Globo, Los nuestros, Multicultura, Reino Unido

La tradición oral de contar historias

Esta tradición oral es una de las formas de arte más antiguas que perviven en la sociedad contemporánea.

 

Chris Wise

Ben Stupples

 

Tanto la fábula como el mito se encuentran profundamente arraigados en nuestras culturas y se han convertido en elementos fundamentales para caracterizar nuestras respectivas identidades nacionales.

Las bases del sentido patriótico inglés estarían totalmente destruidas sin el folclore caballeresco que envuelve, por ejemplo, al rey Arturo o a San Jorge y el dragón. Sin embargo, la narrativa oral, a pesar de sus raíces primordiales, es una de las artes que menos se celebran actualmente.

Si entramos a tiendas de grandes cadenas del entretenimiento como HMV o WHSmith, no encontraremos DVD de las actuaciones de Ben Haggarty y Sally Pomme Clayton, dos de los principales contadores de historias del Reino Unido.

Las estanterías, por el contrario, están llenas a rebosar de CD de música, videojuegos o películas. Cabe preguntarse, entonces, por qué es tan poco conocido hoy en día el arte de contar historias. Muchos de nosotros podemos identificarnos con la sensación de alegría que sentimos al ver a nuestros amigos o familiares disfrutar escuchando una de nuestras historias.

Quizá podamos también identificarnos con la idea de cautivar al público, un concepto clave en la narrativa oral que ha animado a Chris Wise (una de las principales figuras del club Storytelling in Hope, con sede en Eltham, Londres) a seguir contando historias desde que se enamoró de esta forma de arte hace 15 años.

“Encontrar una historia realmente buena”, afirma, “una que realmente te guste contar, y luego compartirla, es simplemente una experiencia maravillosa”.

En un principio, por lo tanto, contar historias podría parecerse mucho a la manera en que difundimos rumores en la oficina durante la hora del almuerzo. Sin embargo, lo que distingue este arte del fenómeno que encontramos en la mayoría de situaciones sociales informales es que quienes cuentan historias, a pesar de querer cautivar a su público, no desean nunca ser el centro de atención.

“Cuando alguien dice que podía ver lo que estabas describiendo”, me cuenta Chris, “sabes que has desaparecido por unos instantes y eso es exactamente lo que interesa hacer”. En la narrativa oral la historia parece tener prioridad sobre quien la cuenta, lo que da pie a una interesante comparación con el cine o el teatro, donde la atención que reciben los actores es a menudo tanta como la que se presta a la historia.

Además, al contrario de lo que ocurre en el cine o el teatro, donde una elaborada puesta en escena o el uso de imágenes generadas por ordenador (CGI) pueden servir de apoyo al argumento, el contador de historias debe crear tanto a los personajes como su entorno valiéndose simplemente de su voz y su imaginación. “Por eso”, como dice Chris, “contar historias puede ser a menudo una tarea difícil”.

Sin embargo, la escasez de técnicas basadas en la tecnología del siglo XXI no es una desventaja, sino uno de los puntos fuertes de la narrativa oral.

Al carecer de accesorios, efectos especiales y compañeros de reparto, el público fija su atención en el narrador.

Tanto en el cine como en el teatro muchas personas se unen para crear una historia, mientras que en la narrativa oral una sola persona se convierte en todo. En consecuencia, el narrador tiene más oportunidades de forjar un vínculo con el público, una cualidad que Chris atribuye a “las mejores actuaciones de narrativa oral, ya que uno se funde con el público. Es casi como una relación simbiótica”.

Esta capacidad para unir a grupos de personas a través del estímulo de la imaginación es sin duda poco frecuente en nuestra sociedad, a menudo aquejada de divisiones sociales, políticas y religiosas. El club Storytelling in Hope fue un buen ejemplo de cómo utilizar de forma positiva el potencial que tiene la narrativa oral para acercar a la gente, al reunir a narradores de diferentes etnias y celebrar el Diwali (el festival hindú de las luces) con la narración de algunas secciones del Ramayana, uno de los grandes relatos épicos de India y Nepal.

La narrativa oral puede ser, por lo tanto, no solo una fuente de entretenimiento, sino también una herramienta para aumentar nuestro conocimiento sobre otras culturas, lo cual podría tener en el futuro un efecto beneficioso en nuestra sociedad, cada vez más multicultural.

Desafortunadamente, sin embargo, es poco probable que el Gobierno contrate a personas como Chris, que este año aspira a convertirse en contador de historias profesional, para contar historias de diferentes culturas y ayudar así a derrumbar las barreras que existen en la comunidad.

En cualquier caso, sigue habiendo buenas razones para que la narrativa oral se cultive, se publicite y se disfrute más en nuestra sociedad.

Ha sido ignorada durante demasiado tiempo; necesita oírse más y usted podría ser una de sus voces.

Existen clubs de narrativa oral en todo el país y puede encontrar información sobre el club más próximo a usted a través de una simple búsqueda en Google.

Podría también asistir en verano a eventos que duran un fin de semana (o incluso participar en ellos), como Festival at the Edge, descrito por Chris como “un fabuloso entretenimiento”. ¿Se anima?

(Traducido por Vicente Rosselló –  Email:v.rosselloh@yahoo.com) – Fotos: Pixabay

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