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Inseguridad alimentaria y malnutrición en América Latina

América Latina y el Caribe constituyen la región del mundo donde comer de forma saludable cuesta más que en cualquier otra en el planeta.

 

Sergio Ferrari

 

Entre 2020 y 2021, el costo de una dieta saludable en esa región aumentó un 5,3%  debido a la inflación alimentaria impulsada por los confinamientos pandémicos, las interrupciones en la cadena de suministro mundial y la escasez de recursos humanos. Fueron más de 133 millones de personas que no pudieron permitirse una dieta saludable: un aumento de más de 11 millones en relación a 2020.

El indicador de una dieta saludable consiste básicamente en el precio de compra de los alimentos menos costosos y disponibles localmente necesarios para cubrir 2.30 calorías diarias.

En la actualidad, en dicha región esa misma dieta cuesta un promedio de 4,08 dólares diarios por persona.

El informe América Latina y el Caribe – Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición-2023, señala que la región enfrenta un escenario complejo debido a una serie de crisis sucesivas: la pandemia de Covid-19, las persistentes desigualdades, los niveles de pobreza, la crisis climática y los efectos del conflicto Rusia-Ucrania. Factores que han contribuido al aumento de los precios de los alimentos y la inflación alimentaria y, en consecuencia, amenazado el funcionamiento, la eficiencia y la resiliencia de los sistemas agroalimentarios.

En este contexto, concluye el Informe, el hambre y la malnutrición siguen figurando entre los principales desafíos para la región, y ni América Latina ni el Caribe están en camino de alcanzar las metas que la Asamblea Mundial de la Salud ha propuesto con respecto al hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición.

“América Latina y el Caribe,” puntualiza el Informe, “se enfrentan a un complejo problema de malnutrición que abarca tanto la desnutrición (retraso del crecimiento, emaciación infantil y carencias de vitaentre 2000 y 2022 en niños y niñas menores de cinco años, así como de obesidad entre los adultos de 2000 a 2016.

Ambas tendencias superan las tasas mundiales medias y en varios países todavía se constata un nivel muy alto de retraso del crecimiento en niños y niñas menores de cinco años.

Según Naciones Unidas, la capacidad de la región como productora de alimentos es y seguirá siendo un pilar esencial, incluso para aportar a la seguridad alimentaria global.

Por esa razón, es necesario mejorar el acceso a alimentos nutritivos y cerrar la brecha entre países, con un enfoque especial en los grupos más vulnerables. Y concluye que, en el contexto actual, es imperativo avanzar hacia la transformación de los sistemas agroalimentarios en coordinación con el fortalecimiento de los sistemas de salud y de protección social, y con acciones integrales y enfoques sistémicos y multisectoriales.

Numerosas instituciones y organismos regionales han unido esfuerzos para lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutrición. El Informe destaca el trabajo conjunto de varias agencias especializadas que están dándole seguimiento a lo propuesto por la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios; el proceso de actualización del Plan para la Seguridad Alimentaria y Nutrición y la Erradicación del Hambre 2024-2030 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el trabajo del Frente Parlamentario contra el Hambre en América Latina y el Caribe, entre otras. A pesar de las cifras preocupantes, las sugerencias del Informe de estas agencias de Naciones Unidas flotan en la superficialidad, queda en generalidades y no arriesga incorporar la reflexión y las propuestas alternativas de los principales movimientos campesinos del continente.

En ocasión de la Jornada Internacional de octubre pasado, La Vía Campesina- la mayor organización rural del mundo con fuerte presencia en América Latina y el Caribe- expuso su propio diagnóstico de la situación alimentaria mundial. PL

(Fotos: Pixabay)

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