Cultura, En Foco, Opinión, Páginas

La monstruosa protesta de Antígona

«Antígona», un antiguo drama griego, cuenta la historia de un gobernante dictatorial, Creonte, y una mujer, Antígona, que desafía su mandato de que su hermano fallecido, Polineices, no pueda ser enterrado.

 

Sean Sheehan

 

Antígona y Polinices son hijos de Edipo y, como ella intenta enterrar a su hermano, su desafío es castigado con la condena a ser encerrada en una cueva y abandonada a su suerte.

Antígona se convierte en mártir, pero su condición de heroína es problemática. Desafía el poder absoluto del Estado con un coraje y una pasión sublimes, pero es tan intransigente en su exigencia como Creonte en su rechazo; la ley y su transgresión se alimentan mutuamente.

El drama se politiza con facilidad, desde que Brecht lo ambientara en el Berlín de abril de 1945 hasta su lectura por Nelson Mandela y sus compañeros de prisión en Robben Island. Biopolitizado, a menudo se ha escenificado como una declaración feminista de oposición al patriarcado.

Alenka Zupančič profundiza en la preocupación de la obra por la muerte, el entierro y el incesto y se centra en la sorprendente declaración de Antígona de que si fueran los cadáveres de su marido o de sus hijos los que Creonte prohibiera enterrar, ella «dejaría que se pudrieran».

Siempre puede encontrar otro marido y tener más hijos, argumenta, pero con sus padres muertos nunca podrá tener otro hermano.

El problema es que sí tiene otro hermano porque, como hija de Edipo, que se casó accidentalmente con su propia madre, su padre es también su hermano.

Está intentando, dice Zupančič, «tapar un agujero en la estructura del parentesco» o lidiar con un agujero particular que se ha vuelto insoportable debido al edicto de Creonte. No es que a Polineices se le niegue un derecho humano, sino que el incesto les ha convertido a él y a su hermana en seres no humanos.

Źiźek está de acuerdo: es su insistencia incondicional lo que convierte a Antígona en monstruosa -el coro de la obra se lo dice más o menos mientras parte hacia su muerte en la cueva- y reconoce a Alenka Zupančič como una fuente de ideas para, como «ejercicio ético-político», su reescritura de «Antígona». Ambos emplean términos cuyo peso procede de la obra de Jacques Lacan. Palabras como deseo, pulsión de muerte, histeria, muerto viviente tienen usos cotidianos que no hacen justicia al modo en que los dos filósofos eslovenos las emplean para llegar al corazón psicoanalítico de la historia puesta en escena por primera vez en el año 441 A.C.

En este sentido, “Jacques Lacan: the basics” (Jacques Lacan: lo esencial), de Calum Neil, es una guía indispensable del pensador, a veces voluntariamente complejo, cuyas ideas han alimentado los análisis culturales y políticos y las humanidades en general.

En un centenar de páginas, Calum desgrana hábilmente los conceptos clave de Lacan sin diluirlos en frases hechas o trivialidades, y sus ejemplos de la vida real son lúcidos y precisos.

«Let them rot», de Alenka Zupančič, es  publicado por Divided Publishing; «Jacques Lacan: the basics», de Calum Neill, es publicado por Routledge; «Antigone», de Slavoj Źiźek,es publicado por Bloomsbury.

 

 

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*