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Hallando un hogar en lo intermedio

Jiyan* nació dos semanas después de que sus padres kurdos llegaran al Reino Unido en busca de asilo. Como persona no binaria de ascendencia kurda que sólo ha vivido en Gran Bretaña, su vida transcurre en y entre las categorías actualmente disponibles de nación y género.

 

Mizy Judah Clifton

 

Jiyan tiene una confusa  comprensión de cómo y por qué sus padres llegaron al Reino Unido como solicitantes de asilo en 2001.

Tras la llegada, hay un rastro de certificados y pasaportes de distintos colores, el material de este o aquel hito burocrático, además de datos dispersos -direcciones anteriores y similares- recogidos al rellenar formularios en su nombre.

«Lo único que sé es que el día que la llevaron [a mi madre] a una pensión cuando llegó por primera vez, Sinead O’Connor estaba tocando en el coche. Así que cuando Sinead O’Connor murió hace poco, se puso muy, muy triste, porque él le recordaba a cuando llegó por primera vez al país. Pero eso es literalmente todo lo que sé», dice.

«Simplemente no se habla de ello. Es como una ruptura en la línea temporal de la vida de mis padres: aquello era antes y esto es ahora. Nunca he querido preguntárselo porque creo que develaría muchos traumas de los que probablemente intentaron protegernos a mí y a mis hermanas».

Los padres de Jiyan proceden de Kirkuk, conocida por muchos kurdos como la «Jerusalén del Kurdistán». Kirkuk, provincia multiétnica y rica en petróleo situada a las afueras de la región semiautónoma del Kurdistán de la República de Irak (KRI), en el norte de Irak, había sido objeto durante mucho tiempo de una campaña sistemática de limpieza étnica en forma de «arabización», incluso antes de que Sadam Husein llegara a la escena

Sin embargo, a partir de finales de la década de 1960, el partido Baas de Hussein intensificó la persecución de kurdos y otros no árabes, algo de lo que, según Jiyan, sus padres sólo hablan en términos vagos y abstractos.

«Mi madre dice que recuerda la masacre de Halabja, un ataque químico en los años ochenta. Creo que ella no estaba presente, pero fue un recuerdo clave para ella en cuanto al trato que recibían los kurdos».

Jiyan vive ahora en los suburbios de Londres y no siempre ha tenido un sentido firme de la identidad kurda.

«Hasta quizás sexto curso, no utilicé realmente la palabra ‘kurdo’ para referirme a mi propia identidad. Decía: ‘Hablo kurdo en casa’, o ‘mis padres son kurdos’. Creo que era porque, cuando era muy joven, los niños que no sabían nada mejor me oían hablar en kurdo con mi madre y se burlaban de mí. Recuerdo que pensaba: «Ojalá fuera de piel blanca, ojalá fuera deorigen inglés».

Su herencia kurda es ahora motivo de orgullo. Rodearse de gente de diversos orígenes en la escuela ayudó a Jiyan a darse cuenta de que era especial poder hablar un idioma diferente, sobre todo uno tan poco común.

Su relación con Gran Bretaña también es compleja. Los emigrantes -y especialmente los refugiados- se ven obligados muy a menudo a mostrar una especie de gratitud hacia el país que fue lo bastante «generoso» como para acogerlos, no sea que se les acuse de albergar dobles lealtades o de no asimilarse.

«Pienso en todas las dificultades que han tenido que pasar mis padres para ser aceptados como británicos y en que nunca serán suficientes. Siento mucho resentimiento hacia Gran Bretaña. No es algo que haya vivido [directamente], sólo cosas de las que soy testigo».

«Es muy peligroso políticamente decir: ‘Odio este país’. Porque entonces te retractas de tu juramento. Probablemente puedo decirlo porque he crecido aquí y somos ciudadanos británicos». Jiyan tampoco ve Irak como su hogar, pues sólo lo ha visitado dos veces. Se consideran londinenses por encima de británicos o ingleses, y ve Londres como «muy diferente al resto de Gran Bretaña» por su multiculturalismo y su ambiente esperanzador, dejando a un lado el aumento en los alquileres y la crisis del costo de vida.

Jiyan también es no binario, lo que significa que no se identifica exclusivamente como hombre o mujer. Sus padres no lo saben -o al menos, no hablan de ello- y utilizan el nombre y los pronombres que le dieron a Jiyan al nacer. Jiyan utiliza los pronombres ellos/ella/de ellas/de ellos.

Jiyan piensa en su próxima graduación de maestría y en la perspectiva de vestir jili kurdi (ropa kurda). Hace poco, su hermana se hizo «un vestido muy bonito».

«Tengo muchas ganas de ponérmelo, pero no me gusta llevar vestidos. No me gusta que me vean así. Es la clásica ropa de género: «Los hombres se visten así y las mujeres se visten así». Y voy a llevar ese vestido porque quiero afirmar mi kurdismo en la graduación. Pero sé que ese día me voy a sentir de manera muy rara.

«Me voy a poner este precioso vestido kurdo porque siempre nos sentimos obligados a afirmar mi identidad kurda de una forma que no coincide del todo con mi identidad de género. Pero pienso: ‘Vale, voy a hacer este sacrificio'».

Algunas personas trans y no binarias sienten una inmensa angustia cuando otros se refieren a ellas utilizando pronombres o nombres equivocados. Pero Jiyan siente relativa alegría  con llevar vidas separadas en cuanto al género y seguir siendo la «hija de su madre» en casa. «Cuando mi madre se refiere a mí como su hija, lo hace para expresarme su amor. No quiero que me llame ‘Jiyan’ nunca. Creo que nunca querré que me llame así. Me dio un nombre kurdo. Es precioso, aún lo uso en todos mis formularios y demás. Es una parte importante de mí».

*Jiyan es un nombre ficticio, a petición de la entrevistada.

(Traducido por Camila Márquez) – Fotos: Pixabay

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