La islamofobia – o sea la ideología según la cual la principal amenaza para la sociedad occidental proviene del Islam – de una u otra forma, nos afecta a todos, incluso en nuestra vida cotidiana.
Claudio Chipana G.
Bajo el manto de la guerra contra el terrorismo la islamofobia ha ganado carta de ciudadanía.
En el caso del público británico, más de la mitad cree que los musulmanes constituyen una amenaza para la democracia liberal occidental (The Independent, 4-4-16).
La islamofobia se ha instalado como una sombra en la vida de la gente en la principales ciudades europeas, hasta incrustarse en la psique del ciudadano de a pie gracias a la propaganda mediática en contra del islamismo.
La razón del incremento de la islamofobia no se debe tanto al hecho de la presencia de gente musulmana en la ciudades europeas sino antes bien a la incesante campaña mediática para desprestigiar al Islam como religión y a sus seguidores como portadores del mal, es decir como factores de la destrucción de la civilización occidental.
La alianza de los medios que alimentan la xenofobia y de los partidos ultraconservadores y ultranacionalistas ha logrado borrar hasta cierto punto y con relativo éxito la línea que separa la practica legitima de una confesión como el Islamismo, tan legítima como el cristianismo o el judaísmo, de la práctica de los grupos extremistas que invocan al Islam como su fuente de inspiración.
Los mayormente perjudicados no son los grupos extremistas sino las comunidades musulmanas, en su gran mayoría integradas a la sociedad, pues son objeto de ataques y hostigamientos especialmente luego de producirse algún atentado terrorista.
La islamofobia es el producto de la intolerancia, es una ideología igualmente extremista como la ideología que está detrás de los atentados o manifestaciones fundamentalistas en nombre del Islam. La islamofobia es tan extrema como el sionismo o el nazismo, etc.
Doctrinas como el Jihad que forma parte del corpus islámico es interpretado por Occidente exclusivamente como sinónimo de “guerra santa”, sin embargo strictu sensu el Jihad en realidad es materia de diversas interpretaciones en el mundo musulmán, es decir, puede ser considerado como prácticas pacíficas y espirituales o como una práctica en la que podría estar implicado el uso de la violencia.
Los países en el mundo (57) donde la religión musulmana es predominante, no están embarcados en una guerra contra occidente.
La guerra y la violencia en el medio oriente no tienen una raíz última en motivaciones religiosas, su origen es centralmente geopolítico y económico por el control del petróleo en las que están implicadas ciertas potencias occidentales, o son conflictos por razones étnicas y territoriales.
ISIS, uno de los grupos más violentos de la región, no representa en absoluto a la religión musulmana ni a los dos mil millones de musulmanes que hay en el planeta.
La islamofobia se basa por ello en una falsa representación del islamismo. Es una visión estereotipada y simplificada de la religión islámica.
Algunos elementos del Islam como la ley Sharia son magnificados, del mismo modo que el uso del velo por parte de las mujeres. Este uso se ha intentado mostrar como sinónimo de la opresión de la mujer. En Londres la elección de Sadiq Khan como alcalde, un musulmán de origen paquistaní, es el más claro desmentido de un supuesto desencuentro entre el islamismo y Occidente.
Khan no fue elegido por ser musulmán sino por sus propuestas políticas. Pero también esta elección muestra que es posible construir una ciudad multicultural y multiconfesional.
En el Reino Unido hay cerca de 2 millones de musulmanes y muchos contribuyen en múltiples campos como la medicina, el deporte, la política, etc. Por ejemplo hay aproximadamente 200 concejales musulmanes en todo el país.
Los atentados terroristas por parte de grupos extremistas que invocan el Islam no significan ninguna guerra santa ni mucho menos indican un “choque de civilizaciones”.
En toda ideología y en toda religión hay fundamentalísimos y radicalismos, y el islamismo no es una excepción. Según Global Research sólo el 2.5% de todos los ataques terroristas en suelo estadounidense entre 1970 y 2012 fueron llevados a cabo por autores que profesaban la religión musulmana.
La islamofobia, en consecuencia, no es más que una visión y una representación deformada del islamismo. Es, en suma, una ideología de corte racista, es la perpetuación de una actitud colonialista hacia el Oriente.
(Fotos: Pixabay)