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Tendencia mundial: la derecha en ascenso

La avalancha de derecha conservadora no cesa. El neofascismo está instalado en muchas partes. Habla de derechos humanos, libertades y democracias, pero profundiza la injusticia social. En muchas naciones gobiernan administraciones abiertamente proclives al nazismo, con posiciones xenófobas y de supremacismo blanco.

 

Marcelo Colussi

 

La última revolución con aire socialista, con las masas tomándose las calles y desalojando a la clase dominante (lo que se denomina una toma revolucionaria del poder), fue la de Nicaragua en 1979, cuando los sandinistas desalojaron a la dictadura de los Somoza.

Desde entonces el sistema global, siempre encabezado por Estados Unidos, supo reacomodarse muy bien.

A través de todo tipo de mecanismos– sistemático bombardeo ideológico-cultural, sanguinarias dictaduras militares, desarticulación de la organización popular, planes neoliberales que precarizaron brutalmente las condiciones de trabajo y de vida– la idea de revolución socialista fue saliendo de escena.

La avanzada ideológica de la derecha fue terrible, y nos quiso hacer creer que la lucha de clases –concepto fundamental para el pensamiento marxista– había desaparecido.

Lo cierto es que el sistema capitalista en ningún país del mundo puede solucionar los problemas históricos de cualquier injusta sociedad de clases, aunque muestre la opulencia de algunas ciudades como símbolo de triunfo.

La realidad sigue siendo desnutrición, ignorancia, marginalidad, déficit habitacional con el consiguiente hacinamiento, prejuicios invalidantes, represión  sobre los oprimidos, desastre medioambiental, racismo y patriarcado (mal disimulados con discursos “políticamente correctos”), multitudes de inmigrantes irregulares que huyen desesperados, guerras por doquier.

La sensación de triunfo de la derecha fue tan grande tras la caída del Muro de Berlín que los movimientos populares  y las izquierdas quedaron golpeados.

Aunque se habla interminablemente de derechos humanos, libertades y democracias,  la situación real es de profundización de la sumisión, de explotación, de injusticia, de retroceso social.

A ello que debe sumarse un discurso conservador en el plano ético, con presencia de elementos religiosos, que en contraposición con logros ya obtenidos por el avance de los pueblos, muestran que el pensamiento retrógrado sigue muy vigente.

La derecha crece. Contrario a décadas pasadas, durante los 60 y 70 del siglo pasado, por ejemplo, cuando había una actitud casi rebelde con elementos contestatarios que cruzaban la sociedad global en diversos campos, hoy asistimos a un pensamiento nihilista, conservador, desesperanzado. Lo vemos en distintos países con posiciones cada vez más recalcitrantes y ultra conservadoras por parte de las clases dominantes, expresadas a través de sus partidos políticos de turno.

Es una tendencia que puede verse en todo el mundo. En muchas naciones europeas gobiernan administraciones abiertamente proclives al nazismo, con posiciones repugnantemente xenófobas y de supremacismo blanco.

Nazi-Aufmarsch und Gegendemo 10. Foto de Zeitfixierer / Flickr. Creative Commons License.

En Italia acaba de ganar las elecciones un partido fascista, con posturas similares a las de Benito Mussolini décadas atrás.

En Rusia, enfrascada en un terrible conflicto bélico ahora, se ha impuesto una tendencia que desanda todo lo construido durante la Unión Soviética, premiando la riqueza personal, el retorno a posiciones clericales y con fomento de la homofobia.

En Estados Unidos todo indica que muy probablemente pueda volver a la presidencia un neofascista como Donald Trump, que se permitió hablar de “países de mierda” refiriéndose a territorios del Sur.

Si bien en varios países latinoamericanos en estos últimos tiempos han ganado las elecciones presidenciales candidatos de centro-izquierda, de una izquierda moderada (López Obrador en México, Luis Arce en Bolivia, Gustavo Petro en Colombia, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras, Alberto Fernández en Argentina, Gabriel Boric en Chile), en todos esos contextos las derechas no permiten mayor margen de maniobra. Derechas radicales, racistas, conservadoras, en muchos casos cercanas a los postulados religiosos de “dios, patria, familia” y atacando la diversidad sexual, toman la palabra. Más bien: apabullan.

Pero ¿qué puede esperarse de las derechas? Si bien en algunos momentos se pueden permitir ciertas libertades y alguna que otra concesión (“capitalismo de rostro humano”, por ejemplo), el pensamiento conservador es eso: terror ante el cambio.

Preocupa que ahora ese conservadurismo se está radicalizando y ataca más que antes. Si la gente vota candidatos de ultra derecha –Bolsonaro en Brasil o Macri en Argentina, por ejemplo, o a Vox en España, o vota por el NO al cambio constitucional en Chile– es porque el bombardeo mediático con un anti-comunismo visceral no deja de estar presente. Los valores tradicionalistas de un falso nacionalismo, homofóbicos, clericales, hiper conservadores en lo económico, xenofóbicos, se imponen crecientemente.

La única solución posible no son gobiernos “menos de derecha”: la única solución a la vista es cambiar de dirección.

(Fotos: Pixabay)

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