Un viaje de 4 000 kilómetros de Lisboa a Senegal varias veces al año en un viejo Peugeot 504 requiere de muchas habilidades prácticas y sociales, así como valor y determinación. Un hombre senegalés de 62 años desafía los estereotipos occidentales sobre los inmigrantes en un viaje entre culturas y múltiples formas de racismo.
La migración supone diferentes experiencias y diferentes significados, normalmente significa una búsqueda de trabajo, una vida mejor, pero la migración a veces puede convertirse en un estilo de vida y en una forma de ganarse la vida.
Esto puede ocurrir sobre todo en culturas en las que el movimiento no se considera una anomalía, y el hogar no es una ubicación geográfica.
Pedro Figueiredo Neto y Ricardo Falcão son antropólogos portugueses que, gracias a su interés por África, conocieron a Mbaye Sow, un emigrante senegalés y comerciante ambulante –vendedor es la palabra incorrecta– que realiza viajes regulares llevando mercancías entre Lisboa y Dakar, en Senegal, en los que se enfrenta a muchos problemas y a veces a peligros.
Neto y Falcão entablaron una amistad con Mbaye y produjeron la película Yoon (que significa “viaje” en lengua wolof) acompañándole en dos de estos viajes, donde vieron de cerca las cualidades personales y las habilidades que necesita.
Hablaron con The Prisma en Lisboa, tras la proyección de su película en el festival de cine DocLisboa, donde ganó el premio en la categoría de “seguridad y salud en el trabajo”. La película también se proyectó en el IDFF de Ji.hlava, en la República Checa, donde también fue premiada, y en el IDFA de Ámsterdam, en noviembre.
¿Cómo conoció a Mbaye Sow, apareció en Walo Walo?
Ricardo: Lo conocí en 2009, después de volver de Senegal, cuando vivía cerca de la Feira da Ladra (el mercadillo de Lisboa), donde vendía máscaras senegalesas.
Me sentaba a su lado y hablábamos de la vida en Senegal y en Lisboa, de política y me ayudaba a hablar en wolof, pero no tenía planes de volver. Solía desaparecer durante semanas, y con el tiempo empezó a explicarme estos viajes, y yo empecé a pensar seriamente, pero sin decir nada.
En 2017, conocí a Pedro después de que diera una conferencia en la universidad sobre la forma en que se hablaba de política durante los viajes en autobús en Angola, y empezamos a pensar en una película documental. Viví en Senegal durante 3 años antes de hacer la película Walo Walo, que es una película de investigación sobre la sequía en el norte de Senegal.
¿Con qué frecuencia va al año?
Como mucho, una vez al mes.
¿Cuánto tiempo lleva viviendo en Europa?
Ricardo: Tiene varios hermanos y una hermana, aquí y en Italia, además de familia en Senegal, los conozco a todos. Su travesía comenzó como una migración interna, desde las zonas rurales debido a la sequía que fue especialmente grave entre 1973 – 1983, hasta la periferia de Dakar, donde su padre tenía una escuela islámica, y luego se instalaron cerca. En 1989, cuando tenía 30 años, decidió venir a Portugal.
¿Por qué Portugal y no Italia o España?
Ricardo: Un hermano menor había llegado aquí unos años antes porque era la época del boom de la construcción, cuando era fácil encontrar trabajo aquí a finales de los 80 y los 90. Se les permitió entrar sin papeles para aportar esa mano de obra, y luego hubo dos ocasiones en las que se les permitió documentarse, en 1993 y 1996.
Pedro: Vino mucha gente y algunos murieron trabajando, por ejemplo en la construcción de la Expo ’98 en Lisboa. Estas personas son invisibles. Lo más repugnante es que vivimos en un país con tradición de emigración, a las Américas y a Francia, pero tratamos a estas personas, que en realidad necesitamos, de esta manera inhumana.
Ricardo: Hay una película de portugueses que llegan a Suiza en los años 60, a los que se les hace ducharse y se les rocía con desinfectante. Una especie de control de la población.
Vive en una familia muy numerosa
Pedro: Los senegaleses tienen una idea de movimiento diferente a la europea: para ellos tiene poco sentido pensar en ser sedentarios o móviles. El relato dominante aquí es que ser emigrante es algo anormal, sospechoso, pero siempre ha sido una característica de la vida humana. El sentido de comunidad no tiene por qué estar ligado a un lugar concreto: Mbaye es un individuo que vive en dos países.
Ricardo: La familia senegalesa no es estática, la gente siempre va y viene, hay niños que han sido adoptados, no hay una frontera delimitada.
Has llegado a conocerlo bastante bien
Ricardo: Hay toda una etiqueta sobre cómo se come, el concepto de Teraanga, que es la hospitalidad, aunque esa es una mala traducción. La gente sabrá cómo eres como persona, por la forma en que te comportas durante la comida. No te harán preguntas directas, sólo observarán la forma en que te apresuras o eres respetuoso, la cantidad de comida que tomas; te leen y saben cómo tratarte. Mbaye hace esto en sus viajes, para saber si puede confiar en alguien. Cuando tiene que tratar con funcionarios, utiliza el humor, para mostrar su humanidad y poder sacar lo mejor de cualquier situación.
No todo el mundo es como Mbaye, por supuesto, hay tipos más reservados o estresados, y no tienen tanto éxito. La gente confía en él porque sabe que puede confiar en él para transportar las cosas. Se mantiene centrado en el objetivo. Mbaye siempre dice: “si no estás preparado, llegarás hasta el Sáhara Occidental y empezarás a llorar y querrás volver”. Es un trabajo muy duro, necesitas resistencia y estar centrado en ti mismo.
Al principio del viaje hay un tipo que le pide que lleve un teléfono móvil y un par de zapatos, y le llama para decirle que ha entregado los zapatos a un amigo, pero que el teléfono no. Sabía que no podría conseguir el teléfono, pero el tipo estará contento con los zapatos hasta el próximo viaje.
Se anticipa a estos problemas y los gestiona, si te multa la policía en Mauritania por ir sobrecargado, no te pueden multar más de una vez, así que se asegura de que el policía le ponga una multa en el primer control, la pagará, y luego la mostrará cada vez – gestiona cada detalle.
Pedro: También es una cuestión de reconocimiento social –si sabe cómo manejar todas estas situaciones diferentes y cómo avanzar, eso también aumenta su estatus– además de ser conocido como una persona amable y generosa, también es muy hábil. También es un aspecto de la masculinidad, sin ser machista, pero se gana el respeto de sus compañeros, de las mujeres y de las personas que conoce en el camino.
Hay riesgos, pero solo si no se es consciente de ellos. Recorrer 2 000 km con los frenos defectuosos es un riesgo hasta que sabes cómo gestionarlo, y sacar provecho de los riesgos.
Pero sus hijos en Senegal conocen los riesgos y algunos de ellos le dicen: “Papá, no queremos que sigas haciendo esto”.
Hice mucho trabajo de campo en Angola, (una ex colonia de Portugal que libró una amarga guerra de independencia y una guerra civil que duró 40 años), y un día era la única persona blanca en un autobús y la gente me insultaba a gritos. Cuando paramos, me senté a comer con todos los demás, y uno de los tipos más ruidosos se acercó para disculparse: “eres uno de los nuestros”, dijo. Hay momentos, como comer juntos, en los que la gente reconoce que todos somos humanos, olvidamos nuestras diferencias.
(Traducido por Claudia Lillo – Email: lillo@usal.es) – Fotos de C.R.I.M. Productions, suministradas por el entrevistado y autorizadas para su publicación.