En Foco, Opinión

Comunidad, destruida por el individualismo

¿Qué es «comunidad»? Es un sustantivo, y se verbaliza a través de la «comunicación». Esto nos proporciona la esencia de una «comunidad», que es ni más ni menos que un grupo de personas que se comunican plenamente entre sí. Esta comunicación plena es aterradora, y mucha gente, y muchos grupos, se mantendrán alejados de ella.

 

Nigel Pocock

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Existen varios ingredientes para formar con éxito una comunidad, entre ellos favorecer el liderazgo en contraposición al profesionalismo rígido y demasiado organizado, obsesionado por no causar ningún agravio. De hecho, es casi seguro que los agravios surgen en el camino hacia una comunidad auténtica basada más en escuchar que en persuadir.

Las comunidades de la necesidad deben de pasar de ser una asociación de individuos, con unos intereses privados, a un conjunto preocupado por las necesidades de los demás y que no teme parecer vulnerable al revelar sus propios problemas y necesidades.

¿Puede conseguirlo cualquiera? Toda persona normal debería ser capaz de hacerlo. Pero existe una gran condición.

Esta persona normal debería ser psicológicamente madura, no dependiente de nadie, como a veces pueden serlo los hijos de sus madres, incluso cuando éstas ya han fallecido.

El resultado práctico de tal educación es que los hijos son incapaces de revelarse, ya que sus madres sobreprotectoras los apartan de enfrentarse a situaciones críticas en las cuales podrían desarrollar estrategias psicológicas que solucionarían el problema.

Este tipo de personas no han desarrollado el sólido sentido de la identidad («individuación» en el lenguaje de C. G. Jung) que es esencial para hacer posible la auto revelación. Igualmente, también es posible proporcionar lo que puede parecerse a la auto revelación,  pero que realmente es el resultado de un experto aconsejado.

Uno es el miedo, el otro una falsificación. La persona a la que se le ha impedido  desarrollar su madurez vivirá en una fantasía, y será su medio para arreglárselas en la vida; huirá de la comunidad, sin desarrollarse más, un niño en el cuerpo de un adulto, viviendo en un demi-monde construido por él mismo (y por su madre).

Una persona madura se quiere a sí misma, y no teme a la auto revelación, incluso cuando su pasado ha sido traumático y saca a relucir vergüenza, ira y lágrimas. Este es el comienzo de la comunidad, el lugar donde una pseudo-comunidad se rompe y los pensamientos y sentimientos reales empiezan a emerger.

Este es el comienzo del viaje hacia la comunidad,  aunque con caos y dolor como parte de este «camino poco transitado».

La revelación vulnerable cambia al grupo de aquellos que desean dar soluciones a aquellos cuya prioridad se convierte en la de los oyentes. En esta interacción dinámica de auto revelación y escucha, las actitudes de ambas partes cambian. La comunidad empieza a forjarse.

El reto entonces es cómo crear más comunidades, en el sentido que hemos descrito, que trasciende el individualismo destructivo de la cultura occidental, «la sociedad del yo primero».

El individualista «lo hago todo a mi manera» no  es una persona madura, ni prosocial, es alguien que se centra en si mismo por completo, un estado asociado a la niñez temprana. Lejos de ser una sociedad de gente madura, la cultura occidental fomenta el narcisismo de masas y la infantilización en un número cada vez mayor.

El reto de occidente (y de otras naciones llamadas «desarrolladas») es cómo romper con este atraso espiritual y moral y con la pobreza. No son buenas noticias.

(Translated by Paula Pagán) – Fotos: Pixabay

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