Declarada epicentro de la pandemia de la Covid-19 en dos oportunidades, Europa vivió un 2020 convulso que puso a prueba su capacidad de respuesta y sacó a la luz numerosos fallos estructurales. Y recibirá 2021 sin haber logrado contener la expansión del coronavirus SARS-CoV-2 ni la tan anhelada unidad regional.
De enero a mediados a noviembre, Europa acumuló cerca de 19 millones de casos de Covid-19, lo cual representa cerca del 30% del total reportado en el orbe, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A su vez, la cifra de decesos por dicha causa supera los 390.000, lo que equivale a aproximadamente un 26% de las muertes por la enfermedad a nivel global.
En conferencia de prensa, el representante de la OMS en la región, Hans Kluge, precisó que solamente del 1 al 19 de noviembre, el número de nuevos contagios fue de cuatro millones y más de 29 mil personas fallecieron en la segunda semana de ese mes.
Lo anterior significa que cada 17 segundos se produjo una muerte debido a la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2, indicó.
Kluge advirtió sobre la sobrecarga de los sistemas de salud, los cuales se vieron sobresaturados en marzo y volvieron a estar al límite de sus capacidades en países como España, Polonia, Francia, Reino Unido, Italia y Suiza a finales de este año.
Como muchas otras personalidades y organizaciones, el funcionario pidió hacer lo posible para evitar la pérdida de miles de vidas a diario y abogó por la aplicación de medidas adecuadas.
Por otra parte, recordó que las vacunas solo serán efectivas si todos los países tienen acceso y se distribuyen de manera equitativa.
La búsqueda de un fármaco que detenga el Covid-19 centra los proyectos y planes de la Unión Europea (UE), al igual que el resto del mundo, pero el hallazgo de un candidato efectivo demora y la espera está marcada por el empeoramiento de la situación en los 27. Ante la mayor crisis sanitaria de la historia reciente y en un continente golpeado fuertemente por el virus, el bloque comunitario no estuvo a la altura de las promesas realizadas y la continuamente resaltada unidad europea desapareció ante el llamado desesperado de Roma y Madrid en los primeros meses de 2020.
Como en oportunidades anteriores, numerosos debates y pocas acciones eficaces caracterizaron la respuesta de Bruselas y los errores cometidos reflejaron los problemas propios de sistemas que priorizan la economía por encima de los seres humanos.
El colapso de los centros de salud, el acaparamiento por los Estados más poderosos de medicamentos y artículos de protección, el abandono de los más vulnerables como ancianos y migrantes, la falta de prevención y de solidaridad, fueron solo algunos de los fallos que salieron a la luz en los primeros momentos.
A esto se suma una respuesta tardía y la falta de consenso para implementar un plan de recuperación económica, bloqueado por Polonia, Hungría y Eslovenia.
Ante la situación existente, el mundo no vio a un bloque regional, sino a países que actuaron de manera independiente y se dedicaron a posponer durante meses decisiones importantes.
Según el político español y exmiembro del Parlameto Europeo, Ramón Jáuregui, “la UE reaccionó tarde y mal. Las fronteras nacionales se cerraron desordenadamente, poniendo a Schengen en el congelador. Cada Estado buscó la provisión de material sanitario dónde y cómo pudo, a veces en abierta competencia entre ellos, sin que la Unión hiciera nada al respecto”.
Tras meses de caos y la muerte de numerosas personas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reconoció los errores cometidos y pidió perdón a Italia y España por abandonarlos en los momentos más difíciles.
La política alemana aceptó que la UE no estaba preparada para combatir la pandemia cuando esta comenzó y que las manos solidarias estuvieron ausentes cuando esas naciones más lo necesitaban.
A mediados de año, los contagios comenzaron a descender y los miembros de la alianza optaron por relajar las medidas restrictivas, entre ellas el confinamiento, los toques de queda y el cierre de comercios y escuelas.
Sin embargo, en octubre los contagios ascendieron y el viejo continente volvió a ser la región más afectada por la Covid-19, esta vez con agravantes como la denominada fatiga psicológica de sus ciudadanos, el incremento del desempleo, las afectaciones económicas, y el agotamiento del personal y los centros de salud.
Los terribles recuerdos de marzo y la inexistencia de una solución efectiva elevaron nuevamente las alarmas y varios Estados, entre ellos Reino Unido, Portugal, Polonia, Francia, España, Italia y Alemania anunciaron acciones como la declaración o extensión del período de emergencia, el fortalecimiento de las medidas y la vuelta a estrictos aislamientos.
Paradójicamente, fue también en muchas de esas naciones donde tuvieron lugar protestas contra las normativas aprobadas para intentar contener al coronavirus SARS-CoV-2.
En España, la formación Unidas Podemos acusó al partido ultraderechista Vox de promover una corriente que niega la existencia de la Covid-19 y de alentar actos violentos para rechazar las medidas implementadas por la dirección del país.
En este escenario y ante el temor de repetir los errores, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, convocó varias reuniones que concluyeron con declaraciones sobre la importancia de la unidad, la solidaridad y el respeto a la integridad del espacio Schengen, afectado por el cierre de las fronteras nacionales.
A mediados de noviembre, la comisaria europea de Salud y Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, aseveró que las divisiones observadas hicieron más vulnerables a los Estados miembros de la UE y alertó sobre las deficiencias que llevaron a la falta de coordinación y la escasez de medicamentos y equipos. (PL)