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¿Es UNRWA la última víctima de una campaña de desprestigio israelí?

Sul Nowroz arroja luz sobre la oportunidad y la endeblez de las acusaciones israelíes contra UNRWA.

 

Sul Nowroz ©2024

Real Media*

 

El Tribunal Internacional de la Injusticia

El viernes 26 de enero de 2024 será un día importante en la historia de Palestina y de su pueblo.

A mediodía (GMT), dieciséis jueces entraron en la sala principal de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y anunciaron que una abrumadora mayoría de ellos encontró un caso plausible de genocidio contra el pueblo palestino en Ghazzah. De hecho, el caso era tan plausible que los jueces determinaron que eran necesarias medidas provisionales para proteger los derechos de los palestinos en virtud de la convención sobre el genocidio.

Fue un momento decisivo: la matanza asesina de palestinos se estaba llevando a cabo «plausiblemente» con la única intención de aniquilarlos como grupo étnico.

Pero entonces se leyeron las medidas provisionales y se revivió la tragedia de Palestina. A pesar de las abrumadoras pruebas de las acciones homicidas masivas y de la continua amenaza a los palestinos en Ghazzah, no habría alto el fuego. Israel recibió una licencia muy pública para seguir matando, pero sólo para hacerlo con más cuidado. Fue una decisión vergonzosa y cobarde, y otra muestra de la hipocresía occidental. En todo el Sur Global se hundieron los corazones. El sistema jurídico internacional que prometía equidad y justicia para todos era un engaño.

Entre el 26 de enero y el 3 de febrero más de 1.000 palestinos han sido masacrados en Ghazzah. Los hospitales Nasser y Al-Amal han sido atacados en múltiples ocasiones, la ciudad meridional de Rafah -un espacio seguro designado por Israel- ha sido bombardeada en repetidas ocasiones y ahora es un teatro activo para las tropas terrestres israelíes. Las Fuerzas de Ocupación israelíes están bombeando agua de mar en túneles subterráneos, lo que destruirá la capa freática de Ghazzah durante décadas. Y numerosos ministros del gobierno, entre ellos el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, asistieron a una conferencia en la que se pedían asentamientos israelíes en Ghazzah y su expansión en la Cisjordania ocupada.

La denuncia

Aquel fatídico viernes, la tragedia de Palestina se repetiría por segunda vez.

Mientras los jueces concluían sus intervenciones en la CIJ, el Departamento de Estado de EEUU emitió un comunicado de prensa titulado: Declaración sobre las alegaciones de la UNRWA. Se afirma que la coincidencia es casual.

El comunicado hace referencia a las acusaciones formuladas contra el personal del UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refuge, su supuesta implicación en los sucesos del 7 de octubre, y concluye que EE.UU. ha «suspendido temporalmente la financiación adicional de UNRWA» hasta que se lleve a cabo una investigación más exhaustiva.

Las acusaciones a las que se refiere el Departamento de Estado están contenidas en un endeble documento de seis páginas, que los principales medios de comunicación denominarían dossier de inteligencia, elaborado por los servicios de seguridad israelíes. En él se afirma que al menos 190 trabajadores del UNRWA, de un total de 13.000, son operativos de Hamás o de la Yihad Islámica. El documento nombra a doce miembros del personal, entre ellos nueve profesores y un trabajador social, presuntamente implicados en los sucesos del 7 de octubre. Junto a sus nombres figuran sus fotos y descripciones de las funciones que desempeñaron aquel fatídico día. Dos de los acusados han sido asesinados.

La respuesta

Pocas horas después de la publicación del Departamento de Estado, el Comisario General del UNRWA, Philippe Lazzarini, hace una curiosa declaración. Al tiempo que confirma que la UNRWA iniciará una investigación sobre las acusaciones, revela que ya ha despedido a los miembros del personal nombrados por los servicios de seguridad israelíes.

«Para proteger la capacidad de la agencia de prestar ayuda humanitaria, he tomado la decisión de rescindir inmediatamente los contratos de estos miembros del personal y poner en marcha una investigación para establecer la verdad sin demora.»

Extrañamente, el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, confirma desde el martes 30 de enero que ni la ONU ni Lazzarini han recibido una copia de la denuncia de seis páginas, a pesar de que Reuters, The New York Times y Sky News la han visto.

En pocos días, dieciocho países donantes (entre ellos Alemania, Suiza, Canadá, Países Bajos, Reino Unido, Italia, Australia y Finlandia) siguen el ejemplo de Estados Unidos y anuncian que suspenden la financiación de la UNRWA. Incluyendo a EE.UU., esto aniquila el 70% del presupuesto operativo del UNRWA, que normalmente se destina a educación primaria y profesional, asistencia sanitaria, servicios sociales y de socorro, y respuesta de emergencia. Desde el 7 de octubre, su función principal ha sido proporcionar alimentos y refugio. Si la UNRWA se queda sin financiación, los palestinos pasarán hambre. Retirar la financiación, aunque sea temporalmente, es un acto diseñado para causar daño.

La denuncia de seis páginas

Las dudas sobre las alegaciones comienzan cuando Reuters, uno de los pocos medios de comunicación que ha sido informado sobre la alegación de seis páginas, se ve obligado a reconocer que se la mostró «una fuente que no pudo ser identificada por su nombre o nacionalidad».

