A pesar de las diferencias culturales entre británicos y latinoamericanos, existe un sentimiento que es universal para todos.
Ramón Lafée
Laura es una colombiana que tiene casi tres años viviendo en Londres. Ingeniera de Sonido de profesión, pasó los primeros meses haciendo una variedad de trabajos de toda índole hasta que finalmente consiguió una oferta en un estudio de sonido.
Sin mucho tiempo libre debido a sus nuevas responsabilidades, Laura conseguía hacer un paréntesis en sus deberes y cada miércoles en la noche asistía a una pequeña tienda de hobbies cerca de la estación de Waterloo. Allí se dedicaba a jugar juegos de mesa, su afición desde niña, en sesiones organizadas por la tienda junto a otras personas. El destino quiso que conociera a Matt, un empleado inglés del local. A pesar del poco tiempo que pasaban juntos en demostraciones de juegos en el local, descubrieron que tenían mucho en común, y como se dice, el amor hizo el resto.
“Más allá de la simple atracción y química, la diferencia cultural de ambos, en vez de ser un impedimento o limitante, fue una fuente de curiosidad mutua y sirvió para conocer más de uno del otro”.
El caso de Laura, y el de muchos latinos que han conseguido pareja con ingleses nos demuestra que el amor no tiene barreras ni lenguaje, y mucho menos en una ciudad tan multicultural como Londres.
Quizá para las generaciones anteriores de inmigrantes latinos fuera tabú tener una relación sentimental con una persona que no fuera latina. Pero lo que era una norma para una generación, resulta un precepto anticuado para otra.
Hoy día los jóvenes latinos en el Reino Unido aceptan sin ningún tipo de prejuicio las relaciones sentimentales entre razas y culturas como parte del mundo moderno y multicultural donde viven. Inclusive, para muchos latinos es un símbolo de orgullo o estatus tener una relación con una persona “nativa” (británica).
Para Laura, salir con un inglés no sólo cambió su situación sentimental, sino que sirvió para ampliar su círculo de amistades ampliamente. “Mis amigos siempre han sido latinos como yo. Era de la idea que tener amistades británicas era algo muy complicado por las barreras existentes, y sobre todo porque en mi vida diaria no tenía contacto directo o constante con ninguno.
Pero una vez que comencé a salir más en serio con Matt, tuvimos salidas con sus amigos, y de allí en adelante fui aceptada dentro de su grupo y finalmente por su familia”, dice la joven.
El caso de Laura es el de muchas mujeres, y en su terreno, también el de muchos hombres.
También resulta interesante los atractivos físicos buscan los británicos y británicas en cuanto a parejas se refiere.
Una encuesta en un portal online de búsqueda de parejas sobre las preferencias físicas de los ingleses indicó que las mujeres inglesas prefieren los hombres de pelo castaño, corto y con algún corte moderno en particular, ojos azules y que midan más de 1.80 metros de altura. El hombre ideal es el que comparta junto a ellas las labores del hogar.
En cuanto a los ingleses, éstos prefieren a las mujeres castañas, cabello largo y liso, mejor cara que cuerpo y finalmente que sean más jóvenes que ellos.
No obstante, Laura y Matt el resultado están fuera de los parámetros mencionados en la misma.
“En cuestión del corazón no hay reglas escritas. Nunca sabes de quien te puedes enamorar, y generalmente terminas enamorándote de la persona menos pensada”, afirma Laura. Matt sonríe mostrando estar de acuerdo con ella.
Quienes sí encajan en esta encuesta de preferencias físicas y están fascinados por las coincidencias son Leslie y Nick.
El “idilio internacional” como ellos llaman a su relación, comenzó como una discusión sobre una piña colada en la playa El Agua, de la paradisíaca isla Margarita en Venezuela.
“Estaba de vacaciones con mi hermana en la isla, tomando sol cuando el mesonero trajo la bebida a este muchacho inglés, quien también tomaba sol en una silla al lado nuestro. Comenzamos a discutir sobre a quién pertenecía la bebida, ya que ambos habíamos pedido lo mismo. Al final terminamos hablando y riéndonos sobre el asunto. Hablaba español perfecto y era muy simpático, tanto que decidimos salir esa noche a bailar”, cuenta Leslie.
