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Los mayores emigrantes de Centroamérica

Ni la política coercitiva promovida por el gobierno de Donald Trump ni el despliegue de las fuerzas de seguridad de Guatemala y la Guardia Nacional de México en los puntos fronterizos ni la pandemia Covid-19, lograron detener la marcha de los caravanistas de Honduras.

 

Danay Galletti Hernandez

Roberto Molina Hernández

 

La migración como fenómeno social comenzó hace varias décadas en Honduras debido, entre otros factores, a la desigualdad, la pobreza y la búsqueda de mejores condiciones económicas fuera del territorio nacional.

Sumado a ello, en los últimos años, emergió la modalidad de caravanas como la vía más recurrente para llegar a Estados Unidos. Desde el golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Manuel Zelaya (2006-2009), el país experimentó la aplicación de crudas medidas neoliberales por las diferentes administraciones del Partido Nacional.

Fueron medidas impuestas básicamente mediante el uso de la fuerza, el engaño y el fraude. ¿El resultado? La expansión de la pobreza hasta el 70% de la sociedad y la miseria a cuatro de cada 10 hondureños.

El desempleo real sobrepasa el 50% y los tratados de libre comercio deprimieron la producción agrícola.

Así describe la actual crisis migratoria, Ricardo Salgado, matemático, investigador social, politólogo y asesor de la Coordinación General del partido Libertad y Refundación (Libre).

En charla con Prensa Latina explicó que Honduras importa casi el 90% de los alimentos que necesita.

De ahí, el aumento de la conflictividad en el campo, las ventajas e impunidad concedidas a los capitalistas del agronegocio y la extrema represión de las fuerzas militares y paramilitares presentes en ese ambiente rural.

El Observatorio de Migraciones Internacionales de Honduras contabilizó más de una decena de caravanas desde octubre de 2018 (fecha en que salió el primer grupo masivo de la ciudad de San Pedro Sula) hasta finales de 2021, y consideró ese país como el estado centroamericano cuya población es la que más migra. Un estudio divulgado por ese espacio académico de la Universidad Nacional Autónoma refirió que la emigración comenzó, especialmente, a finales del siglo XX, asociado al impacto del huracán Mitch, en 1998. En 1990, alrededor de 156 mil hondureños, 3% de los habitantes, vivía fuera del país.

La investigación arrojó que, a inicios del año 2000, el número de emigrantes superaba los 340 mil y de 2019 a 2020, más de un millón de hondureños, 9% de la población, residía en otros sitios del mundo, sobre todo, en Estados Unidos y España.

Medios locales reportaron el 15 de enero la salida de la primera caravana de migrantes de 2022 con cientos de personas, hondureños y de otras nacionalidades latinoamericanas, desde la Gran Central Metropolitana de San Pedro Sula, en el departamento de Cortés.

De acuerdo con el sociólogo Eugenio Sosa las causas de ese fenómeno son muy particulares.

Y habla de tres: la crisis social y sus consecuencias directas (pobreza, precariedad, falta de ingresos y desemple), violencia (homicidios, delincuencia común, persecución política a defensores de derechos humanos y comunidades, desplazamientos por el extractivismo y el crimen organizado) y problemas con la democracia y la ineficiencia institucional por la corrupción y la impunidad, lo cual genera desesperanza y el sentimiento de que “en el país no pueden cambiar las cosas”.

Sosa advierte que, en paralelo al aumento de la búsqueda de esa salida, los hondureños enfrentan también la deportación y los arrestos en los diversos puntos limítrofes. Además se presentan cambios en la demografía migratoria con la incorporación de forma masiva de adolescentes, niños y familias.

Salgado afirma que limitar o detener el problema migratorio resulta esencial para la refundación del país: “Las remesas familiares son hoy una de las tres mayores fuentes de divisas en la nación, pero, paradójicamente, el incremento de la migración provoca más desempleo, uno de los detonantes”.

A su juicio, el nuevo gobierno encabezado por la primera mujer presidenta de Honduras, Xiomara Castro, de Libre, tiene esa crisis como uno de los retos.

¿Cómo enfrentarlo?, mediante la creación de fuentes de empleo, la reactivación de la actividad agrícola y la atención en las zonas urbanas y rurales empobrecidas, aseveró.

El origen es, fundamentalmente, social y económico, aseguró a la prensa Gilberto Ríos, uno de los dirigentes de Libre, «así que, si regresamos a un ejecutivo preocupado por las necesidades de la ciudadanía, el crecimiento financiero y con inversiones en educación, salud y seguridad es posible un freno de la situación».

Recordó que, durante la campaña electoral, Castro prometió, incluso, la generación de condiciones de retorno para los migrantes, obligados a salir en estos años como consecuencia de las condiciones de indigencia, la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, la escasez de oportunidades y la depresión económica. Desde hace cuatro años la migración experimentó como nueva modalidad las caravanas, recuerda Eduardo Sosa, que la considera una manera más generalizada, visible, abierta y la que más golpea políticamente a los gobiernos porque ese éxodo pone en evidencia su mala gestión.

También, reconoció que el tema se aborda de una manera extremadamente fragmentada, pues «es un problema transnacional y cada país lo enfrenta directamente con Washington, mediante una agenda insuficiente y con pocos recursos».

Por tanto, precisó, lo primero es que los estados mesoamericanos enfrenten la problemática desde la aplicación de políticas regionales. (PL)

(Fotos: Pixabay)

 

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