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Mayra Crean: Una vida de lucha por la salud y la igualdad

Vive en Londres desde sus 19 años. Aquí estudia, lucha y educa. Los giros de su vida la llevaron a abordar los desafíos en Salud Pública y la desigualdad reinante en poblaciones de bajos recursos, siempre con la mirada puesta en su Ecuador y las comunidades latinoamericanas.

 

Josefina Viano

 

A los 19 años Mayra se marchó del Ecuador, buscando mejores oportunidades para su vida, para su desarrollo profesional y su independencia económica. En su país natal era difícil la situación y había muchas complejidades económicas. Su familia, compuesta por 9 hermanos, atravesaba momentos apremiantes. En sus palabras: “Salí con el objetivo de progresar, me fui con una amiga, me contó su idea y en un mes preparé todo para irme. Recuerdo que no me atreví a contar nada en la facultad.  Fui a clases un viernes por la mañana y en la tarde estaba en el aeropuerto”. Pasaron más de 3 años, la adaptación no fue fácil y una serie de desventuras familiares hicieron que perdiera todos sus ahorros, conquistados con sacrificio. Entonces Mayra tuvo que quedarse  y decidió dedicarse a estudiar fuertemente.

“Solo después de 8 años de estar viviendo en el Reino Unido pude regresar al Ecuador, porque no logré tener la documentación antes. Cuando llegas a otro país los estudios anteriores no sirven y el idioma es un gran impedimento. Cuando llegué a Londres en inglés solo sabía decir  hola, adiós y gracias. Entonces me puse a estudiar el idioma y luego hice la carrera de Higiénico dental y terapista”, cuenta.

Mayra terminó esa carrera en 2006 y luego hizo una Licenciatura en Estudios Odontológicos y un Master en Salud pública. Desde 2018 es docente universitaria en las cátedras de “Salud Pública” y “Valores éticos de la profesión” en la Escuela de Salud y Ciencias Humanas de la Universidad de Essex y ya lleva varias especializaciones en el área.

Activismo político

Antes de salir de Ecuador, Mayra ya había transitado los caminos del activismo político y la lucha por la conquista de derechos.

Al poco tiempo de llegar a Londres, se reconectó con su experiencia y continuó con su activismo, junto a otros inmigrantes, pensando en Ecuador y atenta a los cambios de gobierno: “Escuché acerca de Rafael Correa. Me di cuenta que era un hombre transformador, y aquí empezaba a conocer mucha gente.  Nos empezamos a organizar con otros compañeros ecuatorianos, por la Alianza País, lo que hoy es Revolución Ciudadana”. En ese momento, participaba activamente de encuentros, reuniones, eventos culturales, destinados a apoyar los cambios que comenzaban a darse en el Ecuador: “Nos organizamos como activistas de la Revolución Ciudadana, reunimos personas de toda Europa. Apoyamos con esfuerzo y recursos al partido desde aquí. Y Correa fue presidente. Pero después, cuando Lenin Moreno se convirtió en presidente, nos desilusionamos mucho con su gobierno, nos sentimos traicionados.”

Para Mayra detrás de los ataques y las traiciones a los movimientos de izquierda que se dieron en la región “se encuentran los intereses de Estados Unidos, que están detrás de nuestros recursos. A quienes nos involucramos y queremos cambiar la realidad de los sectores más vulnerables, nos cuesta siempre muy caro. Ejercen mucha violencia contra nosotros. Así lo demostraron en Ecuador”.

Mayra Crean.

Un giro de la vida

Su activismo político estuvo atravesado por su historia personal: a los 37 años se acercó a un médico para un análisis de rutina, que no salió como esperaba. Resultó que tenía colesterol alto, y se encontraba casi diabética. Lo cual le resultó muy llamativo ya que este diagnóstico se alejaba del estilo de vida saludable que tenía en ese momento: ejercicios, buena alimentación, buen sueño.
Estos análisis llamaron su atención. Pero aún no sabía que sería un quiebre en su historia. Así relata ese momento: “Cuando me hicieron los exámenes, me quitaron muchas comidas, salvo los jugos que tomaba todas las mañanas. Me puse a investigar, recorrí las bibliotecas leyendo acerca del cuerpo, de la alimentación. Me encontré con un libro que hablaba sobre el azúcar,  el del gran nutricionista del Reino Unido, John Yudkin, “Pure, white and deadly: how sugar is killing us and what can we do to stop it(Pura, blanca y mortal: cómo el azúcar nos está matando y que podemos hacer para detenerla). Este libro fue censurado por las corporaciones azucareras quienes buscaron destruir su reputación.” En este punto, comenzaron una serie de descubrimientos al respecto.

