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Fidel Castro: 634 complots y una muerte verdadera

Fabián Escalante, general de división retirado y exviceministro del Ministerio del Interior, posee una profunda compilación sobre los complots que se realizaron para acabar con la vida del dirigente cubano.

 

Fidel Castro. Photo by Antonio Marin Segovia / Flickr. Creative Commons License.

Danay Galletti Hernández

 

Entre 1958 y 2000 se realizó un total de 634.

De ellos, el especialista distinguió 167 que contaban con los medios, disposición y un mejor plan; otros emergieron, incluso, de programas de televisión como Cita con Cuba, de La Voz de las Américas, mediante la denominada Operación Botín, consistente en la entrega de recompensas por matar a diferentes líderes.

En declaraciones exclusivas a esta periodista, reconoció como una de las operaciones más acabadas la AM/LASH, encabezada por el excomandante Rolando Cubela Secades, agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y colaboradores de diversa procedencia.

Ese grupo planeó el asesinato de Fidel desde 1961 hasta la captura de Cubela cinco años después, en febrero de 1966, mediante “veneno, balas y el famoso lapicero con una punta muy fina con el cual pretendían, durante un acto en El Cacahual el 7 de diciembre de 1965, inocularle una sustancia mortal”.

Durante esa primera década,  muchos de los jóvenes cercanos al líder y vinculados a su protección tenían poco más de 20 años, con escaso entrenamiento, y “era una etapa donde no se dormía y acontecían muchas situaciones precipitadas”, cuenta Escalante.

Planes descabellados

Escalante, fundador de los servicios de seguridad cubanos y jefe del Departamento de Seguridad del Estado (DSE) de 1976 a 1996, afirma que los numerosos intentos de asesinato contra Fidel Castro comenzaron desde muy joven, mientras estudiaba en la Universidad de La Habana.

Por aquellos años un sujeto del bajo mundo, asociado al gobierno de Carlos Prío Socarrás (1948-1952), intentó silenciar la voz del joven y su postura contra la corrupción imperante en casi todas las ramas de la administración bajo el mandato del Partido Revolucionario Cubano Auténtico. Después de eso, Fidel intervino en numerosos encuentros de jóvenes, entre ellos, el Congreso Latinoamericano de Estudiantes, con sede en Colombia, y paralelo a la realización de la IX Conferencia Panamericana, durante la cual adoptó la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Por ello, sus participantes pretendían, desde una posición antiimperialista, el reclamo de la devolución del Canal de Panamá y de las Islas Malvinas, la independencia de Puerto Rico y la protesta contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana.

Fidel, incluso, mantuvo un encuentro con Jorge Eliécer Gaitán, un popular líder del Partido Liberal en Colombia y quien perfilaba como candidato a la presidencia de la nación sudamericana, asesinado el 9 de abril de 1948, tras dos disparos a varios metros de la Avenida Jiménez, Bogotá.

Fidel Castro. Foto de Antonio Marin Segovia / Flickr. Creative Commons License.

Fidel Castro fue luego uno de los asaltantes al Cuartel Moncada; protagonista de su propio discurso de autodefensa, “con lo esencial para el impulso del posterior proceso y las causas detrás de las tentativas de eliminarlo por Estados Unidos y la burguesía nativa y continental”.

Escudo moral

El complot organizado por el gobierno de Estados Unidos y el Buró Federal de Investigaciones, la policía militar del dictador Fulgencio Batista en 1958 y protagonizado por Alan Robert Nye, a partir de un plan “elemental y rústico”, puso en marcha un proceso indetenible.

“Capturado por una avanzada del Ejército Rebelde, lo que menos imaginaba ese hombre era el triunfo de la Revolución, unos días después, gracias a la descomunal presión ejercida en la zona oriental y la ciudad de Santa Clara. Luego fue expulsado del país para evitar un conflicto con Washington”, explica Escalante.

En un memorándum del 2 de diciembre de 1959 el coronel J.C. King, jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, expuso la necesidad de matar a Fidel porque “ninguno de los otros líderes revolucionarios son tan atrayentes e hipnotizan a las masas”. Los los atentados contra el Comandante en Jefe incorporaron a esa agencia de inteligencia, la mafia (que poseía grandes intenses en la isla) y burgueses, terratenientes y latifundistas molestos con las medidas sociales aplicadas tras el 1 de enero de 1959.

Ese mismo año acontecieron varias tentativas “locas y desesperadas” por ultimarlo, entre ellas, la organizada por el asesino a sueldo y jefe de un ejército paramilitar, Rolando Masferrer Rojas, quien contrató a dos o tres esbirros para dispararle a la salida del Palacio Presidencial.

El también participante en los encuentros tripartitos cubano-soviético-estadounidenses sobre la Crisis de Octubre explicó que, en 1960, previo a la llegada de Fidel a la cabeza de la delegación para la XV Asamblea General de las Naciones Unidas, hubo varios encuentros y planes “descabellados”.

Entre los implicados figuraron el primer jefe de la mafia en California, Samuel Mooney Giancana y Manuel Antonio de Varona, exprimer ministro de la isla durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás, quienes de conjunto con expertos de los laboratorios de la CIA idearon la creación de polvos y venenos.

Uno de aquellos proyectos consistía en esparcir LSD, sustancia con efectos psicotrópicos, en un estudio de radio donde Fidel hablaría “para que le entrara un ataque de risa, no pudiera expresarse y se desprestigiara ante la población”, otra fue la colocación de sulfato de talio en las botas para que se le cayera la barba.

Incluso, agregó, llegaron a hablar con el jefe de la escolta de la policía de Nueva York para colocar una caja de tabacos en su habitación con uno explosivo; luego emergieron las famosas pastillas envenenadas, en sus dos ediciones y distribuidas en diferentes lugares como el hotel Habana Libre.

“Allí trabajaba el gastronómico José Santos de la Caridad Pérez Núñez, quien poseía un sobre con el primer lote de cápsulas de toxina botulínica que arribó a Cuba. Las guardaba en su taquilla y cuando le tocaba trabajar las ponía en la nevera a la espera de la primera oportunidad”, cuenta.

Un día Fidel llegó a la cafetería del hotel a las 4 am.  y pidió un batido de chocolate, pero cuando Pérez Núñez intentó agarrar el nylon con la sustancia, este quedó pegado al hielo; por tanto, el dirigente tomó tranquilamente su batido y se marchó. Dice Escalante: “Me preguntarás cómo transitó durante décadas por todos esos complots e intentos de asesinato. ¿Crees que ese era el centro de su preocupación? No. Esa imagen suya en el avión cuando abre su camisa y dice que tiene un chaleco moral, ese es Fidel”. PL

(Fotos: Pixabay)

 

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