Un estudio realizado por la Comisión para la Movilidad Social y la Pobreza Infantil ha desvelado que en el Reino Unido las clases medias y altas forman un `techo de cristal´ que impide que sus hijos desciendan en la escala social y sirven de apoyo para garantizarles los trabajos mejor remunerados, independientemente del talento y el esfuerzo. Las clases medias y altas del Reino Unido se perpetúan en su posición social mientras que la pobreza se acentúa.
Araceli Oliva
La desigualdad es una característica innata del sistema capitalista, pero a diferencia del sistema feudal, el capitalismo permite la movilidad social.
Es decir, un niño que ha nacido en una familia pobre puede convertirse en un hombre de clase acomodada o, incluso, en multimillonario.
Por lo tanto, el sistema es meritocrático, pues premia a quienes se esfuerzan y castiga a los que no han querido trabajar lo suficiente. Frente a este argumento parece que hay poco que objetar, ya que la mayoría de las personas piensan que es justo premiar al que se lo merece.
Sin embargo, al observar la realidad y analizar las estadísticas, este argumento pierde consistencia. Hay una clara relación entre la clase social de los padres y los logros educativos y laborales de sus hijos.
Esta realidad es incluso admitida por los sectores más conservadores, quienes lo justifican diciendo que la inteligencia es hereditaria. Lo que quieren decir con ello es que las familias más adineradas portan «un gen» causante de su éxito.
Además, la sociedad, al aceptar esta justificación, tiende a culpar por su pobreza a los más desfavorecidos y esto se convierte en una oportunidad para los partidos conservadores: los inmigrantes y los pobres se convierten en cabeza de turco.
De esta manera, los votantes respaldan medidas de austeridad para recortar los beneficios que reciben los supuestos ‘vagos’ de la sociedad.
Pero, ¿son los pobres culpables de su pobreza?
Según un estudio de «Social mobility and child poverty commission», el nivel socioeconómico de los padres condiciona el futuro éxito laboral y educativo de sus hijos. Estos datos fueron recopilados tras estudiar el seguimiento de 17.000 niños británicos nacidos en la misma semana en 1970.
En este sentido, el estudio señala que un niño de clase acomodada, con habilidades cognitivas inferiores en temprana edad tiene un 35% más de posibilidades de ocupar un alto cargo, que un niño de clase trabajadora, con habilidades cognitivas superiores. Además, no existe ninguna evidencia que pruebe que los niños de familias adineradas son más inteligentes que los más desfavorecidos.
La diferencia radica en el hecho de que los niños ricos se benefician del nivel económico y educativo de sus padres, lo que les permite mejorar sus habilidades cognitivas durante su infancia.
También son importantes las cualidades que aprenden en los colegios privados, que van más allá de los conocimientos académicos.
Por ejemplo, una conducta social determinada o un acento en particular, son un ‘plus’ que adquieren los niños que asisten a estos colegios y además, son valorados y premiados en el mercado laboral.
Por si esto fuera poco, las familias de clase acomodada aprovechan sus conexiones sociales para garantizar prácticas y empleos para sus hijos. Sin embargo, las mujeres no se beneficien de estos privilegios tanto como los hombres.
Ellas tienen menos posibilidades de obtener un trabajo altamente remunerado que los hombres. Y esto es cierto para mujeres de todas las clases sociales.
Por lo tanto, machismo y elitismo se dan la mano en una sociedad que presume de igualdad y justicia.
En definitiva, las clases medias y altas del Reino Unido se perpetúan en su posición social mientras que la pobreza se acentúa.
El gobierno ha reconocido que estos datos sacan a luz una realidad intolerable y ha prometido medidas para garantizar una mayor igualdad de oportunidades. Sin embargo, los recortes sociales del Primer Ministro británico, David Cameron, están empobreciendo aún más a las clases más desfavorecidas y reforzando el elitismo.
Para atajar este problema es necesaria una política redistributiva que equilibre las desigualdades que produce el sistema capitalista.
Pero garantizar la igualdad de oportunidades no es solo justo, sino también necesario para crear una sociedad más eficiente. Una sociedad que no malgaste el potencial y talento de los hombres y mujeres de familias desfavorecidas.
Por lo tanto, el pobre no es culpable de su pobreza pero, la creencia en esta afirmación sí lo es. Justificar la pobreza y la inmovilidad social ayuda a perpetuar un sistema elitista, injusto e ineficiente.
(Fotos: Pixabay)