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El autoritarismo que impuso la inseguridad

La reelección de  Nayib Bukele como presidente de El Salvador no causó sorpresa. El apoyo popular a su figura fue mayoritario. Ello no quiere decir que su gobierno, que logró casi desparecer el flagelo de la inseguridad, se haya caracterizado por el respeto a los derechos humanos o a la prensa, o el empuje a la economía y educación del país.

 

  Luis Beatón

 

Su victoria  y la de su partido Nuevas Ideas, ha planteado un interrogante creciente sobre si el país se encamina hacia una etapa de absolutismo o autoritarismo.

En una celebración anticipada de su victoria, en la noche del domingo 4 de febrero, Bukele dijo que el pueblo habló en las urnas y que por primera vez en la historia en “una democracia” se llegaba a un partido único, algo parecido a parafrasear que el país se encamina a lograr que algunos describen como absolutismo o autoritarismo.

Por definición, el absolutismo es cuando en un régimen político una autoridad domina todas las manifestaciones del poder del Estado, que puede ejercer sin límites, eso parece está en camino a consolidarse en el Pulgarcito de América cuando todo parece girar alrededor del presidente de la República, Nayib Bukele, luego de arrasar a sus rivales en las urnas.

«El poder absoluto es una mala fórmula para cualquier país» dijo en declaraciones a medios de prensa la directora de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), Katya Salazar, al brindar sus valoraciones sobre las elecciones en El Salvador.

Los votantes le dieron carta blanca al gobernante, un publicista de 42 años, que ganó un segundo periodo al frente del país aunque sus compatriotas deben entender que “el poder absoluto es engañoso”.

Se necesitan pesos y contrapesos, apuntó Salazar. Estoy preocupada con lo que puede pasar aquí en El Salvador con un gobernante que tenga excesivos poderes, señaló la observadora internacional durante los comicios.

El domingo en la plaza Gerardo Barrios, durante la celebración de su victoria y mientras enumeraba los logros de su gobierno, el presidente dijo: “Esperen ver lo que vamos a lograr hacer en los próximos cinco años”.

Será el anticipo de llevar al país a una etapa de más autoritarismo, algo que poco se diferencia del absolutismo cuando se concentra el poder alrededor de una figura, más cuando la oposición quedó tan debilitada que no será capaz de frenar ese desarrollo.

La victoria de Bukele, también abrumadora en la Asamblea Legislativa, donde algunos estimados dicen que Nuevas Ideas gana más de 54 asientos, confirma opiniones de opositores que estiman que el Poder Legislativo se convertirá en una agencia de trámite de las propuestas de Casa Presidencial.

Bukele tiene en la práctica una “carta blanca” para aplicar una forma de gobierno que en la primera etapa marcó su estilo autoritario, que no respetó normas establecidas en la Constitución, como la no continuidad en el gobierno, la reducción de los municipios y de los miembros de la Asamblea en un año electoral.

Aunque aún es temprano para hablar de absolutismo o autoritarismo , no es descartable que esa tendencia se imponga, más cuando figuras cercanas a Bukele, como su vicepresidente Félix Ulloa, no oculta que no se desmantela la llamada democracia representativa, sino que se elimina, según reflejaron medios de prensa. PL

(Fotos: Pixabay)

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