“Yo pensaba que sabía bailar salsa y merengue, pero en lo que aprecié como bailaban en las discotecas supe que tenía aún mucho por aprender”, dice Nick riendo.
“Mi hermana me dijo que él siempre me seguía con la mirada y eso era una buena señal. Aparte de enseñarle a bailar de verdad, los días siguientes lo llevé a pasear por todos lados en la isla”, relata Leslie.
Después de la despedida comenzó un contacto seguido por correo electrónico y video conferencias por varios meses, que terminó con la visita de Leslie al Reino Unido. “Ya para entonces sabíamos que el asunto iba en serio. Quedé fascinada con Londres y, por supuesto, Nick también me mostró la ciudad”.
Esa visita fue la que determinó que Leslie tomará la decisión más trascendental en su vida: dejar su trabajo como ejecutiva de cuentas en un banco, su familia, amigos y su vida hasta entonces, para mudarse con Nick.
“Fue un susto grande dejar todo lo que tenía, y comenzar de cero, ya que mi inglés no era muy fluido, pero estaba convencida de que esto lo que más deseaba” indica la joven.
Ya hace un año de la llegada de Leslie de manera definitiva al Reino Unido y sus experiencias han sido variadas.
“La barrera del idioma ha sido un gran problema, comencé a estudiar Inglés en un curso mientras trabajaba como asistente de ventas en una cadena de tiendas en Oxford Circus. El clima ha sido otro asunto y mí primer invierno fue terrible, pero quedé encantada de ver tanta nieve por unos días en la ciudad. A pesar de todo estoy con la persona que quiero y ya con eso soy feliz”.
Nick, ingeniero que trabaja para el sistema de Transporte de Londres, admira la tenacidad de su novia. “A pesar de lo difícil que fueron los primeros meses, Leslie siempre se mantuvo motivada. Esa voluntad de hierro es digna de admiración”. Hoy en día la pareja están pensando seriamente en el matrimonio. Hoy Leslie confiesa que la discusión por la Piña Colada fue sólo una excusa para entablar conversación con él. Ambos brindan por los resultados.
El amor en el café
Andrew y Andrea fue otro caso que no necesitó meses para que Cupido hiciera su labor.
“Todavía puedo recordar que nuestros nombres fue el tema de conversación para romper el hielo”, comenta Andrea. “Su nombre es inglés siendo de Chile, y yo me llamo Andrea, que es un nombre en español”.
Andrea trabaja como ejecutiva de cuentas en una oficina en Canary Wharf. En ese entonces todos los lunes y viernes ella disfrutaba un café en una reconocida cadena de cafeterías cerca de su oficina. Allí siempre era recibida en la barra por Andrew.
“Siempre bromeábamos porque nuestros nombres significaban lo mismo, y que él tuviera el suyo en inglés y yo en español”, afirma Andrea.
“No sé porque tengo este nombre” comenta Andrew. ”Sé que mis abuelos paternos eran ingleses y de allí quizá venga. Conocía a Andrea de vista y una que otra sonrisa mientras le preparaba sus bebidas. Un día le mencioné lo de nuestros nombres y le hizo gracia. Y así de una le solté que si quería salir conmigo un día de estos. Ella siempre se vestía muy elegante, y a pesar de que tenemos casi la misma edad, a mi me daba como temor invitarla a salir, pero para mi sorpresa aceptó”. “Nuestra primera cita fue a un festival gastronómico chileno. Se lo mencioné y ella aceptó, pues le encanta cocinar y descubrir nuevas experiencias culinarias. Yo estaba contento con mostrarle la comida de nuestro país. En las semanas siguientes tuvimos varias salidas hasta que vino el “flechazo”, cuenta Andrew.
Hoy se sienten felices. “Es muy cariñoso y siempre está pendiente de mí. Además estoy aprendiendo español y me encanta la cultura latina. Le estoy enseñando a cocinar. Quiero preparar una buena comida latina para sorprender a sus padres cuando vayamos a conocerlos”, comenta emocionada Andrea.
Lo cierto es que los casos donde el amor une a dos culturales diferentes son comunes. Seremos de diferentes nacionalidades, idiomas o culturas, pero en la mezcla está el sabor y todos hablamos el lenguaje del amor. (Memorias de The Prisma)
(Fotos: Pixabay)