En Foco, Opinión

Negación del holocausto y auge fascista

Pese a parecer inconcebible, a mediados del siglo XX, a la par de los intentos germanos por desaparecer cualquier rastro físico del horrible crimen, surgió una tendencia a negar el holocausto y el dolor sufrido por millones de familias.

 

Photo Zeitfixierer. Nazi-Aufmarsch und Gegendemo 10. Flickr. bit.ly/2Izv8WK. License: Creative Commons bit.ly/1dsePQq

Glenda Arcia con la colaboración de Harald Neuber

 

Los partidarios de esconder los asesinatos defendieron teorías falsas como la inexistencia de intentos organizados por los nazis para matar a los judíos y de una orden expresa de Hitler con ese propósito; el registro de una cifra mucho menor de fallecidos; y la supuesta ausencia de cámaras de gas y otras instalaciones construidas para exterminar a los prisioneros del régimen.

No obstante, existen pruebas irrefutables de los horrores cometidos por el Tercer Reich, de las cuales la más contundente es el testimonio de los sobrevivientes a las persecuciones, torturas y atrocidades de los campos de concentración.

En 2005, la Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó la celebración cada 27 de enero del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto y emitió varias resoluciones en las que condena la negación de ese suceso.

Dicho organismo asegura que soslayar lo ocurrido es equivalente a aprobar el genocidio en todas sus formas y condena cualquier manifestación de intolerancia, acoso o violencia contra personas o comunidades por su origen étnico o creencias religiosas.

Ese crimen, que tuvo como resultado que un tercio del pueblo judío e innumerables miembros de otras minorías murieran asesinados, será siempre una advertencia para todo el mundo.

Una advertencia sobree los peligros del odio, el fanatismo, el racismo y los prejuicios, advierte uno de los textos publicados por la ONU.

Por su parte, el secretario general de esa organización, António Guterres, llamó a no olvidar los errores del pasado ni guardar silencio o permanecer indiferente ante el sufrimiento humano.

En 2007, la Unión Europea aprobó normativas que catalogan la negación del holocausto como un delito castigado con prisión, y naciones como Bélgica, Austria, Francia, España, Suiza y Alemania, lo tratan como una transgresión grave.

“El negacionismo es la variante más conocida del llamado revisionismo histórico y ha ganado terreno hasta en Estados Unidos. A esta tendencia no se le hacía caso después de la guerra y a sus defensores se les consideraba seudocientíficos, pero desde la década de los años 1960 ha ido creciendo. A nadie se le ocurre hoy decir que el holocausto no ocurrió, pero sí que fueron menos las víctimas”, dice Adriana Hernández, máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales,

Por su parte, Carlos Acosta, licenciado en Historia y máster en Estudios Socioculturales, asegura a Prensa Latina que “solo se beneficia de esto una fuerza tan reaccionaria y violenta como la autora de esos crímenes. El sentido común nos lleva al rechazo a aquel pasado, pero quien propone un olvido colectivo lo hace para beneficiarse y abrirse paso en el espacio político”.

“Existe una lectura de la historia nacional y regional en clave extremista. Pasan por encima de lo establecido y proponen su propia versión de los acontecimientos, le dan otro significado a los hechos y abren un espacio para nuevas conmemoraciones y personajes”, añade. Acosta también comenta que se observa un secuestro de la nomenclatura política y la mayoría de los partidos ultraderechistas asume en sus nombres términos como democrático, libertad y verdad.

Además, otorgan gran importancia a la identidad comunitaria, por supuesto en clave segregacionista, y hay un fuerte trabajo con lo simbólico: “el pasado nacional traído en clave extremista tiene toda una parafernalia simbólica y eso contribuye a unir, solidificar y representar muchas veces una idea”.

El profesor e investigador afirma que hoy la línea de la política está mucho más corrida hacia la derecha y que, aunque existen diferencias entre la Europa oriental y la occidental y cada nación tiene sus características, el auge extremista es preocupante en toda la región.

“El fascismo emergió en un momento de caída del liberalismo clásico, cuando hubo un quiebre del modelo de reproducción sistémica.

Europa occidental nunca llegó a la revolución pronosticada por Karl Marx. Lo que llegó fue el otro extremo: el fascismo”, explica.

“Hoy el mundo atraviesa un quiebre sistémico similar. Asistimos a una crisis total del neoliberalismo y vuelven a surgir determinadas propuestas que se replantean posibles salidas. Entonces nos preguntamos: ¿qué opción va a predominar? Creo que se aprende solo conociendo el pasado”, aseveró.

Como Acosta, numerosos analistas coinciden en la importancia de mirar atrás, analizar lo ocurrido y no olvidar. Solo así es posible evitar que se repitan los crímenes del siglo XX e impedir que continúen los del XXI. (PL)

(Fotos: Pixabay)

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