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Una aproximación genética a James Joyce

Un enfoque genético de una obra literaria examina lo que se escribió antes de la versión final, publicada, de la obra: cuadernos, borradores, correspondencia y cualquier otra cosa que pueda ofrecer pistas sobre cómo un escritor llegó a la fase final de su obra.

 

Sean Sheehan

 

Este nivel de investigación no siempre es posible porque las huellas se han perdido, pero en el caso de James Joyce ha demostrado ser una forma muy eficaz de comprender y apreciar su escritura.

El pasaje «Anna Livia Plurabelle» de “Finnegans Wake” de Joyce, por ejemplo, fue redactado en 1924 y revisado al menos diecisiete veces en los catorce años siguientes.

La conversación que registra entre dos lavanderas de Dublín se fue profundizando gradualmente mediante la adición de elementos multilingües y los nombres de los ríos, de modo que «Go on, go on» -una de las mujeres insta a la otra a continuar la historia- se convirtió en «Garonne, Garonne»; luego se añade «I amstel waiting», pero como «I amstel waiting».

El texto final («I Amstel waiting. Garonne, Garonne») expresa el mismo impulso de continuar la historia, pero con alusiones a un río holandés y otro francés.

«Joyce genético» sigue diferentes senderos para mostrar cómo Joyce se dedicó a escribir, y el libro es especialmente bueno a la hora de revelar la transición de «Ulises» a “Finnegans Wake”.

Virginia Woolf, de Roger Fry. Public domain.

Muestra, por poner otro ejemplo, cómo el escritor se interesó por primera vez por el cuento de Tristán e Isolda cuando llegó a París en 1920 y tomó notas sobre él tres años después, para dejarlo de lado hasta 1938, cuando insertó una escena de la historia en “Finnegans Wake”.

Es sólo uno de los hilos de unos cincuenta cuadernos de Joyce que están a disposición de los estudiosos que buscan desentrañar lo que pasó en la novela que Joyce pasó diecisiete años escribiendo.

Los lectores intimidados por la supuesta complejidad de las dos últimas novelas de Joyce encontrarán iluminación en el relato de Daniel Ferrer sobre cómo nunca hubo un plan maestro ni un significado secreto que pudiera descubrirse mediante un estudio diligente. Joyce nunca previó el resultado final de su escritura ni los planes que tenía para ella.

Hubo contingencias, constantes reelaboraciones y replanteamientos del material, y la mecánica de la creación se expone con admirable claridad en este libro y se ilustra con unos cuarenta facsímiles de diversas páginas de los borradores y cuadernos de Joyce.

El capítulo final examina las notas de Virginia Woolf sobre el primer episodio de «Ulises» (a principios de 1919) y lo que Ferrer llama acertadamente un «diálogo asimétrico» entre los dos escritores.

A Woolf le disgustaban algunos aspectos de Joyce y él recogió algunas de sus observaciones negativas («pobreza de mente» y «rancio/cosas de Joyce») y las introdujo en su propia escritura. A Woolf no le gusta Joyce y, luchando por enfrentarse a lo que sabe que es una obra maestra, lo ve como su adversario. Sin embargo, su propia obra maestra, «La señora Dalloway», es imposible imaginarla escrita sin la influencia de «Ulises».

“Genetic Joyce: Manuscripts and the dynamics of creation”, de Daniel Ferrer, está publicado por University Press of Florida.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin)

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