En Foco, Opinión

La saga de Wikileaks (I): ¿Por qué es necesario?

Su existencia es necesaria, en pos de un mundo más justo. Su influencia en la sociedad contemporánea trasciende el mundo diplomático y desafía la transparencia de los poderes políticos y económicos hegemónicos del planeta.

 

Fidel Narváez

 

El mundo de la diplomacia, entendida como la ciencia que estudia y practica las relaciones cordiales y oficiales entre Gobiernos de Estados independientes con base en la inteligencia y el tacto (práctica que demanda cierto grado de discreción), no había experimentado jamás, a nivel global, un terremoto de la magnitud de Wikileaks.

Hay quienes piensan que Wikileaks implicará un ‘antes’ y un ‘después’ para el sistema de la diplomacia global, en una era en que los ciudadanos están cada vez más empoderados por el internet y el acceso digital a la información y que, sobre todo, exigen tener mayor participación en la forma en cómo está gobernado el mundo.

El debate sobre la legitimidad y la relevancia de Wikileaks es mundial.

Una corriente desde la academia, por ejemplo, cree que los diplomáticos en adelante actuarán con mayor secretismo, y que la única consecuencia positiva de los Wikileaks para la diplomacia sería que, en cierta manera, se habría “desmitificado” esta profesión. Percibida por muchos como una actividad en la que prevalecen el glamour y las reuniones sociales, la diplomacia es en la realidad una actividad que requiere de preparación y conocimientos técnicos, así como de demandantes rutinas administrativas.

La influencia que está teniendo Wikileaks en la sociedad contemporánea, así como las “secuelas” que está generando, trascienden el mundo diplomático, puesto que las revelaciones que se han hecho han sido sobre los gobiernos y su accionar, más que sobre la diplomacia en sí misma. Wikileaks, por tanto, desafía la transparencia de los poderes políticos y económicos hegemónicos del planeta, además de ser una lección para los mass media, si consideramos que una sola organización de activistas ha logrado publicar más documentos “clasificados” que el conjunto de todos los medios de comunicación masiva en el mundo juntos.

El debate sobre Wikileaks pertenece entonces al terreno político, en el que las posiciones son más categóricas y radicales.

El gobierno de los Estados Unidos, por ejemplo, ve que los actos de Wikileaks riñen con la legalidad, pues sus estratagemas han sido expuestos públicamente como nunca antes, quedando comprometido con abusos de poder a todo nivel.

Sus principales argumentos son que todo Estado tiene “derecho” a manejar información secreta y que la publicación de información sensible podría acarrear riesgos a informantes o partes involucradas.

Pero lo cierto es que Wikileaks cuenta con un enorme apoyo de la sociedad civil organizada, del periodismo realmente independiente y de esa intelectualidad contestataria que cree en el derecho de la gente a conocer cualquier acción que se emprenda en su nombre, y que considera que Wikileaks es una de las mejores contribuciones  para alcanzar un mundo más  transparente.

Wikileaks representa una nueva categoría de comunicadores, que combina el activismo con el periodismo investigativo, y que al haber desnudado y puesto de cabeza a más de un gobierno o poder económico, transmiten un mensaje implícito en sus revelaciones: “Quien esté involucrado en un proceder inmoral o injusto, será revelado y deberá afrontar las consecuencias.”

Desmitificación

Si Wikileaks aparentemente desmitificó la profesión de los diplomáticos, bien le vendría a la diplomacia tradicional, analizar una serie de mitos que se han ido creando sobre Wikileaks.

La categorización de “piratas cibernéticos, que hackean  información secreta” está fuera de lugar. Si uno de los roles fundamentales del periodismo es hacer públicas las acciones de los gobiernos, por más que estas puedan causar incomodidad, Wikileaks lo ha hecho con valentía.

Su labor periodística y su contribución a la defensa de los derechos humanos está reconocida por organizaciones de periodistas a nivel internacional, así como por prestigiosas instituciones como Amnistía Internacional, la Fundación para la Paz de Sídney, la revista The Economist, la Unión Nacional de Periodistas Italianos – con el Premio Piero Passetti – y, el reconocimiento a la libertad de prensa con el Premio José Couso concedido en España, entre muchos otros.

