En Foco, Opinión

Enfrentando el fundamentalismo islámico en Europa y más allá

En los últimos años, las sociedades occidentales, especialmente en Europa y Estados Unidos, se han enfrentado a la creciente amenaza del fundamentalismo islámico. Las semillas de este fenómeno han ido arraigando silenciosamente, planteando importantes desafíos a los principios de la democracia, la cohesión social y la seguridad nacional.

 

Estado Islámico. Foto de  Thierry Ehrmann /Flickr. Creative Commons License.

Rola Zamzame*

 

A medida que estas preocupaciones crecen, líderes como el primer ministro británico Rishi Sunak han advertido contra la creciente influencia de los gobiernos autocráticos, identificándolos como potentes adversarios para la estabilidad del Reino Unido.

El Islam, como otras religiones abrahámicas, se basa en la religión de la misericordia y la bondad. En el Corán, Dios presenta a Mahoma como «Rahmat- lil’Aalamin», que significa misericordia para todos los pueblos del mundo, y todas las surah del Corán comienzan con el nombre de un Dios que es bondadoso e indulgente, no vengativo y duro. Por desgracia, lo que estamos presenciando hoy en día con las acciones de algunos extremistas islámicos en el mundo es contrario a estas enseñanzas y está en total contradicción con la esencia principal del Islam.

Grupos extremistas como Al Qaeda, el ISIS, los talibanes, Hamás y Boko Haram consideran que estos comportamientos violentos son una interpretación totalitaria y radical de la religión.

El eje de los regímenes autocráticos, como subraya Sunak, representa un desafío polifacético para las naciones occidentales. Estos regímenes suelen abrazar ideologías contrarias a los valores democráticos y tratan de ejercer influencia más allá de sus fronteras por diversos medios, entre ellos el fomento del extremismo y el radicalismo. Esta influencia agrava la ya compleja cuestión del fundamentalismo islámico en Europa y Estados Unidos, afianzando aún más su presencia y amplificando sus consecuencias.

También en Bélgica, el espectro del fundamentalismo islámico proyecta una sombra cada vez mayor sobre las comunidades y los responsables políticos. El país, con su población diversa y su complejo panorama sociopolítico, se ha convertido en un terreno fértil para la propagación de ideologías extremistas.

Los casos de radicalización y actividades extremistas han aumentado en los últimos años, planteando importantes retos a las autoridades belgas y a la sociedad en general. Factores como la marginación socioeconómica, la polarización religiosa y las tensiones geopolíticas han contribuido a la vulnerabilidad de ciertos segmentos de la población a los esfuerzos de radicalización. Además, la situación estratégica de Bélgica dentro de Europa y la porosidad de sus fronteras la han hecho susceptible a la afluencia de combatientes extranjeros y a la difusión de propaganda extremista, exacerbando aún más el panorama de amenazas.

Los medios de comunicación alemanes han informado de que un grupo de partidarios de la instauración del «califato islámico» participó en una manifestación convocada por el grupo islamista «Musulmanes Interactivos» en Hamburgo (Alemania). El hecho de que los musulmanes alemanes aboguen por un gobierno de califato plantea cuestiones pertinentes sobre la integración. El deseo de un gobierno califal entre ciertos segmentos de la población musulmana refleja una penetración más profunda del extremismo islámico y de las crisis de identidad. Sin embargo, la negativa de algunos inmigrantes delincuentes a regresar a sus países de origen, limita la aceptación de inmigrantes honestos, aptos y productivos.

Los esfuerzos para hacer frente al fundamentalismo islámico deben trascender las medidas de seguridad convencionales y abarcar estrategias integrales que aborden las causas profundas de la radicalización.

Esto incluye invertir en educación, oportunidades económicas e iniciativas de integración social que empoderen a las comunidades marginadas y fomenten un sentimiento de pertenencia y ciudadanía. Y combatir el racismo. Además, la cooperación y el diálogo internacionales son imprescindibles para contrarrestar el carácter transnacional de las redes e ideologías extremistas. La idea de que los extremistas islámicos utilizan la islamofobia para propagar su ideología en las sociedades occidentales, especialmente entre los jóvenes, pone de relieve una compleja interacción de dinámicas sociales, culturales y políticas. Los extremistas islámicos suelen explotar los prejuicios y temores existentes contra el islam para promover sus propios objetivos y reclutar a personas vulnerables que pueden carecer de una comprensión matizada de las diversas creencias y prácticas de la comunidad musulmana.

Una forma que tienen los extremistas de conseguirlo es hacer hincapié en que la islamofobia es una forma de discriminación e injusticia, aprovechando así los sentimientos de alienación y marginación que experimentan algunas comunidades musulmanas en los países occidentales. Al presentarse como enemigos de la islamofobia, los extremistas intentan ganarse la simpatía y el apoyo de personas desafectas que pueden estar buscando una identidad o un propósito.

Además, los extremistas islámicos suelen distorsionar las enseñanzas islámicas y manipular los símbolos religiosos para justificar sus acciones violentas y sus ideologías extremistas.

Pueden presentarse como paladines del islam, a pesar de que sus acciones contradicen los principios fundamentales de paz, tolerancia y compasión que defiende la mayoría de los musulmanes de todo el mundo.

Además, la proliferación de los medios sociales y las plataformas en línea ha proporcionado a los extremistas oportunidades sin precedentes para difundir su propaganda y reclutar adeptos. Se aprovechan del anonimato y el alcance de estas plataformas para captar a personas vulnerables, especialmente jóvenes que pueden estar buscando pertenencia o afirmación en línea. En este contexto, la falta de comprensión sobre la esencia horrible e inhumana de las creencias y acciones extremistas entre ciertos segmentos de la población juvenil se convierte en una vulnerabilidad crítica. Sin la educación adecuada y la exposición a diversas perspectivas, los jóvenes pueden ser susceptibles a las tácticas persuasivas y las narrativas manipuladoras empleadas por los extremistas.

Los esfuerzos para promover el diálogo intercultural, la alfabetización religiosa y las habilidades de pensamiento crítico son esenciales para contrarrestar este fenómeno. Ofrecer a los jóvenes oportunidades para relacionarse con comunidades diversas, aprender sobre diferentes culturas y religiones y evaluar la información de forma crítica puede ayudarles a vacunarse contra la propaganda extremista y fomentar su resistencia a la radicalización.

Además, abordar las disparidades socioeconómicas subyacentes, la discriminación y la marginación que sufren algunas comunidades musulmanas puede ayudar a reducir la vulnerabilidad al extremismo y promover la cohesión social.

El espectro del fundamentalismo islámico representa un peligro real y acuciante para las sociedades europeas y estadounidenses, y puede ser combatido adoptando enfoques holísticos que combinen medidas de seguridad con intervenciones socioeconómicas y compromiso democrático.

*Rola Zamzameh:  Periodista senior de la Comisión y el Parlamento de la UE.

(Traducido por Camila Márquez) – Fotos: Pixabay

**Las opiniones del autor no reflejan necesariamente las de The Prisma.

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*