En Foco, Notas desde el borde, Opinión

Acoso, una realidad para muchos niños

Recuerdo claramente cuando bajaba la calle desde la estación de tren hasta mi casa, volviendo de la escuela, con el escupitajo escurriéndose por detrás de mi abrigo mientras los demás chicos seguían escupiéndome a medida que me alejaba.

 

Steve Latham

 

Este fue tan solo uno de los episodios del acoso que me persiguió desde la escuela primaria hasta la secundaria. La experiencia sigue condicionando mi actitud hacia el abuso y la injusticia hasta hoy.

Cuando era un pre-adolescente, existía la brusquedad de siempre. Pero también había una presión añadida por la violencia, el ridículo y la exclusión. A veces era aceptado en el grupo de niños, y otra, sin razón aparente, excluido. Y después vinieron las puntuaciones en las peleas del patio de recreo. Se reían de mí, me humillaban y me pegaban. La única vez que gané una pelea, los demás me acusaron de hacer trampas por llevar un anillo barato de plástico que según ellos ayudó a hacer sangrar aquella nariz.

Por tanto me alegré mucho cuando fui seleccionado para ir a un instituto de secundaria diferente, lejos de los chicos duros. Y así llegó un período de relativa calma.

Pero entonces, sus hermanos menores llegaron a esa escuela. Eran más jóvenes, por lo que deberían haber sido fáciles de manejar.

Sin embargo yo era un blanco fácil: un adolescente tímido, retraído y so  litario – aislado, raro y no muy bueno haciendo amigos.

Yo no sabía cómo responder a sus burlas, a sus empujones y golpes. El camino de vuelta a casa era una pesadilla. Mi salvación vino cuando mi familia se mudó a otro lugar. Ello significó que podía dejar de usar el tren. En su lugar tomaba el bus, lo que me permitía evitar sus ataques.

El acoso escolar sigue siendo una realidad para muchos niños. Suelo oír que las chicas son más crueles, lanzando comentarios hirientes y recurriendo a la exclusión, en vez de emplear la violencia instantánea – aunque causando el mismo daño.

Ahora mi mujer se enfrenta a esto en su trabajo como profesora. Los mismos patrones de exclusión y violencia siguen haciendo miserables las vidas de los alumnos.

Las escuelas luchan por controlarlo, aunque promulguen políticas contra el acoso.

Los niños son atormentados por muchas razones, al ser vistos como diferentes y que no encajan.

Ni siquiera hay coherencia en el acoso. Ambos extremos llaman la atención. Puedes ser demasiado listo o demasiado tonto. Los niños con dificultades de aprendizaje son especialmente vulnerables.

Un experto dijo, por ejemplo, que los niños con síndrome de Asperger son los abusados de este mundo. Pero aquellos que provienen de grupos étnicos diferentes, los estudiantes gays, los insociables, todos ellos pueden ser el blanco de los acosadores.

Y a día de hoy existe un nuevo nivel de depravación, puesto que nos adentramos en un equivalente tecnológico de la dantesca ciudad de Dite.

Diversas herramientas proveen de nuevas vías para penetrar la privacidad de los adolescentes, aun lejos de la escuela, a través de mensajes y ciberacoso en sus teléfonos móviles.

Como monitor juvenil, tuve que soportar acoso por parte de los miembros de mi club.

Posteriormente me he opuesto al trato que reciben los solicitantes de asilo y los inmigrantes por parte del gobierno.

Así que, políticamente hablando, el efecto positivo de esta experiencia ha sido que ha provocado en mí una actitud contraria a cualquier forma de discriminación. (Memorias de The Prisma)

(Fotos: Pixabay)

 

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