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José Pais: Madres y prostitutas en Braganza

Un rico y sensible análisis sociológico de las intersecciones del sexo y el dinero en los contextos de las expectativas de la familia tradicional y el conflictivo deseo de libertad en un mundo que cambia rápido. Las madres en ambos lados del conflicto; vinculación afectiva masculina y secreto masculino. (Memorias de The Prisma)

 

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José Pais

Graham Douglas

 

En 2003, la portada de la revista Time presentó una historia sobre una pequeña ciudad en Portugal, con una población de 30 000 habitantes, donde un grupo de mujeres locales que se hacían llamar Madres de Braganza pedían, mediante peticiones a la policía, la iglesia y en los medios de comunicación la expulsión de las 300 prostitutas brasileñas que se calculaba que  trabajaban allí.

El artículo condujo a un éxodo de las mujeres brasileñas, en su mayoría a ciudades cercanas en España, y a la persecución de varios propietarios de prostíbulos.

En definitiva, una historia ideal para los periódicos de prensa amarilla con un “final feliz” para las autodenominadas “Madres”, en lugar de para los clientes.

José Machado Pais es coordinador de investigación en el Istituto de Ciencias Sociais, Universidad de Lisboa, autor de más de 40 libros y ganador del Premio Gulbenkian por Ciencias Sociales en 2003.

Se sintió fascinado por la historia y pasó dos años investigando, hablando con las trabajadoras sexuales, las madres, los clientes y los propietarios de clubes.

Su análisis fue publicado en abril en formato de libro Enredos Sexuais, Tradição e Mudança (Redes Sexuales, Tradición y Cambio) por la Imprensa de Ciências Sociais, Lisboa. Ofrece una peculiar oportunidad de entender la prostitución en su contexto social e histórico, en lugar de a través de las lentes de la moralidad preconcebida.

En sus conclusiones afirma: “La vida es un paño tejido en el que los hilos de legados culturales se cruzan con los hilos de las oportunidades de la vida y los descubrimientos personales”.

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Carnaval

Por consiguiente, el caso de las trabajadoras sexuales y las Maes de Braganza se convierte en un medio de estudiar cómo impacta el cambio en la tradición en el campo de la sexualidad, siempre un lugar de lucha entre lo personal y lo social, donde lo social está tanto dentro como fuera de los jugadores de la vida.

Y lo mismo es cierto en el discurso económico paralelo, donde el sexo, la satisfacción, la expresión personal se intercambian por el dinero que puede mantener a una familia, pero a costa de otra.

Es imposible en un artículo corto hacer justicia a este rico y humano trabajo de sociología, que habla sobre las relaciones sexuales en un contexto mucho más amplio que una pequeña ciudad de Portugal. Consideré más oportuno pedir al autor que respondiera algunas preguntas. Los lectores del inglés pueden consultar su artículo de 2011: Mothers, whores and spells: Tradition and change in Portuguese sexuality”, Ethnography, vol. XXII, number 4: 445-465.

¿Se está globalizando la prostitución?

Los flujos de inmigrantes buscando trabajo y nuevas experiencias en la vida han aumentado en las últimas décadas.

Los que trabajan en la prostitución, como en cualquier otra actividad económica, emigran buscando oportunidades. Es también necesario tener en cuenta el tráfico humano, que empuja a algunas personas a prostituirse en contra de su voluntad.

En cualquier país hay clientes que buscan trabajadoras sexuales extranjeras (Mi investigación no incluye hombres o transexuales). En el siglo 19, las prostitutas españolas eran altamente valoradas en Portugal. Se representan en las novelas de Eça de Queiros, como en Capital, Conchitas y Lolitas. Y las prostitutas portuguesas también trabajaban en España. Con la globalización, este fenómeno ha aumentado, y hoy en día, en Portugal, algunas trabajadoras sexuales extranjeras vienen de Europa del Este, pero la mayoría son de Brasil.

¿El poder dinámico entre el cliente y la trabajadora sexual  pone siempre a la prostituta en desventaja?

Varía. Algunos clientes se comportan de forma violenta y fuerzan a las mujeres a hacer cosas que no quieren, humillándolas. En otros casos, el poder está en el lado de la trabajadora sexual, si está actuando como una terapeuta o trabajadora social.

