Cultura, En Foco, Opinión, Páginas

Dame cobijo

Los relatos épicos y míticos eran buenos para visualizar bestias que sólo un héroe o un dios podía derrotar. Tales criaturas no suelen aparecer en las novelas actuales, pero la demencia podría describirse como un monstruo que no ha desaparecido, que sigue haciéndose más temible.

 

Sean Sheehan

 

La vejez es la batalla que cada uno de nosotros tiene que librar, «sin esperanza de que los bardos canten canciones sobre ti», y -descartando las ilusiones de que alguna presencia divina nos salve- el título de uno de los autorretratos finales de Munch es el que mejor resume el estrecho territorio en el que se libra el combate final: «entre el reloj y la cama».

En la geografía europea del proceso de envejecimiento de la novela, “Time shelter” (Refugio del tiempo), París, Berlín y Ámsterdam son para la juventud; Viena y Bruselas para la madurez; Roma, Barcelona y Madrid para aplazar el declive hacia la decrepitud; sólo Zúrich es considerada una buena ciudad para envejecer (Londres está presumiblemente fuera de la escala y no tiene calificación).

Zúrich también se distingue por ser aparentemente ahistórica, siempre neutral, y es aquí donde Gaustine, el personaje central de “Time shelter”, establece un sanatorio/clínica que recrea una época del pasado.

Ofrece un tratamiento prometedor a los enfermos de Alzheimer al permitirles habitar la década del pasado que elijan, con periódicos de la época y detalles de decoración de época.

El primer sanatorio parte de los años 60, pero la idea tiene éxito y se amplía a otras franjas horarias y clínicas en otros lugares.

Las personas sanas acuden a ellos como terapia, un «refugio temporal» para escapar de los problemas del presente.

Esta novela, sobre la centralidad de la memoria en nuestro sentido del ser, plantea una pregunta: «Si no estamos en la memoria de otra persona, ¿acaso existimos?». Es cierto que los seres queridos fallecidos siguen existiendo, de un modo no corpóreo pero profundamente sentido, para quienes los recuerdan. Pero quizá también imaginamos partes de nuestros recuerdos como una forma de contarnos historias a nosotros mismos, de decirnos quiénes somos, ficciones para persuadirnos de que somos esa misma persona que existió en el pasado. Necesitamos una trama -como las que se crean en las películas- pero, como admite un personaje de la novela, no hay trama: «Y ahí reside lo profundamente anticinematográfico de la vida. Nada más que irse de casa, volver».

El narrador anónimo, ayudante de Gaustine, se pregunta si es sensato resucitar el pasado, y su pregunta se convierte en apremiante cuando la política se mete en la idea. Los partidos políticos ganan tracción ofreciendo recrear distintas épocas de la historia de su nación y se celebran referendos sobre qué periodo de atraerá más a los votantes.

Puede que “Time shelter” sea una obra de fantasía, pero no hay nada de ficción en la disposición de algunas personas a creer en versiones falsas de su propio pasado y el de su país.

“Time shelter”, de Georgi Gospodinov, ha sido publicado por W&N (Weidenfeld & Nicolson).

(Traducido por Camila Márquez) – Foto: Pixabay

Share it / Compartir:

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*