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Prostitución, abuso y derechos humanos

La prostitución se reduce a menudo al tema del trabajo sexual o se asocia a la libertad sexual. Sin embargo, un enfoque más amplio ilumina el hecho de que la prostitución es el resultado de la violencia contra las mujeres.

 

Mabel Encinas

 

El “trabajo sexual” se define como un intercambio de servicios sexuales a cambio de una remuneración. Se asume comúnmente que este intercambio es negociado por adultos, que deciden participar como proveedores o clientes en la “industria del sexo”.

El tema de la libertad de elegir puede ser cuestionado en muchos sentidos. Además, si la prostitución es vista sólo como trabajo, como “trabajo sexual”, algunos datos pueden delinear las condiciones hostiles en las que se realiza un trabajo de este tipo. ¿Qué forma tiene la prostitución? Para empezar, una gran mayoría de los trabajadores del sexo son mujeres, mientras que una gran mayoría de los proxenetas o chulos son hombres. Los clientes, los que pagan por sexo, también son en su mayoría hombres.

La prostitución infantil y una historia de entrada temprana a la prostitución (en la vida de las prostitutas), su subordinación al control y poder de los proxenetas y el hecho de que muchas llegan a la prostitución como resultado de la trata de personas (en todos los ámbitos: local, nacional e internacional) muestran que no es en realidad una elección (ni tiene que ver con la libertad sexual) para quienes “prestan sus servicios” en tal «industria».

Las mayores tasas de violación de prostitutas en relación con la población total (perpetrados principalmente por “compradores de sexo” y proxenetas) y los malos tratos por parte de la policía, evidencian la discriminación y los abusos cotidianos ​que ​enfrentan las prostitutas.

Testimonios de prostitutas y ex prostitutas hacen evidente que son percibidas y tratadas como objetos.

En el abuso que reciben, las prostitutas suelen ver la otra cara de la moneda en el comportamiento de los hombres, que en otros lugares a menudo se comportan de una manera bastante adaptada a la sociedad.

En muchos países, los servicios públicos le son negados a las prostitutas. La falta de servicios de salud física y mental, vivienda, educación, derechos de maternidad y de una resolución a su estado migratorio se suman a las dificultades que enfrenta este grupo social. En resumen, la prostitución no tiene que ver con la libertad sexual, sino con el abuso sexual. El “trabajo sexual” cosifica a los seres humanos. La cuestión moral que subyace a una estrategia para hacer frente a la prostitución no tiene que ver con cuestionar la libertad sexual, sino con cuestionar la cosificación de las mujeres (y hombres) involucrados en la prostitución.

La prostitución no es la profesión más antigua del mundo, sino el abuso de seres humanos más antiguo del mundo.

Las cuestiones moral y práctica que deben ser enfrentadas tiene que ver con el empoderamiento de las prostitutas, para que tengan mejores condiciones de vida y opciones reales acerca de lo que hacen y lo que quieren hacer.

Tanto la criminalización como la despenalización de la prostitución, que ponen en el mismo saco a todos los involucrados en ella, ni ha cambiado radicalmente las condiciones de vida actuales o potenciales de las prostitutas, ni ha reducido la prostitución.

En ambos casos, las prostitutas siguen subordinadas a las poderosas redes que dominan el negocio del sexo.

A fin de defender los derechos humanos de las mujeres y la construcción de una sociedad más justa, las leyes tienen que ser utilizadas para transformar las relaciones de poder en la «industria». Esto sólo puede lograrse mediante la diferenciación de los involucrados y el reconocimiento del abuso que subyace en la prostitución. Esto implica la despenalización para las prostitutas(os), junto con la criminalización de quienes compran sexo y de quienes ejercen el control sobre las prostitutas. El cambio de las leyes, sin embargo, no es la única necesidad en esta tarea. Necesitamos cambiar la manera en que se aborda la prostitución.

Hace falta ofrecer educación tanto a la policía en particular, como a la población en general. Hace falta también ofrecer apoyo social y crear, al mismo tiempo, oportunidades reales y opciones para las prostitutas en términos de sus vidas presentes y aspiraciones para el futuro.

Esto se ha llevado a cabo en Suecia, por ejemplo, como parte del Modelo Nórdico.

Tenemos que hacer frente al problema de derechos humanos que subyace en la prostitución.

(Photos: Pixabay)

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