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Rubén Szuchmacher: El teatro nos recuerda que los demás existen

La pandemia provocó la ruptura de la relación entre espectadores y puesta en escena. Y las artes escénicas deben ser una versión diferente de la realidad, que sostenga el espíritu colectivo de la sociedad después de meses de aislamiento. Así lo piensa este actor y director argentino. Memorias de The Prisma.

 

Rubén Szuchmacher

Entrevista: Daniela Arias Baquero

 

Nació en el seno de una familia caótica donde no había imposiciones respecto a lo que se debía hacer o no.

Sus padres eran amantes de la lectura y el teatro por lo cual estimularon su vocación desde temprana edad.

Pese a que creía que iba a dedicarse a la música, empezó actuar desde niño en un teatro judío hasta que el teatro lo absorbió por completo.

Su única formación académica fue la escuela de dirección en ópera del Teatro Colón. Todo lo aprendió bajo la luz desnuda del escenario y su materia, al lado de directores y actores.

Su amplia experiencia en todas las áreas del teatro y su afán por querer saber más, forjaron su carácter crítico como un director que se cuestiona más allá de los patrones culturales.

Las artes escénicas pueden develar lo que está oculto a los espectadores.

Así sucedió con la pandemia que es para Szuchmacher un golpe al narcicismo humano.

“Hay una cierta omnipotencia en el conjunto de la sociedad, que cree que puede destruir el planeta y esto vino a recordar que también somos parte de la naturaleza, porque una entidad microscópica nos está diciendo cómo tenemos que vivir y eso es una herida narcisista”, dice.

Reconoce que jamás imaginó que le iban a decir que tenía que quedarse en casa y que no iba a poder hacer teatro.

Con más de 50 años de intensa actividad, incluso durante la dictadura militar en Argentina, es la primera vez que el artista ve cuestionado el teatro en un momento que describe como “el colmo de la globalización” pues “nadie vivo tiene los instrumentos para pensarlo porque no se había visto una situación similar antes”.

En entrevista con The Prisma, Rubén Szuchmacher habló de las artes escénicas que, por su carácter inaprehensible, son también políticas y la situación del teatro en América Latina durante la pandemia.

¿A qué se refiere con la naturaleza incapturable de las artes escénicas?

Las artes, como los hechos históricos, no se pueden intervenir, solo se viven.

Yo puedo tomar un libro y sigue estando, lo mismo puede ser con cualquier obra de teatro como texto, pero un espectáculo no está en ninguna parte.

Nada de lo que he hecho está en ninguna parte ni va a estar, solamente existe en el momento que acontece, pero aun entonces no lo puedo capturar y aún así quisiera cambiaría su forma.

El teatro no se puede asir y eso hace que para muchas personas sea insoportable.

En una entrevista con la Izquierda Diario usted dice que las artes escénicas tienen una condición profundamente subversiva, ¿por qué?

No, yo no digo que sea subversivo, eso no está en mis palabras, sino que son políticas. A veces las artes escénicas son lo contrario de la subversión, son la estabilidad más absoluta y la fijación de lo establecido. Creo que todas las artes escénicas son políticas precisamente por la simultaneidad de presencia. Es como si fuera la asamblea política, está la escena que emite hacia un grupo de espectadores que a su vez reacciona, favorable o desfavorablemente, en relación a lo que produce.

Yo parto del principio de Hannah Arendt, que plantea que “un hombre solo no constituye la política, sino que la política es lo que hay entre los sujetos”.

El teatro se constituye en ese “entre”, no hay obra sin espectador ni viceversa. En el teatro tienen que estar los dos términos, entre los dos hay una lucha, una tensión o una relación amorosa.

Muchas veces los espectadores adhieren totalmente a lo que la escena le provoca, otras veces la rechazan completamente y eso es exactamente la política.

¿Cómo contribuye el teatro a develar los patrones culturales que también están en la política?

La única manera en que puede ayudar es a pensar que existe lo colectivo, el teatro puede ayudarnos a ser fuertes y resistir para que la gente siga encontrándose, no necesariamente en manifestaciones; una cosa que está pasando es que gran parte de la humanidad cree que no existen los demás, y creo que este es uno de los problemas más serios del capitalismo en estos momentos.

El teatro recuerda que hay que salir y encontrarse con los desconocidos, porque el 90% de las veces la persona que está sentada al lado uno no la conoce y aun así, estamos compartiendo algo. Hay que sostener esa educación porque el teatro con su propia práctica está diciendo que existen los demás, que no estás solo en el mundo.

¿La pandemia transformó las artes escénicas con la virtualidad?

La realidad es que no vemos teatro, sino vemos artes audiovisuales, que ya la humanidad conocía desde los años 50: teatro televisado.

Con los dispositivos caseros se hace lo mismo, aunque sean precarios, pero el procedimiento es similar, más allá que sea un streaming o que sea una trasmisión en vivo o esté diferido, lo cierto es que no estamos en el mismo espacio.

Hay gente que cree que el video que mira de una obra es «teatro», pero eso es un resto, es como una sesión de fotos, es algo que recuerda que ahí hubo una obra, lo cual está muy bien pero no es lo mismo. Uno vivió algo hermoso, luego mira la foto y recuerda, pero el suceso se fue, el suceso desapareció por más que se repita todos los días.

¿Cómo podrían las artes escénicas ayudar a encontrarnos en estas condiciones?

No tengo idea, creo que lo difícil no es quedarse en casa sino que lo difícil es aceptar eso que se niega todo el tiempo: que la muerte ronda. Para mí el problema fundamental es que la pandemia hace que la gente se muera si no se cuida. Eso no es un pequeño detalle, es muy difícil de elaborar, por eso mucha gente niega esto.

Me da la sensación que hay que hacer de todo para superar este momento donde la muerte se nos hizo tan presente.

Todos conocemos personas que se han muerto de COVID, entonces el virus metió un elemento que no estaba previsto, y eso produce una gran angustia. El teatro sirve para olvidar o por lo menos para que esa angustia no esté presente.

¿Qué hace falta en Latinoamérica para que aquellos que quieren vivir del teatro puedan hacerlo?

La mejor manera de triunfar es darnos cuenta de lo que somos en realidad, es por eso que los artistas debemos aceptar que somos una parte pequeña en la sociedad y eso en términos del capitalismo es un problema. Es importante exigirles a los gobiernos que nos protejan como a una minoría.

Los actores deben luchar por mejores condiciones, no aceptar las migajas de los gobiernos y estos tienen que proteger una actividad que no es rentable, especialmente para mucha gente invisible en el sector como los técnicos, los que trabajan en la taquilla, los acomodadores, etc., que no tienen forma de ganar dinero pues ahora no hay actividad teatral.

¿Qué tipo de temas de manejo escénico pueden ayudar a los espectadores a darse cuenta de la realidad en crisis?

Me niego hablar de temas, creo que en el arte precisamente no hay que hablar de esto. El teatro tiene que ser divertido, es decir, una versión diversa de lo que existe. Si todo el tiempo se habla de la pandemia no tengo ganas de ir al teatro a hablar de eso. Quiero que me canten una canción muy hermosa. Me gusta cuando dejan que la gente piense lo que quiera y seguro que, en ese momento de sincronía, estaré pensando en lo que otro quiso que pensara. Diciembre 2020.

(Hamlet CTBA. Fotos de Carlos Furman, autorizadas para su publicación)

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