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Otras formas de narcisismo

Un reciente titular de The Conversation señala que cada vez más personas citan el “narcisismo” como causa legítima de separación o divorcio. Pero, ¿no podría ser esto una forma de narcisismo en sí misma? ¿Una obsesión con la misma actitud interesada de la que se acusa al otro?

 

Nigel Pocock

 

Parece totalmente así. C. S. Lewis señaló hace mucho que son nuestros peores defectos los que a menudo vemos con más frecuencia en otras personas.

¿Podría ser entonces que los acusadores de narcisismo están manifestando su propio narcisismo al acusar a sus “parejas” o cónyuges de narcisistas? ¿Es sencillamente que el “yo primero” o “Yo, Yo, Yo” (Raj Persaud)  de  “Generation Me” (Jean Twenge) se queja porque piensa que la hierba será más verde al otro lado de la colina, sin importar que esto es simplemente parte de una cultura que genera cada vez más egoísmo (la cual parece sustentar las mayores tasas de divorcios por segunda vez)?

¡Ay! ¡Cómo los ciegos guían a los ciegos! No solo Narciso murió por su egocentrismo, sino también Eco, enamorada de alguien tan egocéntrico que ni siquiera la vio, y mucho menos, su muerte.

Ambos están cegados. Al igual que nuestra propia cultura occidental está cegada, cegada por una obsesión egoísta. Está por todas partes, encapsulada en el refrán de los publicistas, “Porque tú lo mereces”, “Porque lo vales”, y etc.

Para obtener una respuesta, tenemos que retroceder 2000 años. A aquel que dijo que “no ha venido para ser servido, sino a servir y a dar su vida…” Esta, de hecho, es la respuesta.

Porque no es tratando de salvar nuestras vidas que nos salvaremos a nosotros mismos, sino que, paradójicamente, ¡es al perder nuestras vidas como nos salvamos!

¿Qué significa todo esto, más que en servir a los demás se encuentra nuestra salvación? Porque es una perogrullada psicológica, que al ser pro social y buscar primero el bienestar de los demás, se promueve nuestra propia salud personal y social. Esto no sorprende a ningún psicólogo o fisiólogo. Porque en la búsqueda del bienestar de los demás, se reduce el cortisol, la hormona del estrés (y con ello enfermedades relacionadas con el estrés), y también se libera oxitocina, la hormona de la confianza, y con ello, el vínculo social. Así pues, existe un ciclo de retroalimentación positiva entre ser pro-social y confiar.

A medida que uno se eleva, también lo hace el otro, y viceversa, hecho fuertemente respaldado por las estadísticas del sur de Estados Unidos y la antigua Confederación, donde cuanto más profundo y cerca se está de los antiguos centros de trata de esclavos, mayor es la disfunción social y mayores las caídas tanto en confianza como en comportamiento pro-social (Richard Wilkinson & Kate Pickett, The Spirit Level).

¿Qué debería hacer entonces el acusador que señala al otro con el dedo, el que dice: “¡Eres un narcisista! ¡Sal de mi vida! ¡Necesito pensar en mi primero!”?

Abordar las cuestiones de madurez y autoconciencia debería ser, sin duda, una prioridad: cuestiones de negación, disociación, ira, falta de perdón, arrepentimiento, humildad, voluntad de escuchar, y el desafío de servir a los demás, no a uno mismo: la maldición del “¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!” de la cultura occidental.

(Traducido por Lidia Pintos Medina) – Fotos:Pixabay

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