Crecen los temores por el ascenso político del ultranacionalismo europeo. Los horrores de ese pasado vuelven hoy a debate en todo el mundo, en especial cuando se observa un incremento de organizaciones y comportamientos extremistas.
Glenda Arcia
Harald Neuber
Crecen los temores por el ascenso político del ultranacionalismo europeo, reflejado en casos como la llegada de una organización de ese tipo al parlamento germano (Bundestag) por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.
Creada en 2013, Alternativa para Alemania (AfD) cuenta en sus filas con varios partidarios del nazismo y reacios a aceptar lo terrible y criminal del holocausto, por lo que su posible participación en la toma de decisiones a nivel nacional resulta preocupante. AfD entró en el Bundestag en 2017 y hoy es la tercera fuerza política del país con 89 escaños.
En 2019 llegó al Congreso de los Diputados de España Vox, que cuenta con 52 representantes en esa instancia y aboga por la abolición del sistema de gobierno descentralizado, la expulsión de los indocumentados y la eliminación de leyes que favorecen la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
Durante los últimos años se observó también el ascenso en Italia de la Liga, liderada por Matteo Salvini, defensor de políticas de fuerte carácter xenófobo y euroescéptico.
Asimismo, Hungría tiene como primer ministro al ultranacionalista y antiinmigrante Viktor Orbán; en Francia la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, derrotó al presidente Emmanuel Macron en las elecciones europeas y tiene aspiraciones de disputar el poder en los comicios de 2022.
Mientras, en Polonia gobierna desde 2015 Ley y Justicia, formación de extrema derecha fuertemente criticada por someter el sistema judicial al control político y atentar contra la libertad de expresión.
Según la máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales, Adriana Hernández, una de las principales causas del ascenso de la ultraderecha en Europa es la crisis de representatividad política y el desgaste de los partidos tradicionales, ya sean de la socialdemocracia o del conservadurismo de derecha.
«Las formaciones tradicionales no tienen respuestas ante problemas actuales como la situación migratoria, el terrorismo y la crisis económica. Ese vacío se convierte en una oportunidad para el fortalecimiento de organizaciones de nuevo tipo, de corte populista, nacionalista y autoritario, que proponen otro discurso y defienden posturas extremistas”, explica Hernández en entrevista concedida a Prensa Latina.
Uno de los aspectos que hacen más peligrosa a la ultraderecha, y agrupaciones como AfD son ejemplo de esto, es que su discurso populista llega a grandes segmentos de la población, por l que logran insertarse en el sistema político. Son anti élite tradicional, pero no desestiman los recursos políticos.
Prueba de ello es que llegan a formar parte de los parlamentos de varios Estados, apunta.
No obstante, el licenciado en Historia y máster en Estudios Socioculturales, Carlos Acosta, precisa que “la extrema derecha no es únicamente un fenómeno político, sino que posee espacios de actuación en todo el registro de lo social y cultural. Esto propicia que, en ocasiones, no llegue al plano nacional, pero sí al regional y autonómico”.
“Se trata de una problemática multifactorial y de registros profundos a nivel de la sociedad. Además, la manera de hacer política de esas fuerzas va más allá de los métodos tradicionales. Se mueven en el entorno de la música y el deporte, por ejemplo, y lo hacen con una facilidad extraordinaria que les da una acción popular extra, muy importante para sostenerse”, añade.
Asimismo, indica que uno de sus objetivos fundamentales es llegar a los jóvenes, sobre los cuales tienen una incidencia directa y donde encuentran apoyo y sostén. Esto se debe a que se trata de un sector muchas veces vulnerable e inestable, desde lo ideológico, cultural, social, económico y político.
Por otra parte, Hernández afirma que el gran chivo expiatorio de la ultraderecha es el migrante, que se convierte en el foco principal de sus ataques.
Asimismo, precisa que “entre los comportamientos xenófobos y racistas de esa corriente se encuentra el antisemitismo: los judíos, aunque sean residentes en el llamado Viejo Continente, no son considerados nacionales europeos”.
La investigadora también considera que países como Alemania estarán siempre asediados por el fantasma del antisemitismo y del holocausto, tema muy debatido y a la vez silenciado. “Durante mucho tiempo los alemanes no hablaban del asunto, fenómeno que también se dio en naciones como Austria, Checoslovaquia y Polonia. Existe el famoso problema de la culpa alemana y ahora se observa otro comportamiento preocupante: los sectores de ultraderecha siguen viendo al nacionalsocialismo como una alternativa que fue buena para el país y no descartan elementos de mano dura, racistas y contrarios a la diversidad étnica y cultural”, explica. (PL)
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