En Foco, Opinión

El papel inhibidor de la religión en el pensamiento

Irán, rico en cultura e historia, equilibra tradición y modernidad. A pesar de sus profundas raíces religiosas, especialmente en el Islam chiíta, el impacto de la religión en el discurso intelectual y el progreso de la sociedad suscitan debates.

 

Rola Zamzameh*

 

La historia intelectual de Irán se caracteriza por periodos de floreciente actividad intelectual, salpicados por épocas de represión y estancamiento.

Durante la Edad de Oro islámica, Irán fue un centro de erudición que contribuyó significativamente a campos como las matemáticas, la filosofía y la medicina. Sin embargo, la llegada de corrientes más conservadoras del Islam y el auge del Islam político en el siglo XX han tenido profundas repercusiones en la libertad intelectual y el pensamiento del país. El chiismo, la rama dominante del islam en Irán, ha desempeñado un papel importante en la configuración del panorama intelectual del país. El principio de ijtihad, o razonamiento independiente dentro de la jurisprudencia islámica, ha permitido históricamente cierto grado de flexibilidad e innovación en cuestiones jurídicas y teológicas. Sin embargo, en el Irán contemporáneo, la autoridad de los clérigos y las instituciones religiosas ha limitado a menudo el alcance del pensamiento independiente y la innovación.

La imbricación de la religión y el Estado en Irán ha llevado a la imposición de la ortodoxia religiosa en el discurso intelectual. La Constitución de la República Islámica consagra el principio de velayat-e faqih, o tutela del jurista islámico, que otorga la autoridad suprema al Líder Supremo del país, que es también un clérigo de alto rango. Esta estructura jerárquica ha servido para reprimir la disidencia y restringir la libertad de expresión, sobre todo en asuntos considerados sensibles por las autoridades religiosas.

El gobierno iraní tiene un largo historial de censura y represión de ideas que desafían la ortodoxia religiosa o el poder político. Voces disidentes, como escritores, intelectuales y activistas, han sufrido acoso, encarcelamiento e incluso ejecución por defender el laicismo, los derechos humanos o los valores liberales. El miedo a las represalias ha llevado a muchos intelectuales a autocensurarse o a buscar el exilio en el extranjero, limitando aún más la diversidad de pensamiento dentro del país.

El conservadurismo religioso también ha impregnado el sistema educativo iraní, influyendo en el plan de estudios y limitando la libertad académica. Los libros de texto suelen hacer hincapié en las enseñanzas religiosas y la ideología, mientras que a veces se desalienta el pensamiento crítico y la investigación independiente. Los académicos que se desvían de la narrativa oficial corren el riesgo de perder su puesto o sufrir repercusiones profesionales, lo que crea un clima de conformidad intelectual en lugar de exploración.

El papel inhibidor de la religión en el crecimiento del pensamiento en Irán no sólo ha afectado a las esferas intelectual y cultural, sino que también tiene ramificaciones económicas. La innovación y la creatividad son motores esenciales del desarrollo económico en el mundo moderno, pero el restrictivo entorno intelectual de Irán ha mermado su capacidad para competir en la escena mundial.

El fenómeno de la fuga de cerebros, por el que personas con talento emigran a sociedades más abiertas, agrava aún más el reto de fomentar la innovación y el progreso dentro del país. A pesar de las limitaciones impuestas por la ortodoxia religiosa y el autoritarismo político, hay signos de evolución del pensamiento y la disidencia en la sociedad iraní. El uso generalizado de las redes sociales e Internet ha proporcionado vías para que los iraníes accedan a la información y participen en debates más allá de la narrativa sancionada por el Estado. Las organizaciones de la sociedad civil, aunque operan bajo fuertes restricciones, siguen defendiendo los derechos humanos, la justicia social y la reforma política. La relación entre religión y libertad intelectual en Irán es compleja y polifacética. Aunque la religión ha sido fuente de inspiración e identidad para muchos iraníes, su influencia hegemónica en la política y la sociedad ha obstaculizado el crecimiento del pensamiento y la innovación.

De cara al futuro, será esencial fomentar un entorno intelectual más integrador y pluralista para que Irán desarrolle todo su potencial y contribuya a la comunidad mundial de ideas. Mientras el país se enfrenta a los retos del siglo XXI, encontrar un equilibrio entre tradición y progreso será crucial para configurar su trayectoria futura.

*Rola Zamzameh: Periodista senior de la Comisión y el Parlamento de la UE.

(Traducido por Camila Marquez ) Fotos: Pixabay

*NOTA: Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Prisma

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