En sus palabras, “las industrias azucareras son corporaciones muy poderosas, que tienen mucha influencia en los gobiernos y en los medios de comunicación, en todos los niveles. Quienes menos acceso a la información tienen, más sufren las consecuencias del consumo del azúcar”.

En su caso, dejó de consumir esos jugos y los análisis resultaron bien. Pero sabía que no todos corrían con esa suerte. Su camino comenzó a orientarse a la lucha por la salud pública” “Estamos hablando de las desigualdades a nivel social, de los inmigrantes, de los niños, de las poblaciones alejadas y más pobres, de los adultos mayores.”

Estos temas la atraviesan, la convocan a profundizar más, y a enseñar lo que sabe en su trinchera: el aula, con quienes la leen y escuchan:

“Trato de poner a mis alumnos en perspectiva, contarles aquello que sucede, explicarles por qué algunas personas no tienen la oportunidad, por las condiciones estructurales en las que se desarrollan, de acceder a la salud, al bienestar, a una vida larga y saludable”.

La trinchera

Con sus alumnos debate acerca del sistema de salud, no solo de Inglaterra y sus diferencias regionales, sino también del mundo. Les cuenta sobre la incidencia del FMI en las políticas públicas nacionales, de los Tratados de Libre Comercio, del rol del Banco mundial y de las multinacionales azucareras: “En Latam, en África, en grandes zonas de Asia, existen comunidades que no tienen ningún acceso a la salud, ni a la información, ni a los cuidados primarios, y esto sucede porque no hay políticas dedicadas a la prevención, a la libertad en decidir cómo y de que alimentar nuestro cuerpo. Tenemos que bajar los índices de las enfermedades prevenibles.” Manifiesta.

Para esta docente decidida e investigadora de profesión, sus estudiantes son nuestros profesionales del futuro, son quienes pueden evitar el dolor, y el sufrimiento de los demás: “Mi activismo es contarles acerca de estos temas, con la esperanza de que ellos, algún día, sean solidarios  y se dediquen a transformar la existencia de los más pobres, los que más sufren en la sociedad, los que nadie ve ni escucha.”

Los efectos del azúcar, y su invisibilidad, es un tema que la preocupa y que la tiene actualmente muy movilizada y confiesa: “Incluso he escrito varios artículos al respecto que, curiosamente, fueron eliminados”.

Derechos, salud y política: la misma cosa
Mayra es una persona abierta a los cambios que la vida trae, solidaria y atenta a los demás, una trabajadora y activista de una salud pública gratuita, universal, justa con el otro. Mayra educa, se educa y lucha desde su lugar.

Desde su cosmovisión política es fundamental que “le exijamos a los gobiernos mejorar la calidad de vida de las personas más vulnerables en términos de prevención, y de autonomía para decidir qué consumir y que no. Porque la gente se está enfermando muy joven, sin saberlo”.

“A los políticos – explica – no les gusta involucrarse en salud pública, porque los cambios al respecto llevan mucho tiempo y los mandatos son cortos. El azúcar es una problemática que nadie quiere abordar. Tenemos, por ejemplo, una pandemia de diabetes a nivel mundial. El debate tiene que darse en todos los ámbitos”.

Su reflexión es sobre cómo se relacionan en la actualidad nuestros derechos, nuestra salud y el sistema económico dominante.

Un mensaje a quien lee

Su lucha es por el acceso universal a la información, porque la verdad salga a la luz, por la visibilización y la concientización de nuestras comunidades: “Que la gente tenga conocimiento de los impactos negativos del azúcar en nuestro cuerpo, pero también que la gente tenga donde vivir, tenga agua, una vida decente.”

Cómo una conclusión final, cómo un mensaje a los lectores emparentados con su propia historia, Mayra les pide “que luchen, que se organicen, que busquen la transformación de nuestras comunidades a través de la información y el cuidado del otro. Y no subestimen el poder de cuidar nuestro cuerpo, no consuman comidas procesadas, azúcares embotellados, consumamos lo que consumen nuestros ancestros, de la tierra a la mesa. Lo ultraprocesado podrá no matarte mañana pero a la larga lo va a hacer”.

(Fotos suministradas por la autora y autorizadas para su publicación)

 

 

 

 

 

 

 

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