El 30 de enero, Sky News admite que el documento hace una serie de afirmaciones de las que Sky News «no ha visto pruebas y muchas de las afirmaciones, incluso si son ciertas, no implican directamente a UNRWA».

Igualmente preocupante, The New Arab descubre incoherencias en la forma en que los servicios de seguridad israelíes identificaron a las personas mencionadas en el documento. Inicialmente se informó de que los nombres se habían obtenido mediante confesiones, fruto de torturas e interrogatorios. Pero el 29 de enero, oficiales de inteligencia israelíes declararon al New York Times que los sospechosos fueron identificados mediante el rastreo de teléfonos móviles y la interceptación de mensajes de texto, uno de los cuales daba instrucciones a un empleado de la UNRWA para «recoger granadas propulsadas por cohetes».

Sul Nowroz ©2024

Curiosamente, evaluaciones anteriores del modelo operativo de Hamás concluían que utilizaban líneas telefónicas cerradas para evitar la interceptación de mensajes.

Aparecen nuevas fisuas

No todos los países donantes están convencidos de la veracidad del escueto informe de seis páginas.

Bélgica, Dinamarca, Irlanda y España anuncian públicamente su intención de seguir financiando a la UNRWA, para disgusto de Israel, que intensifica su ataque verbal contra la agencia de ayuda. Las redes sociales se inundan de vídeos propagandísticos en los que el Estado nación se atribuye el papel de víctima y presenta al organismo de ayuda, a sus trabajadores y a los refugiados a los que atiende como una grave amenaza terrorista. Esta difamación de una agencia de la ONU no tiene precedentes.

A principios de la semana pasada, la UNRWA hizo números y advirtió de una hambruna inminente que afectaría a 2 millones de personas si no se encontraban fuentes de financiación alternativas. Los medios de comunicación internacionales publicaron una serie de artículos sobre las terribles consecuencias de la desfinanciación.

El jueves 1 de febrero, la ministra de Asuntos Exteriores de Australia, Penny Wong, reconoció que reanudar la financiación era clave «si nos tomamos en serio el intento de garantizar que haya menos niños muriendo de hambre». Wong dio instrucciones a la Coordinadora Humanitaria del gobierno, Beth Delaney, para que encontrara la manera de evitar una crisis humanitaria. El mismo día, la viceprimera ministra belga, Petra De Sutter, tuiteó: «La agencia [UNRWA] es insustituible a la hora de proporcionar ayuda humanitaria urgente y crucial dentro de Gaza.»

Sul Nowroz ©2024

Tras el tuit de De Stutter, el primer ministro malasio, Datuk Seri Anwar Ibrahim, confirmó que su país no sólo seguiría financiando a la UNRWA, sino que aumentaría las donaciones si fuera necesario.

Igualmente preocupante para el gobierno israelí, el pliego de cargos de seis páginas siguió siendo cuestionado. Middle East Eye señaló que la UNRWA presenta periódicamente una lista de empleados a los servicios de seguridad israelíes, y que ninguno de los nombres había sido cuestionado, puesto en duda o vetado. La publicación señalaba también que los servicios de seguridad israelíes afirmaban ahora que los nombres de los presuntos operativos de la UNRWA y Hamás estaban asegurados gracias al examen de una base de datos de miembros de Hamás. La base de datos se encontraba oportunamente en un ordenador incautado en un escondite no identificado de Hamás. Los expertos en contrainsurgencia confirman que un hallazgo así sería muy raro y contraviene todos los principios organizativos de los movimientos de resistencia, en los que se evita a toda costa una lista centralizada de operativos con nombre.

El fin de semana, incluso el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, aceptó públicamente: «Nosotros [EEUU] no hemos tenido la capacidad de investigar [las acusaciones] por nuestra cuenta».

La soga se aprieta

Los esfuerzos de Israel por estrangular a la UNRWA se tambaleaban. Había que hacer algo. Si no se podían frenar las donaciones, había que desbancar a la UNRWA, incapaz de recibir y dispersar fondos.

El domingo, el banco israelí Leumi anunció que había suspendido todas las cuentas de la UNRWA debido a «sospechas tangibles de que está transfiriendo fondos a grupos terroristas en Gaza». No se han dado más detalles. La UNRWA confirmó que «aún no se les ha mostrado ninguna prueba que corrobore» las afirmaciones de Leumi. Al Jazeera informó de que el Financial Times «había examinado la evaluación y no aportaba pruebas de las afirmaciones». Las acusaciones contra la UNRWA tienen un aire familiar. Un régimen de apartheid, sospechoso de genocidio y maestro de la desinformación, opera con impunidad, proporcionando narrativas dudosas que no se cuestionan; los gobiernos occidentales colaboran fácilmente en un patrón de carnicería y derramamiento de sangre de una población indígena; los palestinos mueren.

Esta es la tragedia recurrente de Palestina y su pueblo

UNRWA es un vergonzoso recordatorio de los cimientos coloniales de Israel, que desplazaron a un pueblo indígena e intentaron borrar su cultura, sus tradiciones y su historia. El pensamiento predominante entre los funcionarios israelíes parece ser que si no hay UNRWA no hay refugiados, y si no hay refugiados desaparece por arte de magia su pequeño y sucio secreto del robo colonial de tierras.

*Artículo publicado originalmente en Real Media. Fotos: Sul Nowroz 2024 / Real Media.

(Traducido por The Prisma – The Multicultural Newspaper)Fotos: Pixabay

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