El gobierno conservador ha encabezado una rebelión de sus propios diputados, quienes no están contentos con la reimposición del sistema de tres niveles para combatir el Covid, tras finalizar el confinamiento. Memorias de The Prisma. Octubre 2020.
Estos parlamentarios están comprometidos ideológicamente con la libertad individual y la causa, especialmente de los pequeños negocios, que sufrirán bajo cualquier restricción nueva.
Esta revuelta tiene lugar a pesar de la enorme mayoría electoral ganada por los conservadores en las elecciones del año pasado, que parecía hacer inexpugnable la posición de liderazgo de Boris Johnson.
Sin embargo, es irónico que, a nivel de discurso, sean los tories quienes utilicen el lenguaje de la “libertad”, mientras que el Partido Laborista generalmente apoya las restricciones legales.
Los Laboristas sólo se abstendrán en esta votación, porque creen que el apoyo que se ofrece en estos planes a las empresas y, por lo tanto a los puestos de trabajo de la gente, es insuficiente.
La derecha combina la política libertaria y la economía neoliberal, oponiendo este individualismo a la preferencia de la izquierda hacia el colectivo y la comunidad.
Sin embargo y pese a ello, el régimen de Johnson se ve obligado a promulgar leyes restrictivas por razones de salud pública.
Esto se debe a que los sentimientos anti-estado de la derecha nunca son absolutos. Su poder de coerción es bienvenido, por ejemplo, cuando elimina obstáculos al capitalismo, como lo son los sindicatos.
Por ejemplo, a pesar de la retórica, la respuesta a la crisis de 2008 se basó en que el Estado salvara al capitalismo de sus propios excesos.
La desaparición del Estado sugerida por Hardt y Negri, en su clásico libro Empire (Imperio) publicado en el año 2000, ha demostrado ser quimérica, un mero momento en el desarrollo del capital global.
Porque, sin importar la ineptitud exhibida por los conservadores en la práctica, el papel del Estado ha sido redescubierto durante el coronavirus; un hecho que podemos percibir en los diversos resultados de las respuestas nacionales.
Por ejemplo, la torpeza de la libre empresa y la reacción políticamente descentralizada de los Estados Unidos, frente a la eficacia de la experiencia asiática dirigida por el Estado, con la confusión política de Europa en el medio.
El Estado no es, después de todo, una forma sociopolítica neutral, inmutable y eterna. Su estructura y función cambia a lo largo de la historia según los usos que se le den.
Los teóricos marxistas (como Slavoj Žižek, Srecko Horvat y Vijay Prashad) dan la bienvenida al retorno del estado a la prominencia ideológica.
En lugar de lo que Prashad llama “la evisceración del estado” bajo las condiciones neoliberales de acumulación, el Estado se convierte por lo tanto en un posible lugar de resistencia al capital global.
Solo el poder del Estado es lo suficientemente poderoso como para conseguir esto.
Aunque, para Prashad, necesita ser dirigido también por las instituciones y movimientos sociales, que pueden ejercitar una presión popular sobre este.
Aquí, vemos las emociones intensificadas causadas por la crisis, que conducen a una mayor politización.
Para algunos, simplemente produce discusiones en las colas de los supermercados, para otros representa una radicalización.
Por ejemplo, un amigo ha sufrido algunos abusos por motivos raciales en el trabajo. Una persona que antes era “apolítica”, ahora habla activamente de “discriminación”, de “ser negro”.
Este lenguaje es un nuevo paso para ellos.
Demuestra la forma en que las tensiones derivadas del Covid están produciendo una intensificación de los sentimientos, que pueden a su vez conducir a la acción política.
(Traducido por Claudia Lillo – Email: lillo@usal.es) – Fotos: Pixabay