La gran mayoría de los libros de psicología se refieren a la persona individual. Pareciera que cada persona estuviera aislada de su contexto social.
Mabel Encinas
La idea de empezar con uno mismo, es afortunada, y desafortunada al mismo tiempo.
Por un lado, ciertamente, la alusión al cuidado de una misma (de uno mismo) es importante. Lo que sentimos nos permite actuar y comprender el mundo concreto en el que cada cual vive.
Hacer caso de lo que sentimos entraña un germen revolucionario. Sentimientos como la ternura y el amor, el miedo, la indignación o la tristeza nos permiten estar en contacto con el mundo, desde el lugar en que nos encontramos, y actuar en consecuencia. Las vivencias las procesamos conjuntando emociones y sentimientos, reflexiones e intenciones, y así actuamos en el mundo.
En un sentido real, la separación de todos estos aspectos es sólo un recurso analítico, porque todos ellos van juntos.
Por ejemplo, nos sentimos felices cuando resolvemos un problema en el trabajo o decepcionados si no pudimos hacerlo.
La solución del problema implica reflexión, pero también sentimientos. Los sentimientos y la reflexión juntos, nos permiten también identificar opresión, discriminación, injusticia, necesidad de cambio.
Es afortunado empezar con uno mismo, porque la experiencia se vive desde allí donde estás tú, desde aquí donde estoy yo.
Sin embargo, quedarse solamente con el individuo es desafortunado. Tenemos la idea de la receta.
Paso uno cuida al individuo; paso dos, actúa en la sociedad. Es una ilusión pensar las cosas de esa manera. De entrada, cualquier cosa que hagamos, está informada por los contextos concretos en que nos movemos y, más aún, tiene repercusiones en ellos.
Nuestras acciones desde el ‘buenos días’ hasta que ponemos la cabeza en la almohada son acciones sociales. Aún tradiciones que apuntan a lo individual, como la meditación, se han construido socialmente.
El contexto no es algo que se agrega o que rodea al individuo. Las personas individuales formamos parte del contexto, y en realidad de diferentes contextos.
Es desafortunado pensarnos como seres aislados, cuando lo que hacemos conforma el tejido de nuestras comunidades.
Para crecer individualmente, para cuidarnos, participamos en situaciones sociales: somos parte de una familia, vamos a una escuela o al gimnasio, participamos en la comunidad de la iglesia, entre otras muchos contextos sociales.
Una apuesta distinta podría ser: para crecer en lo individual, es importante crecer en lo social. Podemos crecer si reflexionamos de manera personal y con las personas allegadas. Podemos crecer si participamos en una campaña, en un grupo comunitario, en la comunidad religiosa, en el sindicato, en la escuela a la que asistimos o a la que asisten nuestros hijos. La participación activa en los contextos sociales constituye entonces una fuente de transformación individual y social al mismo tiempo. Hacer con otros genera un diálogo que va más allá de las palabras.
(Fotos: Pixabay)