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Picasso: la bella y la bestia

En octubre de 2023, la BBC emitió un documental sobre Picasso. Se centraba principalmente en él y sus relaciones con las mujeres. Ello evidenció el fracaso de los diversos comentaristas y entrevistados a la hora de conciliar las dos (supuestas) caras de Picasso: su «gran» arte y su comportamiento controlador hacia las mujeres, claramente violento y sexualmente abusivo.

 

Pablo Picasso. Foto de Beate Knappe /Flickr. Creative Commons License.

Nigel Pocock

 

Algunos entrevistados prefirieron la irracional estrategia de separar este egocentrismo total de su arte, creando una dicotomía psicológica y neurológica. Esto es completamente ridículo: Picasso era un todo, y tanto su arte como el trato que daba a las mujeres brotan de la misma fuente, su enorme ego.

Picasso, por supuesto, no es ni mucho menos el único «gran» artista que se ha comportado de esta manera (pensemos, por ejemplo, en D-G. Rossetti y Lizzie Siddall, y en muchos otros). Pero, ¿por qué? Philippa Perry (psicoterapeuta y esposa de Grayson) sugirió que la necesidad de control forma parte de ello, aunque más bien se echó atrás a la hora de intentar explicar cómo el arte y la violencia del Gran Hombre podían formar parte de un todo integrado. No fue la única, tal es la veneración por el Gran Hombre.

Sin embargo, la explicación no es complicada. Steve Taylor, del que se ha hablado recientemente en las páginas de The Prisma, ofrece parte de la explicación: el egocentrismo y la consiguiente desconexión y falta de empatía. Sólo es complicado para quienes no comprenden que el arte de Picasso forma parte tanto de su enorme ego como el trato que da a las mujeres.

Taylor se remonta a la antigua tradición de la «caída» -evidente en muchas culturas antiguas- junto con la ausencia de armas en las capas arqueológicas de una era prehistórica de recolectores, antes de un mundo asentado, neolítico (agrícola).

Una sociedad recolectora era totalmente diferente del capitalismo y el individualismo incipientes que le siguieron, con su actitud de «yo (o mi cultura) primero», con su dinámica de retroalimentación y refuerzo de actitud-acción.

De ahí lo de Picasso. Pero Taylor está completamente equivocado en cuanto al «sexo abierto» que alega. Analizando la versión bíblica de la «caída» (Génesis 3), John Walton llega a una conclusión completamente distinta. En un examen de las diversas palabras hebreas y de otros antiguos términos del Próximo Oriente, Walton descubre que, lejos de fomentar una sexualidad abierta -como Taylor y Picasso pretenden, y utilizada para explotar a las mujeres-, ocurre lo contrario.

La supuesta «costilla» de la que procede Eva («madre de todos los vivientes», y probablemente un arquetipo) está hecha del «adam» («el hombre», otro arquetipo) y es en realidad un término arquitectónico (y se utiliza así en otras partes del Antiguo Testamento, especialmente en lo que se refiere a la construcción del templo). No es un término biológico.

El «sueño profundo» en el que se encuentra el hombre («el adam») cuando le quitan el «costado» es muy probablemente un estado de trance o de visión, en el que experimenta la «creación» de Eva, no un procedimiento quirúrgico. De nuevo, la palabra se utiliza de este modo en otras partes del Antiguo Testamento, por ejemplo en el trance-sueño del profeta Daniel.

La conclusión a la que llega Walton es la de una «alma gemela» literalmente imaginada y experimentada en sueños, no la sexualidad pasajera de una unión puramente biológica, sino una visión de una relación permanente, mutuamente amorosa y comprometida, una visión de un nivel más profundo de la realidad.

Esto es exactamente lo contrario del Picasso totalmente egocéntrico, abusivo y controlador. Picasso quería ser Dios, se creía Dios y quería que sus mujeres le adoraran. Sus admiradoras cultas, también.

Algunos entrevistados intentaron excusar y exculpar a Picasso (como hace Philippa Perry) con el viejo tópico de «un producto de su tiempo». Esto puede ser cierto en parte. Pero sólo en parte. Picasso tenía libre albedrío. Se podría decir lo mismo de los esclavistas del Caribe.

Abusaban de la gente a diestra y siniestra. ¿Productos de su tiempo? Sí, pero siempre hubo definiciones alternativas de la realidad disponibles, si tan sólo se deseaba elegirlas. Picasso eligió alinearse con una determinada camarilla artística, con sus costumbres, valores, actitudes y acciones de refuerzo. Las atrocidades se vuelven más fáciles con la práctica, y su egocentrismo y sus comportamientos cada vez más condicionados lo reforzaron. Con ello se habrían legitimado las excusas, aumentado la disociación y la falta de empatía.

En Picasso había grandes temores, sobre todo a la muerte. Fumaba en cadena (casi ninguna foto le muestra sin su «dosis» de nicotina). Hoy sabemos que el tabaco contiene un antidepresivo natural (utilizado por los esclavistas para «apaciguar» a sus prisioneros a bordo de los barcos).

¿Quizás Picasso también estaba deprimido, pero en circunstancias muy diferentes? Gran parte de su comportamiento sugiere que probablemente estaba deprimido. ¿Cuánto tiene que ver con su educación? ¿El espíritu católico de su España natal? ¿El fascismo de Franco y el autoritarismo cultural? Esto no se exploró en la película, pero debería haberse hecho.

¿Por qué Picasso estaba obsesionado con la violencia de la plaza de toros? Debra Niehof (Universidad Johns Hopkins) relata cómo la violencia masculina está asociada a la necesidad de ganar, y cómo ganar es el ingrediente clave para elevar la testosterona.

Picasso luchó hasta el final de sus 91 años para ser el mejor innovador y el mejor depredador. Le dejaremos ahí, con un arte y un abuso que proceden de la misma fuente: su ego indiviso.

(Traducido por Camila Marquez) – Fotos: Pixabay

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