Globo, Mundo, Política

Toda esperanza de cambio yace en la izquierda

En tiempos de ultraderecha en todo el continente, urge consolidar una organización política que juegue el papel tradicional de vanguardia. Una vanguardia que recoja y sintetice las necesidades más urgentes de las mayorías sociales y al avance en la propuesta de un orden social esencialmente diferente para el futuro.

 

Juan Diego García

 

Desde una perspectiva de izquierda, en el panorama latinoamericano sobresale, en primer lugar, Cuba que apuesta abiertamente por el socialismo e impulsa actualmente una serie de reformas para potenciar sus recursos humanos y materiales, adaptando sus estrategias a los profundos cambios que registra la actualidad.

En Venezuela todo indica que los intentos (internos y externos) de destruir ese proceso han fallado y se consolida no solo el partido que orienta el proceso sino una organización popular de cierta solidez, factores ambos que han permitido hasta ahora salir airosos del duro bloqueo imperialista y de la acción saboteadora de la derecha local.

Según parece, una gestión inteligente de las alianzas internacionales permite al gobierno de Venezuela resolver de momento las formas más graves de la crisis por la que ha pasado hasta ahora. En Cuba y, con matices importantes en Venezuela, existe entonces no solo una vanguardia política solvente sino una organización suficiente de las fuerzas sociales que apoyan el proyecto.

Los avances aquí permiten entonces “avanzar en la medida de lo posible” y en determinados casos optar por “el mal menor” sin comprometer el futuro de su proyecto.

Otro tanto se podría afirmar con diferencias importantes en los casos de Bolivia y Nicaragua en donde se cuenta con apoyo ciudadano suficiente a las medidas de sus gobernantes y con formas de organización popular más o menos consolidadas.

También se avanza en el establecimiento de nuevas relaciones internacionales para superar la abierta hostilidad de las metrópolis.

¿Qué decir del resto de los países de la zona? Allí donde el gobierno se puede calificar de progresista (o al menos ajeno a las formas más duras del modelo neoliberal, tal como sucede, con muchas matices, en México o Argentina) la izquierda revolucionaria no puede menos que registrar la existencia de una derecha social y política bastante fuerte. Y ello contrasta con un movimiento popular muy disperso y con grados de organización bastante mejorables.

Apoyar a López Obrador o al peronismo sería sin duda un ejercicio de “escoger el mal menor” para poder avanzar  luego “en la medida de lo posible”.

Nada indica que existan condiciones que permitan allí una estrategia diferente a la izquierda pues no cuenta con un partido de suficiente entidad ni con un movimiento social que esté en condiciones de imponer cambios estructurales al modelo capitalista vigente.

Se trata de evitar los avances de una derecha empecinada en mantener y profundizar el modelo neoliberal y unas relaciones internacionales de grosera dependencia del capitalismo metropolitano.

Los nuevos gobiernos progresistas en Perú, Chile o en Honduras tampoco tienen un respaldo social de suficiente entidad como para esperar que impulsen medidas de corte radical.

No hay allí un partido revolucionario de madurez suficiente como para poder impulsar un proyecto de mayores alcances; habrá que contentarse con “el mal menor” y aprovechar bien las circunstancias para avanzar  “en la medida de lo posible”. Las muchas limitaciones de los movimientos sociales o sus limitaciones en organización y capacidad de coordinación en estos tres países justificarían que la izquierda opte por evitar que la derecha dura regrese al gobierno o sabotee el actual.

No debe ignorarse que la derecha mantiene el control de los principales resortes de la economía  y domina en aparatos tan decisivos como la justicia y la represión (el poder de los cuarteles sigue intacto, como una carta bajo la manga que la burguesía criolla y sus aliados extranjeros pueden utilizar en cualquier momento).

¿Qué decir sobre Brasil y Colombia, países en los cuales podrían ganar las próximas elecciones los candidatos progresistas?

Ni Lula ni Petro tienen tras de sí un movimiento social que esté en condiciones de imponer medidas que vayan más allá de modernizar y democratizar el orden actual.

Así ocurrió cuando el PT (Partido de los Trabajadores) gobernó en el pasado y nada hace pensar que ahora vaya a ser diferente.

Lo sensato es concluir que la izquierda brasilera, muy dividida y debilitada, optará  inteligentemente por el “mal menor” frente al peligro de que Bolsonaro repita en el gobierno; aquí valdría entonces la consigna de avanzar “en la medida de lo posible” pues objetivos más ambiciosos no pasarían de ser buenos deseos y nada más.

Y si en Colombia triunfa Petro (si antes no lo asesinan, como es tan usual en este país andino) su programa económico, aunque es bastante moderado, propone sí un cierto proteccionismo y cambios en el uso de los recursos naturales que dan a su proyecto un aire fresco de modernidad.

La izquierda debe hacer frente a una abstención amplia, sistemática y permanente que afecta a toda la sociedad, pero sobre todo a los sectores populares, los mismos que se comprometen con enorme entusiasmo y destacado heroísmo en las movilizaciones de protesta pero luego no acuden a las urnas, dando así una enorme ventaja a la derecha.

Apoyar a Lula o a Petro sería la opción más razonable para la muy dividida y desperdigada izquierda en estos países.

(Fotos: Pixabay)

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