Migrantes, Multicultura

Deportaciones, la pesadilla de un sueño

Se ha convertido en la caza del gato contra el ratón. Mientras los segundos intentan labrarse un futuro mejor lejos de sus países de origen, los primeros intentan romper con sus esperanzas. Las expulsiones pueden poner en riesgo la integridad o la vida de una persona.

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Raman Alabau

 

Las puertas de un centro de internamiento de inmigrantes cercano a la capital británica se abren dejando paso a un autobús. Sobre el vehículo, inmigrantes de etnia Tamil. Su destino es el aeropuerto, donde un avión les devolverá a Sri Lanka, de donde escaparon un día buscando esperanzas en otra parte del planeta.

Un grupo de amigos y de miembros de diferentes ONGs forman una barrera humana para intentar frenar, por un momento, el “trágico” destino de estas personas expulsadas del Reino Unido. Su delito, ser foráneos y no contar con un visado en vigor.

Según Human Rights Watch, muchas de las personas deportadas a Sri Lanka han sufrido abusos por parte de las autoridades locales. Un trato vejatorio, tortura, maltrato, son algunas de las denuncias constatadas. A pesar de que UK Border Agency dice garantizar la seguridad de los repatriados.

Exigen al Gobierno británico que suspenda las expulsiones forzosas que muchos individuos sufren en contra de su voluntad. Las deportaciones normalmente se producen cuando una persona comete un delito o supone un riesgo para la seguridad de la sociedad.

Pero vivir en situación irregular es una de las principales causas. Ser expulsado supone no poder volver a Gran Bretaña en 10 años.

Previamente a las deportaciones, los extranjeros son retenidos en esta especie centros con forma de cárceles, y la estancia depende de cada caso.  Hay personas que pueden estar desde solo dos días a más de seis meses.

Migreurop, una organización enfrentada a las deportaciones, reclama mayor transparencia de las instituciones para conocer la realidad de lo que sucede en los centros de retención. Afirman que las expulsiones son un ataque a la “dignidad humana y contradicen los tratados internacionales”.

En el Reino Unido, los centros son controlados por la policía, son gestión por empresas privadas y organizaciones sin ánimo de lucro.

Detrás de los muros y bajo la atenta vigilancia de las cámaras de seguridad, se ofrece asistencia social y se permite, con las debidas restricciones, el contacto con los familiares y abogados.

El informe “Fronteras Asesinas”, de la Red de Migraciones Europea, señala que los centros suponen un ataque a los derechos humanos y que se caracterizan por la opacidad y por el secretismo de su funcionamiento. Se estima que en Europa hay un total de 280 instalaciones que albergan temporalmente a inmigrantes ilegales.

The Prisma ha tenido la posibilidad de conversar con una activista que rechaza las repatriaciones protagonizadas en Inglaterra por la Home Office. Por motivos de seguridad y para evita cualquier tipo de represalias, la entrevistada se identifica bajo el seudónimo de María Pérez.

La activista critica que las políticas conservadoras del Gobierno de David Cameron, de hacer infranqueables las fronteras, van en contra del desarrollo de la humanidad. «No es un asunto sólo económico, sino de vivir juntos, donde si se va a pique un ‘pedazo’ del planeta, todos nos hundimos», puntualizó.

Entre las principales necesidades de los internos, hace hincapié en el desconocimiento de sus derechos. “Hay inmigrantes que están durante mucho tiempo encerrados. Están como en el limbo, no saben ni cómo entrar ni cómo salir. Siempre aconsejamos que busquen el asesoramiento del servicio social que existe en muchos centros, no en todos”.

“Sale más rentable tener una biblioteca que personal de asesoramiento, de todas formas, en estos lugares los inmigrantes también pueden encontrar la información que les permita la entrada temporal al país”.

Confiesa que muchas personas, bajo la presión de un interrogatorio “hablan más de la cuenta  y hace que identifique a más personas en su misma situación irregular, como a sus familiares”.

“Muchas deportaciones se realizan con tanta rapidez que no da la oportunidad que recojan sus posesiones o incluso cancelen sus cuentas bancarias”.

En estos centros se pueden encontrar mujeres, e incluso, escuchar el llanto de los niños que pierden su inocencia durante se aislamiento. Algunas investigaciones señalan que muchos menores son encerrados de forma innecesaria, no se tienen en cuenta su bienestar e incluso son víctimas de un trato indebido.

Un ejemplo de ello fue los presuntos casos de maltratos y vejaciones que sufrieron hijos de inmigrantes en el centro Yarl’s Wood de Bedfordshire.

Cada deportación a través de los conocidos vuelos fletados simbolizan más de £ 4.500, y el gasto ha aumentado en los últimos años, de pasar de los £1,752,991 de 2001 a los £ 7,870,290 de 2012.

“Hemos frustrado deportaciones”, reconoce satisfecha María. “Hemos ocupado hasta una pista de aeropuerto cuando se trata de defender a una personas que tiene en peligro su vida si regresa a su país”.

“Después de vivir aquí, cuando te expulsan y llegas a tu país natal ya no te sientes de allí, has perdido tus raíces y contactos. Psicológicamente afecta empezar de nuevo”.

A pesar del esfuerzo que organizan personas como María y de defender algo tan preciado como la vida de una persona, los vuelos con origen Reino Unido y con “destino incierto”, continúan sobrevolando los cielos.

(Fotos: Pixabay)

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