En Foco, Opinión

El cuidado importa

Hay una diferencia entre las expresiones «me da lo mismo» y «no me importa». La primera puede tener que ver con aceptación y respeto (no me importa lo que mi vecino prefiere comer); la segunda se refiere a la indiferencia y la falta de compromiso y entrega (no me importa que el vecino no tenga qué comer).

 

Mabel Encinas

 

En la actualidad, ‘no me importa’ en relación con las dificultades en la vida de los demás, parece ser aceptada por diversas filosofías y prácticas de vida. Sin embargo, esto no hace que tales filosofías y prácticas sean menos dolorosas.

La vida del ser humano es imposible sin cuidados. A diferencia de otras especies, la vida humana requiere de cuidado por muchos años, o no creceríamos ni nos desarrollaríamos. De hecho, muy probablemente, sin cuidados, moriríamos. ‘Cuidados’ implica prestar atención (observar y escuchar) y ser empático. También conlleva entender y en consecuencia responder activamente. Todos estos elementos emergen entrelazados. Una filosofía del cuidado cuestiona la indiferencia o la neutralidad hacia otros seres humanos.

Responder entraña responsabilidad hacia los demás. En este sentido, cuidar no es lo mismo que apiadarse o ser benevolente, sino interesarse, ser solidario y sentir compasión (sentir los sentimientos de la otra persona).

Mientras que la piedad mira hacia abajo a quienes están en una posición o situación más vulnerable, el cuidado reconoce que todos somos interdependientes, y que así nos apoyamos mutuamente.

Nos importan las demás personas porque somos parte del mundo social, y todos vivimos bajo el mismo sol.

Además, el cuidado tiene un impacto de doble vía, pero no porque nos devuelvan lo hecho (al estilo de ‘hoy por ti, mañana por mí’), sino porque construye un sentido de comunidad, de pertenencia e incluso de alegría. El que nos importe cuidar implica tanto razonamiento como emociones, tales como amor o rabia, y forma parte de nuestras experiencias de vida.

La ética feminista ha valorado las experiencias de las mujeres de colaborar, compartir y confiar, y hace visibles valores alternativos a los de la competencia y el ensalzamiento de las jerarquías.

Asuntos como la imposición de poder, la discriminación y la violencia son cuestionados desde esta visión.

También, en numerosos grupos de activistas y pensadoras, la perspectiva se extiende al cuidado del ambiente. En su conjunto, el cuidado (el que nos importe) no tiene fronteras. Simultáneamente somos distintos, y nos importan los demás. Por esta razón, la liberación de las mujeres incluye la liberación de todos los seres humanos.

Las visiones individualistas dominantes tienen implicaciones en la forma en que pensamos acerca de lo que nos importa cuidar. Basados en un entendimiento de los seres humanos como individuos aislados, parece razonable poner atención sólo o principalmente a nosotros mismos (o a nosotras mismas). La experiencia de ser cuidados y de cuidar a otros es culturalmente interpretada. En la cultura patriarcal (y neo-patriarcal), cuidar, interesarse, es considerado como algo ‘femenino’, y su necesidad y existencia son devaluados.

Los bajos salarios de las profesiones vinculadas al cuidado son un indicador del valor atribuido al ‘cuidado’ en los mercados laborales.

Ciertamente, experimentamos la vida como algo personal. Sin embargo, damos sentido a la experiencia con las visiones culturales aprendidas con otros.

Por eso, mientras que es bueno que a ti y a mí no nos importe que todos somos distintos, es un asunto vital que nos importen los demás. Entonces, y sólo así, podemos actuar en consecuencia. Pero, ¿a quién le importan ‘los otros’?

(Fotos: Pixabay)

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