Globo, Latinoamerica, Reino Unido

40 años de la muerte de Manuel Galich

La fina ironía, el buen humor y el anecdotario profuso para contar la Historia de manera placentera al estudiante fueron algunos de las características que definieron el carácter de este intelectual guatemalteco.

 

Randy Saborit Mora

 

Fue bautizado como el Verbo de la Revolución de 1944 en Guatemala por su habilidad para la oratoria y por haber participado de manera activa como parte del movimiento estudiantil en el derrocamiento de la dictadura de 15 años de Jorge Ubico y de su sucesor transitorio, el general Federico Ponce.

Pero la vida de Manuel Galich (1913-1984) no quedó solo en aquel nombramiento, sino que fue consecuente con sus principios y llegó a ser canciller, ministro de Educación, embajador de Guatemala en Uruguay y Argentina, y también presidente del Congreso.

En este último cargo promovió la Ley Galich, la cual pretendía considerar como delito el servilismo de un país a otro, recordó una de sus hijas, Eva Galich, quien sostuvo que ese tipo de normativa no prosperó en el Legislativo.

Eva rememoró en un panel, celebrado la semana anterior en el capitalino Museo de la Universidad de San Carlos, que desde pequeña siempre vio a su padre frente a una máquina de escribir o con un libro en la mano.

Galich fungía como máximo representante de su país natal en Argentina, cuando el presidente Jacobo Arbenz fue derrocado en junio de 1954 por un golpe de Estado dirigido por el gobierno de Estados Unidos y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia.

Después de casi una década de exilio en Argentina gana en 1961 el Premio Casa de las Américas, con su obra de teatro El Pescado Indigesto.

A partir del siguiente año comenzó a laborar en esa institución de prestigio regional en el ámbito de la cultura, cuya sede radica en La Habana, Cuba. Los trabajadores de la Casa iban a las siete de la mañana, una hora antes de comenzar la jornada laboral, para escuchar con deleite los comentarios que hacía Galich sobre lo leído en la prensa cubana de los años ’60 y ’70, contó Lilliam de la Fuente, quien se desempeña en la actualidad en ese centro.

Como orador carecía de rival por su facilidad para expresar ideas y por la sagacidad al emitir opiniones relacionados con asuntos políticos y culturales, aseveró De la Fuente.

Para contar la historia del teatro latinoamericano, remarcó, resulta necesario aludir a la revista Conjunto que fundara en 1964 en Casa de las Américas.

Aseguró que Galich ayudó a difundir la historia y la cultura de los pueblos originarios de la región, y en ese sentido destacó los prólogos que redactara a las ediciones del Popol Vuh (1969), Anales de los Cakchiqueles (1967) y Nuestros primeros padres (1979).

La también graduada de Letras y quien fuera su alumna de Historia de América, confesó que tenía una gran destreza para impartir sus clases, las cuales iban más allá de las fechas de los acontecimientos y ayudaban a pensar.

Relató que esa materia le desagradaba y le era imposible entenderla porque todo debía aprenderlo de memoria, pero con Galich pudo comprenderla cuando la ofreció en el quinto año de Letras en la Universidad de La Habana.

Al respecto, el prestigioso académico cubano, Sergio Guerra Vilaboy, aludió en un artículo divulgado este año en La Jiribilla -revista de la cultura cubana- que todavía hoy se mencionan como un referente las apasionadas lecciones de Historia de América Latina que brindaba Galich.

«Las clases de Galich, verdaderas conferencias magistrales sazonadas con su increíble anecdotario, eran un derroche de maestría pedagógica combinada con una clara vocación latinoamericanista y antimperialista, que fundamentaba en el legado de Simón Bolívar y José Martí, a quienes citaba de memoria profusamente», recordó Vilaboy en el texto.

El catedrático de la Universidad de La Habana también mencionó que Galich, junto con Arbenz, se entrenó en Cuba para combatir contra la opresión en su patria de nacimiento.

Llegó a figurar, precisó, como miembro fundador y directivo del Comité Guatemalteco de Unidad Patriótica, surgido en respaldo a la causa de la liberación nacional encabezada entonces por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.

El profesor auxiliar de la bicentenaria casa habanera de altos estudios, Dagoberto Rodríguez, recordó que Galich escribió para la agencia informativa latinoamericana Prensa Latina y para la revista Bohemia, decana de ese tipo de publicaciones en Cuba.

Evocar su obra es hacerlo renacer, pues sus escritos están aún vigentes para la América de estos tiempos, subrayó.

Para el dramaturgo guatemalteco Víctor Hugo Cruz, Galich poseía el don para jugar con las palabras y lograr el doble sentido en piezas como Un percance en el Brassier, Un primo en segundo grado y El recurso de Amparo.

A su juicio, su primera creación teatral significativa fue M’hijo el bachiller, en la cual el autor se burla de la falsedad del sistema tradicional de enseñanza en Guatemala.

El destacado investigador de la vida y creación de Galich, también se refirió a Papa Natas (1938), comedia en tres actos, y a El canciller Cadejo (1945), a las cuales calificó como sátiras sociales dirigidas a criticar la dictadura del general Jorge Ubico.

«Manuel Galich era un fenómeno cultural. El navegaba en los campos de la literatura, la dramaturgia, la antropología social, los temas étnicos y la lucha política. No tenía un límite», afirmó el antropólogo guatemalteco Jorge Solares.

Como esencial para entender la ideología de Galich, está Del pánico al ataque, que describe como una crónica juvenil los hechos que ocurrían en el momento del derrocamiento de Ubico, precisó Solares al diario local Siglo 21.

El libro ¿Por qué lucha Guatemala?, apuntó, es como una revisión de aquel, en el que incorpora el bagaje político adquirido en los años de exilio. Galich fue abogado, notario, diplomático, ensayista, historiador, político, escritor, orador y maestro.

Quien mencione estos títulos podría pensar que careció de tiempo para su familia. Sin embargo, su hija Eva testimonió que el trabajo nunca impidió que su padre los atendiera.

También una de sus nietas, Beatriz Fernández, conserva en su memoria que su abuelo las llevaba -a su hermana y a ella- a la playa y al cine. Fernández, quien dijo que lo perdió a sus 15 años, tampoco olvida que eran muchos los intelectuales y personalidades de Cuba que asistieron a su funeral aquel 31 de agosto de 1984. Ese día murió el cuerpo de Galich, pero aún late en el recuerdo de quienes lo conocieron, como varias profesoras que recibieron clases de él, y luego tuvieron delante a Beatriz como alumna. PL

(Fotos: Pixabay)

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