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Bruxa

Hay hombres que no solo quieren sexo cuando visitan a una prostituta. Quieren conversar, hablar sobre su vida, trabajo y familia. Quieren ser acariciados, relajarse. Las trabajadoras sexuales brasileñas son generalmente muy cariñosas. Algunas de ellas se han casado con clientes portugueses.

¿Qué piensa de la propuesta de criminalizar solo a los clientes en contraste con la complete descriminalización?

Debemos criminalizar lo que es realmente criminal: el tráfico humano, la prostitución forzada y la explotación sufrida por muchas trabajadoras sexuales, a las que se les priva de sus derechos.  Y a aquellos que hacen fortunas del negocio sexual sin pagar impuestos. Hay otras cosas que deberían ser criminalizadas, pero aquí nos vamos a un debate moral. Probablemente, en un mundo perfecto, la prostitución no existiría. Pero este mundo no es perfecto y no podemos cerrar los ojos ante una situación que no terminará simplemente porque se convierte en clandestina. El pánico moral sobre la violencia sexual ha conducido a una criminalización correspondiente del sexo pagado.

¿Es posible ofrecer una crítica feminista radical sin convertirse en puritano?

La violencia simbólica sufrida por las trabajadoras sexuales todavía es enorme cuando se las estigmatiza por ser “putas”.

Desde los estudios pioneros de Lombroso en criminología, está claro que las trabajadoras sexuales son vistas desde una perspectiva basada en su supuesta naturaleza demoniaca o características que se supone que describen su identidad inherente, más que su estatus social contingente.

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Carnaval

Por el otro lado, sus clientes tienden a no ser culpados; acuden a prostitutas para satisfacer sus necesidades básicas. Esta es la representación dominante.

¿Hay algún perjuicio específico en contra de las inmigrantes que trabajan como prostitutas?

Más que cualquier otra persona, las trabajadoras sexuales inmigrantes son vistas según lo que están haciendo (trabajo sexual) y no por lo que son: inmigrantes frecuentemente indocumentadas, en cuyo caso no existen como ciudadanas de pleno derecho.

Son simplemente “putas”, con toda la carga peyorativa de la palabra en la imaginación sexual dominante: la mujer que se ofrece a todos los hombres y no pertenece a ninguno; la mujer que ejerce una profesión sin ningún estatus social, aunque aun así se considera trabajo por aquellos que lo hacen, normalmente en malas condiciones.

¿Hay algún tipo de solidaridad entre los diferentes actores de su libro: las madres, los clientes y las trabajadoras sociales?

Esto puede pasar ciertas veces si grupos diferentes se confrontan. Por ejemplo, cuando las “Maes” lanzaron un manifesto para expulsar a las trabajadoras sexuales brasileñas de Portugal, estas últimas se sintieron objeto de discriminación: al mismo tiempo, entre ellas a veces había disputas por clientes.

Por el otro lado, cuando las Maes invocaron su estatus como madres, se olvidaron de que algunas trabajadoras sexuales también son madres y que están haciendo trabajo sexual para mantener a sus hijos.

En cuanto a los clientes, hay más solidaridad entre los que acuden a prostíbulos en grupo. Los que responden a anuncios de los periódicos son más discretos, por miedo a perder su anonimidad.

photo-jose-pais-2¿Cómo debería tratar un periodista responsable el tema del trabajo sexual?

El reto de periodismo responsable, guiado por principios éticos no es diferente a aquel según el que las investigaciones científicas deben llevarse a cabo. Este reto se soporta en tres pilares principales: el descubrimiento y reportaje de importantes hechos sociales escondidos; la rigorosa descripción de lo que es observado; y finalmente la habilidad de interpretar estas situaciones. Pero esto no es todo: también debe haber una enorme sensibilidad humana para entender el drama y los estigmas sociales que sufre mucha gente.

Merleau-Ponty escribió un libro “Eye and mind”, afirmando su admiración por aquellos pintores que dicen que los objetos también los observan mientras son pintados. Yo además admiro a esos periodistas que, describiendo ciertas realidades, tienen la habilidad de hacernos viajar para encontrarnos a aquellos de lo que están escribiendo.

 (Traducido por Alexandrina Sabal – Email: sabal.alexandrina@gmail.com) – Fotos facilitadas por José Pais y autorizadas para su publicación

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