En Foco, Opinión

El primero que me preguntó mi nombre

Le gustaba leer y escribir, reflexionar sobre la vida y el país. De la vida el estoicismo: no fumaba, ni bebía en una época en que echar humo por narices, boca, ojos y oídos era moda, y emborracharse como beduinos. ¿Quién tendrá una foto de él? Existe la icónica del guerrillero heroico tomada por Korda en La Habana, con un disparo feliz de su cámara fotográfica. ¿Pero quién retrató a Oscar Gil?, ¿o quién escribió sobre su corta vida?, porque cuando lo mataron, no llegaba a los 30.

 

Armando Orozco Tovar

 

Así lo recuerdo: alto, elegante y paisa hasta los huesos. Serio con gafas de cegatón intelectual y lo era.

Le gustaba leer y escribir, reflexionar sobre la vida y el país. De la vida el estoicismo: no fumaba, ni bebía en una época en que echar humo por narices, boca, ojos y oídos era moda, y emborracharse como beduinos.

Nada de drogas. Ni siquiera la “Yerba maldita”, que reivindicó el movimiento Nadaísta desacralizándola entre la juventud, porque esta planta medicinal era pasto sólo de presidiarios, como también en el cuerpo los tatuajes.

Oscar, pensaba y soñaba con un país mejor, pero sus pesadillas no lo dejaban dormir. Y su alma se paseaba inquieta por su humanidad de metro con ochenta.

Se le veía a menudo por la Carrera Séptima en Bogotá, la cual recorría desde el puente de la 26 donde estaba el templete del Libertador, hoy en el Parque de los periodistas, hasta la Avenida Jiménez.

Nunca iba más allá, pero se le veía en las permanentes manifestaciones de la plaza mayor, repartiendo sus folletines, panfletos y volantes, como: Crisis ante la historia, No votar, Un pobre periodista (este últimoescrito cuando lo echaron de El Tiempo, después de un breve paso por el diario de la familia Santos y cuya sede entonces estaba en la esquina de la Avenida Jiménez, al frente donde eliminaron a Jorge Eliécer Gaitán por su discurso populista de justicia social.

Oscar Gil también tenía el su propio discurso que era – como buen paisa – de corte anarco-religioso, algo que lo acercaba a la personalidad del poeta Gonzalo Arango, fundador del Nadaísmo. ¿Se conocerían alguna vez? Cada uno iba con su alma encendida por diferentes aceras. Gonzalo haciendo sus poemas y reiteradas proclamas en pro de sus ideas existenciales y contra todo. Y Oscar con textos cortos contra el Estado agropecuario decimonónico, que quería quemar con su antorcha anarquista…

De ahí la llama, que portaba como símbolo, como antorcha hasta la iglesia colonial San Francisco, al lado de la Gobernación y diagonal del diario donde lo echaron.

Al llegar al sitio, y como cualquier otro arácnido, se subía por las rendijas de la pared del edificio gubernamental, hasta la cornisa debajo de las ventanas, donde encendía la antorcha para comenzar su perorata con cosas como: “Dios no está en templos de barro, sino en el corazón de los hombres…”

Esa frase se me quedó, aunque yo ya era ateo. Oscar me llamó la atención por su arrojo y su alta llama al lado de la antigua iglesia. Y un día lo alcancé en la calle para preguntarle cómo se llama- ba

Tiempo después, y de paso por Medellín, lo volví a ver en el Café La Bastilla, una especie de Café Automático bogotano, y me dio su último folleto y me lo dedicó poniendo: “Para Armando, que fue el primero que pidió mi nombre.”

El texto del “El hombre de la llama”, que pronto extravié, era una mezcla de su místico anarquismo (Oscar era rosacrucista) y de revolución.

Me seducía de él su idealismo y frustración, más aún cuando con el puño cerrado golpeaba la palma de su mano izquierda, diciendo: “¡Carajo, ¿A mí por qué no me sigue nadie?!”

Y era porque su arenga no convencía en una hora (si se le ponía atención) en la que la del comunismo por haber derrotado al fascismo y haber subido seres humanos a las estrellas.

Oscar Gil, se marchó a México intentando pasar a la isla caribeña, donde la arenga del Fidel Castro estremecía a las tiranías.(Fotos

Pero no lo logró en su regreso a Bogotá, donde con tres amigos, fue detenido y llevado a la cárcel Modelo, pues en un taxi robado intentaron repartir sus volantes alusivos al Ejército Panamericano de Liberación, que pretendían fundar sin dinero y sin armas, excepto esa que sustrajo a un policía dormido en un bus municipal, “restituyéndosela” a su funda pero en forma de plátano…

Tal anécdota la contaba sin reírse, porque uno de sus graves defectos era su total falta de humor, que no lo dejó sobrevivir a la bala en el pómulo derecho, que un día del 68 acabó con su anarca religiosidad, frente al Pasaje Santander, conocido hoy como “Tuvo”, por ser un lugar donde van los ancianos que alguna vez tuvieron sueños como los de aquel, “El hombre de la llama”, incendiarios.

(Fotos: Pixabay)

 

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