La exposición de Rafael en la National Gallery es una maravilla. Pinturas, grabados y dibujos procedentes de toda Europa, Estados Unidos, Reino Unido y colecciones privadas, así como de la propia colección de la National Gallery, se reúnen por primera vez en un mismo lugar.
Sean Sheehan
El catálogo es una lectura interesante tanto antes como después de ver la exposición, además de ser la mejor opción si no se puede asistir a la muestra en persona.
Cada una de las obras, que son casi 90, está profusamente ilustrada y contiene abundante información textual. Se han identificado las posibles o probables fuentes de inspiración; al relacionar La Madonna de Tempi con las representaciones escultóricas de Donatello o La Madonna de Bridgewater con un relieve en mármol de Miguel Ángel, se comprende que Rafael no era un genio solitario que trabajaba de forma aislada.
El ensayo biográfico que abre el catálogo traza su vida, desde su nacimiento en Urbino en 1483 hasta su repentina muerte a los 37 años, sus conocidos y sus influencias artísticas.
Reconocido por su extraordinaria capacidad en vida, Rafael personifica el arte del Renacimiento de un modo que no fue cuestionado hasta la revolución modernista de principios del siglo XX.
La primera vez que se ve un cuadro de Rafael, la sensación de asombro por el uso del color, la serenidad de sus Madonnas y el equilibrio de sus composiciones es abrumadora.
Su capacidad para transmitir paradójicamente la quietud y el movimiento dentro de la misma escena es evidente no sólo en pinturas como Santa Catalina de Alejandría, sino también en su dibujo para La masacre de los inocentes y el consiguiente grabado de Marcantonio Raimondi. Como en el antiguo drama griego, donde la verosimilitud psicológica es menos importante que la forma que coloca los cuerpos enmascarados en un espacio de representación, o la forma en que la escultura griega da cuerpo a la experiencia humana a través de la postura, la tragedia no se debilita, sino que se eleva por encima de la representación emocional a algo sublime.
Es esencial repetir las visitas a la obra de Rafael y, aunque la entrada a la exposición es costosa (24 libras), los planes de afiliación tienen una buena relación calidad-precio y permiten tantas visitas a ésta y a todas las demás exposiciones como sea posible.
El catálogo impreso ayuda a llamar la atención sobre detalles exquisitos como las sandalias azules de diseño en la Madonna de Alba«, el turbante de rayas azules y doradas en La Fornarina o -cuando aún no tenía veinte años y quizás era un poco fashionista- la túnica de damasco azul oscuro y la camisa estampada en San Sebastián.
La madre de Rafael murió cuando él tenía ocho años y el fallecimiento de su padre, tres años después, le dejó huérfano. Sabiendo esto, hay conmoción en sus retratos de madres con sus bebés y en las tiernas escenas de intimidad familiar que trascienden su intención ostensiblemente religiosa. Esta compasión y la sensibilidad por la belleza se plasman con un conocimiento técnico preciso: el análisis de La Virgen de Ansidei revela cómo se pintó sobre una cuadrícula incisa que dividía la superficie en nueve cuadrados verticales y seis horizontales. La perfección requiere una regla.
La exposición de Rafael se encuentra en la National Gallery de Londres hasta el 31 de julio. El catálogo que acompaña a la exposición ha sido publicado por la National Gallery.
(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín)