El continente negro, África no ocupa el primer lugar en lo que se refiere a la salida al exterior de sus habitantes. Compilaciones estadísticas de la OIM y de la Unión Africana calculan que, con un saldo mundial de 258 millones de migrantes, apenas 36 millones eran oriundos de esta parte del orbe; es decir, solo un 14%.
Historias cotidianas de naufragios y muertes en frágiles embarcaciones hacen creer que la mayoría de los migrantes africanos intenta salir del continente, pero la realidad es distinta.
Un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señaló que en 2019 más de 21 millones de africanos vivían fuera del suelo natal, aunque dentro del territorio de su continente.
Al mismo tiempo, creció el número de residentes en otras zonas del planeta, al pasar de aproximadamente 17 millones en 2015 a cerca de 19 millones en 2019. Esta dinámica de movimiento migratorio se mantiene actualmente. Dentro de África, buena parte de las salidas al exterior ocurren en la región norteña: en 2019, ilustró la OIM, Egipto tenía la cifra más alta de nacionales residentes en el extranjero, seguido de Marruecos, Sudán del Sur, Somalia, el Sudán y Argelia.
Algunos de los mayores corredores, vinculan a territorios como Argelia, Marruecos y Túnez, a Francia, España e Italia, lo cual refleja en alguna medida los vínculos poscoloniales y la proximidad geográfica.
En tanto, los que van de Sudán del Sur a Uganda y de Somalia a Etiopía, son el resultado de los desplazamientos a gran escala causados por conflictos internos, señaló el informe.
También existen importantes rutas de movimiento laboral hacia los estados del golfo Pérsico, por ejemplo, de Egipto a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.
Migraciones internas
No obstante, más de la mitad de los principales corredores migratorios en África son internos. El de Burkina Faso a la vecina Costa de Marfil constituye el segundo más grande de todo el continente, dice la OIM. Para el área subsahariana, los expertos avalan la primacía de los desplazamientos intrarregional y hacia otras zonas del territorio continental. Sin embargo, la realidad suele ser tergiversada.
Las investigadoras cubanas María Elena Álvarez y Evelyn López, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (La Habana) en un artículo titulado “Las migraciones africanas en la contemporaneidad: singularidades más relevantes”, afirman que los medios de comunicación occidentales, así como los discursos políticos, en particular los de la extrema derecha, manipulan el fenómeno.
“Más que tratarlos como migrantes los clasifican como forasteros peligrosos”, dicen.
De acuerdo con el experto Mbuyi Kabunda, Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenya, Botswana y Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido a más inmigrantes africanos que Europa.
Por lo tanto, existe una polarización de movimientos migratorios hacia los países con altos índices de crecimiento económico y políticamente más estable e, incluso, ocurren desplazamientos contrarios en el caso de producirse depresiones o conflictos en naciones receptoras, explica Kabunda. De igual modo, las guerras de África central –Grandes Lagos– y occidental –región del río Mano– convirtieron a países como Angola, República Democrática del Congo, Sudán, Ruanda, Congo Brazzaville, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil en exportadores de refugiados y emigrantes hacia las naciones vecinas u otras regiones del continente.
Álvarez y López insisten en que hay países que históricamente han sido receptores: Costa de Marfil, Nigeria, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenya, Botswana y Zambia.
Por otro lado, la mayoría de las migraciones africanas, opinaron las analistas, no están asociadas ni al conflicto ni a la pobreza extrema per se: “No suelen migrar los que menos tienen, sino los que han conseguido cierto nivel adquisitivo como para poder asumir los costos del desplazamiento”.
Esta lógica también impera a escala estatal; no son los países más pobres los que emiten más migrantes, sino los que han adquirido un cierto grado de desarrollo.
La mayoría de los africanos, argumentaron, “solo migra si tiene capacidades y aspiraciones personales para ello. Los que cubren distancias más largas suelen contar con ciertos recursos económicos y estar alfabetizados y cualificados, mientras que los más pobres y con menor nivel de escolaridad tienden a migrar menos y a destinos más cercanos”. Tal tendencia denota el abusivo robo de cerebro a los estados más empobrecidos, que ven salir año tras año a sus profesionales hacia otras tierras prometedoras de mejor futuro, según reconocen evaluaciones de las Naciones Unidas. PL
(Fotos: Pixabay)