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Buen arte reaccionario

Perry Anderson es un potente analista de las corrientes históricas y políticas y sería un error ir por la vida sin leerle, pero aunque «Diferentes velocidades, mismas furias» no es típico de sus preocupaciones, es característico por su destreza intelectual, su disección clínica y la frialdad de su tono. 

 

Sean Sheehan

 

El libro consta de cuatro ensayos sobre las novelas de dos escritores – «En busca del tiempo perdido», de Marcel Proust, y «Danza al son de la música del tiempo», de Anthony Powell (una secuencia de doce novelas interconectadas) -, comparándolas y contrastándolas para producir un juicio que resulta sorprendente.

Empieza con la biografía de Hilary Spurling sobre Powell (pronunciado «pole») y su fracaso a la hora de traspasar la apariencia superficial de un autor inglés supremamente urbano. En sus memorias, a propósito de su reticencia a revelar mucho de sí mismo, Powell observó que «no todo el mundo puede soportar la tensión de mirar hacia abajo demasiado tiempo en el cráter personal, con su escena de las actividades de Hieronymus Bosch que tienen lugar en las profundidades».

La famosa novela de Proust tiene aproximadamente la misma extensión que las novelas de Danza, pero mientras miles de libros se han ocupado de ella, sólo una docena se han dedicado a la de Powell. Anderson reconoce plenamente el logro de Proust -la escala monumental de la narración, la intensa interioridad de sus personajes, que mezclan lo cómico y lo trágico, y el primer tratamiento prolongado de las relaciones entre personas del mismo sexo en la literatura occidental-, pero llama la atención sobre su perspectiva limitadora del tiempo en términos puramente existenciales.

La historia se reduce a la materia de la nostalgia romántica y «la mística de la memoria involuntaria» es «esencialmente defensiva», un baluarte contra la mutabilidad y la señalización irreversible del tiempo hacia la muerte.

Powell también se enfrenta a cuestiones existenciales, pero dentro del marco histórico de las novelas (1914-1971), cada década está delineada con acontecimientos clave -de Sarajevo a Versalles, Guerra Civil española, Múnich, Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría- que envuelven a muchos de los 400 personajes (300 en Proust).

Políticamente, Powell era de derechas y a los liberales no les gustó que tachara de insustancial la ficción inglesa de posguerra, pero su juicio sobre el tipo de escritores que tenía en mente -William Golding, Muriel Spark, Margaret Drabble, Iris Murdoch y los Amises- tiene mucho a su favor.

Anderson cita con aprobación la noción de que «hay buen arte reaccionario y hay mal arte reaccionario» y argumenta que la «parábola tonal» de Powell ayuda a cimentar la arquitectura de doce novelas a través del tiempo.

El resultado es un «arte reaccionario» de alto nivel, y la comparación que Anderson hace de los dos escritores es muy rica, ya que contrasta la hipérbole de Proust, cuyo humor se alía con la sátira, con las litotes de Powell y su descripción de la comedia más general de la vida.

El último ensayo de esta serie de cuatro ofrece una visión general de la novela histórica como género, pasando por las «Cartas persas» de Montesquieu, Tolstoi, «El atlas de las nubes» de David Mitchell y «El libro de Jacob» de Olga Tokarczuk. El conjunto de estos cuatro ensayos hace de éste un libro valioso.

“Different speeds, same furies”, de Perry Anderson, ha sido publicado por  Verso.

(Traducido por Monica del Pilar Uribe Marin)

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