En Foco, Opinión

El sexo de los ángeles

Hasta el momento nadie ha podido precisar cuál pueda ser el sexo de los ángeles. Sin embargo, la idea más extendida, según la cual los ángeles, como espíritus puros, no tienen sexo, podría llegar a ser confirmada por alguno de los teóricos del género.

 

Fernando Garavito

 

En consecuencia, quisiera sentar aquí una hipótesis elemental: los ángeles, diría esta última, no tienen sexo pero sí tienen género.

Las preguntas de investigación que de allí se desprenden, son casi ofensivas por lo obvias: ¿Cuál es el género de los ángeles?, diría la primera, mientras que la segunda nos llevaría apenas a un esbozo de lo que podría ser una teoría más consistente sobre la persistencia de los imperios: ¿Los ángeles de Bizancio tenían sexo como condición esencial para poder tener género? O, al revés, ¿los ángeles de Bizancio tenían género como condición esencial para poder tener sexo?

Dada la precariedad del tiempo de que dispongo (quince minutos, siendo así que los teólogos de Bizancio gastaron casi cuatro siglos en la misma discusión), sólo podré hacer algunas afirmaciones generales.

La identidad, se sabe hoy, señala que los términos de una contradicción no están en realidad demasiado lejos el uno del otro, porque pertenecen al mismo entorno. Pongo un ejemplo: el gobierno y la oposición.

Si los analizamos a partir de la identidad, serán la misma cosa, porque giran sobre el mismo universo, debaten sobre las mismas ideas, operan sobre los mismos grupos de interés, hablan el mismo lenguaje, y en ellos es igual decir blanco o decir negro. Pero no sucede lo mismo si escapamos de la identidad y pasamos a la diferencia.

En la página 249 de sus  “Escritos Escogidos”, Édgar Garavito resume el asunto con claridad: es Nietzsche quien “destituye el principio de identidad como fundamento de la filosofía. No se trata ya más de la identidad sino de la diferencia que no gira a expensas de lo idéntico sino en relación con el eterno retorno.

Para Nietzsche dos cosas que se contradicen son muy próximas entre sí porque dependen de una misma identidad. La diferencia, en cambio, referida al eterno retorno, es el principio que hace salir al pensamiento y a la cultura de los ancestrales ejes de la analogía… y las relaciones negativas de la oposición y la contradicción”.

A partir de ese criterio, saquemos los conceptos de sexo y género del campo de la identidad y pasémoslos al de la diferencia. El sexo implica un ejercicio lúdico, una instancia carnal que pone en contacto a dos o más seres entre sí, mientras el género es algo consustancial, que se lleva en sí como los ángeles llevan sus pesadas alas angélicas. Frente a una mujer que me interesa para pasar un rato o una vida, yo tengo sexo. Frente a otra con la cual sólo quiero conversar sobre mis preferencias por las galletitas de chocolate, sólo tengo género.

En la identidad, sexo y género se enredarían en el dogmatismo de las feministas (entre paréntesis, supongo que se diga “las feministas” y no “los feministas” porque, aunque los hay de todos los pelambres, este es uno de los espacios donde el género se impone sobre el sexo), y terminaríamos rompiéndonos la cabeza tratando de demostrar por qué son opuestos, hasta caer de nuevo en los concilios del Siglo XI y en sus discusiones bizantinas, para no llegar a conclusión alguna o descubrir que son idénticos.

Mientras tanto, la diferencia nos permite imaginar una respuesta basada sobre el pensamiento pero también afirmada en la libertad y la poesía. Volvamos a los ángeles. Aunque el asunto se arrodille ante las deducciones judaico-cristianas en torno al sexo, aceptemos que, ¡los pobres!, son espíritus puros y que, como tales, no tienen sexo. Pero, ¿tienen género?

Son los ángeles, en masculino, y se llaman Gabriel y Miguel y Rafael y Luzbel y seguramente Rodrigo o Jaime Alberto, y, en búsqueda de la igualdad, cuando a alguien se le ocurre una idea revolucionaria pide que le pinten angelitos negros, pero sin duda alguna pertenecen al género femenino. Por una sola y sencilla razón: porque son preciosos (o, díganme ustedes, ¿no son preciosos los ángeles?), y sólo la mujer, lo femenino, alcanza esa categoría en el deleznable género humano.

(NB: Los alaridos que se oyen en el fondo de estas palabras son de las feministas).

*Fernando Garavito: Periodista y escritor colombiano exiliado en Estados Unidos tras múltiples amenazas contra su ida. Falleció en octubre de 2010 en extrañas circunstancias. Garavito entregó a The Prisma este texto inédito antes de su muerte.

(Photos: Pixabay)

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