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Testimonio de una refugiada: Empujados al mar y a la deriva

«Soy una palestina del campo de refugiados de Alsham, en Siria. Mi sueño era garantizar una vida segura para mis hijas y darles una patria, porque como palestina no tengo patria. Mi marido murió en Siria, cuando yo estaba embarazada de mi hija en el tercer mes. Este fue  el sexto intento en el que me han hecho retroceder con la misma violencia extrema.» Testimonio de una madre soltera a la que hicieron devolver el 19 de septiembre de 2022 cerca de Rodas.

 

AlarmPhone*

 

En la mañana del 19 de septiembre, unos familiares nos alertaron de una embarcación en peligro al norte de Rodas, en aguas griegas. No pudimos establecer contacto directo con los viajeros, pero aun así alertamos a los guardacostas helenos. Alrededor de las 12:15h CEST, los familiares nos dijeron que los guardacostas helenos acudieron, pero que llevaron a las personas a un pequeño islote deshabitado y les robaron. Denunciaron golpes y que les robaron violentamente todas sus pertenencias. Pudieron esconder un teléfono, pero les robaron todos los demás. Finalmente los empujaron al mar y los dejaron a la deriva. El 20 de septiembre de 2022, a las 00.55 hora local, los guardacostas turcos encontraron al grupo de 61 personas en dos lanchas neumáticas frente a la costa del distrito de Datça, en Muğla, como se informó posteriormente. Los guardacostas turcos declararon que las personas fueron empujadas a aguas turcas por medios griegos.

Días después conseguimos hablar con una de las supervivientes, una madre soltera palestina que había vivido durante años en el campo de refugiados de Alsham, en Siria. Queremos compartir aquí su testimonio:

«Soy una palestina del campo de refugiados de Alsham, en Siria. Mi sueño era garantizar una vida segura para mis hijas y darles una patria, porque como palestina no tengo patria. Mi marido murió en Siria, cuando yo estaba embarazada de mi hija en el tercer mes.

Este fue  el sexto intento en el que me han hecho retroceder con la misma violencia extrema. Esta vez tenía miedo de que pronto se apagara la luz. Tenía miedo de llegar tarde porque con la luz del día habrá mucho más riesgo de la presencia de los guardacostas griegos.

Cuando subimos al bote de goma, me sorprendió el gran número de personas: unas 35 en un bote pequeño. El capitán del barco no entendía nada del GPS. Pasamos unas 3 horas en el mar y, tras varios intentos, llegamos cerca de Rodas. Y rápidamente llegaron los guardias griegos.

Había un barco en el que 6 hombres nos amenazaron directamente con armas, desmontaron el motor, se llevaron la gasolina. Siguieron amenazándonos con armas y nos dijeron que si nos movíamos nos dispararían y nos matarían. Estaban vestidos con uniformes negros y había dos personas encapuchadas.

Realmente no recuerdo los detalles del barco, porque estaba aterrorizada y temía por mis hijas. Se llevaron el motor y la gasolina y nos dejaron en el agua en el bote de goma desde las cinco de la mañana hasta las 11.30 aproximadamente.

Entonces llegó otra patrullera griega. Era de color naranja y gris, no todos iban enmascarados pero sí vestidos de negro. Había una persona con camisa blanca entre ellos.

No puedo recordar más detalles porque estaba aterrorizada y cuidando a mis hijas e intentando calmarlas en esta terrible situación.

Pude esconder el teléfono y nos llevaron lejos hasta llegar a una isla rocosa. Intenté llamar a Alarm Phone y envié la ubicación por WhatsApp y envié mi posición, que se refería a la isla, mientras estábamos en el barco en el mar. Nos golpearon, insultaron y amenazaron con armas durante todo este tiempo y se negaron a decirnos dónde nos iban a llevar o a dar agua a los niños. Entonces llegó un gran barco de guerra gris. Nos llevaron en él. Los «comandos» iban todos con ropa militar. También se llevaron el bote de goma en el que empezamos a viajar. Había otro bote de goma unido al barco de guerra. Nos llevaron con mucha violencia. Nos tiraron del bote al barco de guerra. Se llevaron violentamente a los niños. Tenían una máquina de inspección electrónica y se llevaron todos los teléfonos y todo lo que llevábamos. Yo no pude esconder nada, excepto una tarjeta SIM turca, y otra chica muy joven pudo esconder un teléfono en el buque de guerra antes de ser inspeccionado.

Nos golpearon con palos y nos amenazaron con armas continuamente. Se negaron a darnos agua para los niños o algo de comer. Incluso a los niños los golpearon duramente con palos y les quitaron los velos a las mujeres de forma muy violenta, pero al final conseguimos mantener el teléfono oculto gracias a un gran trabajo en equipo. Siempre preguntábamos a dónde nos llevarían, pero la única respuesta era golpearnos.

Ese día supimos que había una fuerte tormenta. A eso de las dos de la mañana estábamos siguiendo las noticias del tiempo antes de iniciar el viaje y nos alertaron de la tormenta. Los comandos se alejaban de tierra.

Todo estaba prohibido: comer, pedir agua – si hablabas te golpeaban. También hacía mucho frío, así que pedimos mantas para los niños. Se negaron y nos golpearon. A las dos de la mañana empezó la tormenta y la ola alta.

Los niños estaban durmiendo, y de repente los comandos despertaron a todos -incluso a los niños- a golpes, y lanzaron uno por uno a nuestra barca hinchable desde la barcaza alta. Éramos unas 67 personas en los dos botes, que estaban en mal estado debido a la sal y a los que lanzaron desde lo alto. Dividieron a la gente entre los dos botes: un bote para las familias y otro para los jóvenes. Había un joven que me ayudó con mis hijas porque yo estaba completamente agotada. Intentamos comunicarnos con ellos, porque en la tormenta es una muerte inevitable, pero se negaron.

Cogimos el teléfono y la tarjeta SIM y llamamos a los guardacostas turcos, que acudieron rápidamente debido a la gravedad de la situación. También estábamos aterrorizados por la situación porque había un grupo de jóvenes que no estaban en las dos embarcaciones. Habían desaparecido.

Los guardias turcos nos llevaron a su centro, y luego nos llevaron a otra comisaría, donde encontramos a los amigos que habían desaparecido. Dijeron que los habían metido en un bote de goma y que estuvieron perdidos sin teléfono durante un día hasta que los guardacostas turcos los encontraron.

Al tercer día nos liberaron. Pero la policía turca me quitó la tarjeta de residencia de turista y ahora, para arreglar mi situación, tengo que ir a un centro alejado de Estambul durante 14 horas, lo que es imposible en mi situación.

Mis hijas están en una situación psicológica muy difícil. No hay nada que hacer por ellas, ni siquiera la posibilidad de ir a la escuela. Su situación psicológica se ha deteriorado desde el tercer intento, en el que nos hicieron retroceder violentamente y nos arrojaron a una barca en la que entraba el agua y sobrevivimos de milagro.

¿Puedes imaginar cómo afectó toda esta violencia a mis hijas? Mi hija mayor tiene 10 años y la menor 8. ¿Puede imaginarse toda su infancia como una tragedia? Mi sueño era que mis hijas vivieran mejor que yo, pero al final mis hijas sufrieron más que yo».

*Artículo publicado en AlarmPhone.

(Traducido por Mónica del Pilar Uribe Marín) – Fotos: Pixabay

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