Desconocer estos méritos solo puede darse desde la animadversión, como se deduce de la opinión del Director de la organización Fundamedios, en Ecuador, cuando dice: “Wikileaks no hace periodismo, sino filtraciones […] resulta un verdadero absurdo querer decir que lo de Assange es un modelo de periodismo de investigación”.

Paradójicamente, Fundamedios, y su director, participaron con gran entusiasmo en la Conferencia Latinoamericana de Periodismo de Investigación 2011, donde el expositor estelar fue justamente uno de los voceros Wikileaks, quien fuera invitado para dar cátedra (¿de filtraciones?) a decenas de los más experimentados periodistas del continente.

Periodísticamente Wikileaks funciona como una plataforma que recibe, procesa y hace pública información filtrada por individuos alrededor del mundo, conocidos como whistleblowers, quienes se deciden a denunciar algún acto de corrupción o de abuso de poder.

La mayoría de denuncias no provienen de hackers, sino de personas con acceso directo a la información.

Por ejemplo, se cree que dos millones y medio de personas del  cuerpo civil y militar tendrían acceso al sistema Secret Internet Protocol Router Network, Siprnet (la red informática del Departamento de Defensa de Estados Unidos), para el intercambio de información clasificada hasta el nivel de “secreta”.

El compromiso de Wikileaks con los whistleblowers – entre los que habrían muchos funcionarios, militares y empleados de grandes empresas- es el de proteger su identidad, tal como cualquier periodista protege a sus fuentes. Para el resguardo de su anonimato Wikileaks utiliza complejos sistemas informáticos de encriptamiento y de seguridad.

Otro mito dice que “Wikileaks es anarquismo que busca la destrucción del estado”. Julian Assange, el líder de Wikileaks, afirma estar consciente de la importancia de las instituciones y de lo difícil que es llegar a construirlas.

Un claro ejemplo de esto es la nueva legislación en comunicación implementada por Islandia, hecha prácticamente con base en la propuesta Icelandic Modern Media Initiative (IMMI), elaborada y presentada justamente por Wikileaks, y que pretende convertir a ese país en un “paraíso” para la libertad de información y de expresión o, en palabras de sus proponentes, en “lo inverso a un paraíso fiscal, donde todo es oscuro”, creando así una jurisdicción que protege, como en ninguna otra parte del mundo, la publicación del periodismo de investigación a nivel mundial.

Las filtraciones de Wikileaks

Es incorrecto reducir el accionar de Wikileaks a un enfrentamiento exclusivo contra el Pentágono. Hay numerosos y significativos ejemplos de campañas

desatadas por Wikileaks, enfrentando a gobiernos y  poderes corporativos que nada tienen que ver con los Estados Unidos.

Uno de ellos es el reporte “Kenia: El llanto de la sangre – Ejecuciones extrajudiciales y desapariciones”“ de la Comisión de Derechos Humanos de Kenia, que daba evidencia de más de 500 ejecuciones y desapariciones de jóvenes kenianos a cargo de las patrullas parapoliciales del expresidente Daniel-Arap Moi, y de la draconiana corrupción de su régimen. El reporte tenía prohibida su difusión. Se considera que la misma jugó un papel decisivo en el resultado de las elecciones en Kenia del año 2007.

Pero también esta a un reporte confidencial de la multinacional Trafigura, acusada de exportar ilegalmente desechos tóxicos desde la Unión Europea a África, afectando la salud de decenas de miles de personas. El reporte alertaba a la compañía de los graves daños que causaría en Costa de Marfil, como en efecto, un informe posterior de la Naciones Unidas aseveró.

Y otros dos casos son, uno el de la documentación reservada de la Unidad de Investigación Climática de la East Anglia University, en Inglaterra, en la que se evidenció la manipulación de datos realizada por algunos científicos para favorecer sus tesis de Cambio Climático. Para muchos ha sido el “peor escándalo científico de nuestra generación”.

Y dos, el esquema de fraude del Banco Kaupthing que causó la catástrofe financiera y bancaria de Islandia.

La prensa en Islandia tenía una prohibición judicial de hacer pública información bancaria “confidencial”. Hoy en día hay varios connotados banqueros en la cárcel.

(NOTA: Versión editada de la original publicada en la revista ecuatoriana «Línea Sur»)

(Proxima semana: La saga de Wikileaks: el desafío al poder hegemónico)

 

 

 


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