Turismo, Vida de hoy

Damasco: entre murallas, jazmines y mezquitas

Adelante, adelante, dice un hombre en la entrada de su tienda de artesanía, mientras a su alrededor una caótica multitud de eventuales compradores transita de un lado a otro por la calle ante cientos de negocios y puntos de venta.

 

Roberto Castellanos

 

A un costado de la imponente Mezquita de los Omeyas, unas mujeres con el nicab (vestido negro que cubre el cuerpo y el rostro) adquieren artículos del hogar mientras cerca una joven vestida con jean y blusa observa unas carteras expuestas en vidrieras.

Como en cualquier ciudad árabe, los zocos o mercados tradicionales abundan en Damasco, tanto cubiertos como al aire libre, y están separados en especialidades: alimentos, artesanía, metal, ropa y calzado, entre otros muchos.

Abarrotado hasta altas horas de la noche, el zoco de Hamidiyah es un claro ejemplo de la vida en la Ciudad vieja de Damasco, donde se ofertan desde las exquisitas dagas damasquinas hasta dulces, especias y alimentos.

Para un extranjero es difícil entender el placer que sienten los vendedores al regatear los precios de cualquier producto, pero siempre con respeto y consideración.

Como en el resto de la metrópoli, en esa zona es habitual observar a grupos de hombres que conversan mientras fuman narguile, las famosas pipas de agua que mezclan el tabaco con otras plantas y sabores.

En esa parte de la urbe, llena de jazmines, las tradiciones y la modernidad se dan la mano.

Visitar el lugar es sumergirse en los cuentos de Las mil y una noches: caóticos y laberínticos bazares entremezclados con construcciones que datan de miles de años.

En sus estrechas y serpenteantes callejuelas, donde es muy fácil perderse, abundan los Hamah o baños turcos.

Con sus casi 900 años, el más famoso es el Nuredin, que toma el nombre del tío de Saladino, el vencedor de los cruzados y conquistador de Jerusalén.

Vetusta pero deslumbrante, esta parte de la ciudad atesora como pocas la historia del Oriente Medio, sus civilizaciones, tradiciones, culturas y religiones.

Durante su larga historia por ella pasaron amoritas, hicsos, arameos, hititas, egipcios, asirios, persas, griegos, romanos, bizantinos, omeyas, ayubíes, mamelucos, mongoles, otomanos y franceses, una mezcla que dejó su huella entre sus habitantes, étnicamente árabes.

Aquí el visitante encuentra ruinas de construcciones romanas o bizantinas junto a iglesias cristianas de cientos de años, mezquitas levantadas por la dinastía Omeya o edificaciones del período otomano.

Aunque la guerra, que desde 2011 ha causado más de 200 mil muertos, afectó la vida de los damasquinos, estos intentan minimizar su impacto.

Es esta ciudad sus habitantes conviven con la historia sin darle importancia.

Tramos de la muralla romana o paredes de viviendas de siglos de antigüedad sirven para colgar carteles o artículos en venta. Lo mismo sucede con las puertas de metal rematadas con clavos por la cual se accedía a su interior.

En ocasiones, añejas edificaciones sirven de pared para construir otras más modernas, mientras las ruinas de un templo romano dedicado a Júpiter están rodeadas de tarimas, en las cuales se ofertan desde mazorcas de maíz hervido hasta libros.

Damasco es considerada la capital más antigua del mundo habitada de manera continua.

Rodeado de murallas de la época romana y mejoradas durante la dinastía Ayubí, su centro histórico de 135 hectáreas fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Aunque en la actualidad faltan grandes tramos, ya que durante siglos la piedra fue utilizada para nuevas construcciones, aún se conservan pedazos.

Todavía están en pie ocho de las puertas históricas: Bab al Faraj, Bab al Faradis, Bab al Salam, Bab Tuma, Bab Sharqi (la más antigua al remontarse a la época romana), Bab Kisan, al Bab al Saghir y Bab al Jabiya.

Síntoma de la diversidad cultural y el Islam tolerante que se practicó en la región durante centurias, vetustos templos cristianos resisten aún la paso del tiempo, entre ellos catedrales de las iglesias Ortodoxa Siria, Ortodoxa Griega y Católica Griega cMelquita.

Abarrotada de comercios, en especial de venta de cerámicas y objetos artesanales de metal como jarras, puñales o platería, la Vía Recta, la principal calle romana de la antigua ciudad, divide los barrios cristiano (Bab Tuma al norte) y judío (Harat al Yahud al sur).

La construcción de la actual carretera es mucho más estrecha que su antecesora y para nada es recta, pero sigue siendo un paso obligado en la zona.

En la parte occidental se encuentra la zona árabe. Allí se ubican la ciudadela con sus 12 torres, una construcción erigida originalmente en 1076 y que fue remodelada varias veces durante los 400 años siguientes por sus diferentes gobernantes, aunque su mayor parte data de la dinastía Ayubí.

También resalta la Mezquita de los Omeyas, un símbolo del arte antiguo islámico que con sus cuatro minaretes (o torres) mira hacia la urbe.

Con sus bellos jardines cubiertos de jazmines, el Palacio de Azm es un ejemplo de la arquitectura árabe otomana y uno de los lugares más bellos de esta capital.

Erigido en 1750 como residencia del entonces gobernador otomano de Damasco, Asad Pasha al Azm, el sitio fue convertido en Museo de las Artes y Tradiciones Populares, donde se puede observar mediante objetos, cuadros y figuras de yeso la vida en Damasco durante los siglos XVIII y XIX.

(Fotos: Pixabay)

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