. La historia se ha construido con nuestras luchas. El problema es que nosotras no escribimos la historia y por eso, no aparecemos en ella”, comenta la periodista.
Dina, que se encuentra en Inglaterra como producto de la persecución, destaca la lucha de las mujeres campesinas en Zacate Grande y el Bajo Agúan peleando frente al terrateniente Miguel Facussé.
Aunque “nos vigilan, nos persiguen y nos insultan, la valentía de las mujeres va mas allá de todo eso. Queremos una Asamblea Nacional Constituyente. Tenemos que cambiar nuestro país”, proclama.
Y afirma no tener miedo: “El miedo que me da es no participar porque no podría decirle a mis hijos que no hice nada por intentar solucionar la situación. Eso sería peor que una bala de los militares”. (Memorias de The Prisma)
(Fotos:Pixabay)