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El Bosco

De todos los grandes cuadros del Museo Nacional del Prado de Madrid, el que posiblemente atrae a más visitantes es «El jardín de las delicias» de Jerónimo Bosch.

 

Foto: Picryl. Public Domain.

Sean Sheehan

 

Es un tríptico de gran tamaño -más de 213 cm de alto y 365 cm de ancho-, pero hay que situarse lo más cerca posible del lienzo para examinar los detalles de las figuras y las escenas, y luego retroceder un poco para tratar de captar el sentido del conjunto.

Como dice Carroll en un nuevo e instructivo libro sobre el cuadro, hay una amplia secuencia en el tríptico. Cuando los postigos de los tres paneles están cerrados, se representa a Dios creando el cosmos; si se abren, se muestra la historia de la Tierra: desde el Jardín del Edén a la izquierda hasta el fin del mundo a la derecha.

Esta trayectoria tan familiar nos dice poco y Carroll se fija en lo que el Bosco podría decir sobre el paso del tiempo «y sobre cómo los seres humanos podrían haberse sentido y comportado antes y después de la invasión de la civilización».

Los avances técnicos – reflectogramas infrarrojos y rayos X – revelan que el pintor del «Jardín de las delicias terrenales» era un artista inquieto, que improvisaba mientras trabajaba, prescindiendo en algunos lugares del dibujo de fondo en favor de la aplicación directa de la pintura a la superficie del lienzo. Pensaba mientras pintaba.

La fuerza de este libro reside en la riqueza de las reproducciones, ya que en cada página hay imágenes que muestran secciones detalladas de los paneles y de los postigos del tríptico.

En el Prado no se puede estar mucho tiempo contemplando los paneles, con la cabeza estirada hacia delante para captar los detalles, mientras otros visitantes esperan para ocupar su lugar. Tenerlas en una página para contemplarlas y examinarlas es un lujo estético.

Las imágenes de alta resolución están disponibles en línea en el Proyecto de Investigación y Conservación del Bosco y también hay una útil aplicación, Second Canvas Museo del Prado, pero el libro de Carroll ofrece comentarios e interpretación a un nivel granular.

Un capítulo clave se centra en los paisajes de los paneles, sustituyendo la opinión común de que representan signos de «infestación satánica» por la de que transmiten la maravilla de las criaturas y plantas que existían cuando la Tierra era joven.

Foto: Wikimedia Commons. Public Domain.

Los paneles de la izquierda y del centro, que expresan con exuberancia la existencia primordial y los impulsos que darían lugar a la civilización, muestran al Bosco explorando la naturaleza humana y no humana, las formas de sociabilidad y la sexualidad.

Las imágenes del panel de la derecha, «un espectáculo apocalíptico» y «una imagen fracturada de la vida contemporánea en torno a 1500», se leen como un tropo político que permitía criticar el poder secular sin arriesgarse a atacar explícitamente a los ricos y poderosos.

Carroll no lee al Bosco como un proveedor de lo extraño o un idealista alimentado por la religión que denuncia la corrupción humana y la obra del diablo. Por el contrario, lo sitúa hábilmente como un artista humanista que da expresión a nuevas formas de pensar sobre el mundo humano en sus modos de ser naturales y políticos.

«Hieronyymus Bosch: time and transformation in the garden of earthly delights», de Margaret D. Carroll, está publicado por Yale University Press.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín)

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