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Praga: una sobreviviente pintoresca

Bajo las estrechas callejuelas adoquinadas late el corazón de una nación bohemia. Superviviente de ocupaciones desde el Imperio de los Habsburgo hasta los Nazis, Praga es una ciudad cuya historia es tan rica como la asombrosa arquitectura que nos la cuenta.

Georgina Campbell

La indulgencia hacia un estilo de vida liberal y poco convencional define el estereotipo decimonónico de un bohemio.

Sin embargo, históricamente, el Reino de Bohemia no fue un paraíso donde los hippies podían acomodarse a leer poesía, sino la capital de la República Checa: Praga. Bohemia era un reino en el Sacro Imperio Romano, y posteriormente, una provincia en el Imperio Habsburgo de Austria. En un principio, la incorporación de Bohemia al Imperio Moravo tuvo como resultado una intensa cristianización de la población.

Un monarca nativo ascendió al trono y Bohemia quedó bajo el dominio de la dinastía Přemysl, que gobernó los territorios checos durante los siglos siguientes.

En la vista panorámica de Praga se encuentra la materialización arquitectónica de los numerosos gobernantes y regímenes que han ocupado el país.

El mayor castillo del mundo, el Castillo de Praga, es el lugar donde han tenido sus despachos los Reyes de Bohemia, los Emperadores Sacro Romanos y los presidentes de Checoslovaquia y la República Checa.

Si nos remontamos al siglo IX, encontramos que la primera construcción amurallada del castillo es la Iglesia de Nuestra Señora, y desde entonces, hasta el siglo XX, el castillo ha ido evolucionando. La gran iglesia gótica de San Vitus es un claro ejemplo de la impronta arquitectónica que los dirigentes han dejado en el castillo, con una única torreta de estilo renacentista e imágenes de hombres de negocios de los años 20 tallados en uno de sus muchos murales. La Reina María Teresa llevó a cabo la última gran reconstrucción en la segunda mitad del siglo XVIII.

Durante la ocupación Nazi de Checoslovaquia en la Segunda Guerra Mundial, el Castillo de Praga se convirtió en el cuartel general de Reinhard Heydrich, el “protector del Reich de Bohemia y Moravia”.

Antiguas leyendas cuentan que un usurpador que ponga sobre su cabeza la corona de Bohemia está condenado a morir en el plazo de un año.

Heydrich fue asesinado menos de un año después de haber asumido el poder.

Durante la Revolución de Terciopelo, Alexander Dubček, el líder de Checoslovaquia durante la Primavera de Praga, apareció en un balcón con vistas a Wenceslas Square.

Presionado por los manifestantes para ocupar el puesto de presidente en el Castillo de Praga, abrazó a la multitud como símbolo de libertad democrática.

La rica y apasionante historia del Barrio Judío de Praga (Josefov) se remonta al siglo XIII, cuando la comunidad judía fue obligada a vaciar sus hogares y establecerse en un área de la ciudad.

1781 vio a Josef II promulgar el Edicto de Tolerancia, que permitía el libre ejercicio de la religión y la secularización de la educación, la ciencia y el arte. Posteriormente la ciudad fue rebautizada Josefov en su honor.

En el siglo XX, los Nazis no destruyeron el legado judío de Praga, sino que lo conservaron a modo de epitafio preconcebido de una raza desaparecida.

La Sinagoga Española (una de las seis sinagogas que se conservan) fue construida en 1868. La sinagoga destaca por su elaborado interior, ya que cada superficie está revestida de complejos diseños policromos y dorados de estilo Islámico.

El Barrio Judío también alberga hoy en día una desgarradora exposición de dibujos pintados por niños judíos víctimas de Auschwitz. Sus dibujos expresan esperanza y reencuentro, y deberían ser vistos como un rayo de luz ante la experiencia siniestra y angustiosa que se vieron obligados a soportar.

Praga es visualmente asombrosa; de hecho, pintoresca. Sin embargo, acechando bajo la iglesia gótica, Kostnice, se halla una capilla totalmente provista de huesos humanos.

Kutna Hora, la antigua villa minera de la República Checa, alberga el Osario; construido a partir de los restos de 40,000 personas. En el siglo XIII, un abad del monasterio de Sedlec regresó de una visita a Palestina con su bolsillo repleto de tierra, y la esparció por el cementerio.

Esta asociación directa con la Tierra Santa convirtió el camposanto en un lugar de enterramiento muy solicitado por la aristocracia de Europa Central, de manera que el número de enterramientos sobrepasaba al espacio disponible. En 1870, la familia Schwarzenberg (los terratenientes por aquel entonces) encargó a Frantisek Rint, tallista de madera, que decorase la capilla con los huesos del cementerio, como escalofriante recordatorio de la transitoriedad de la vida humana y la inevitabilidad de la muerte.

El espectáculo más macabro de esta decoración es la lámpara de araña que contiene al menos un hueso de cada uno de los que componen el cuerpo humano.

En la colección encontramos también una vitrina específica dedicada a los cráneos pertenecientes a los guerreros de Hussite (1468- 1478).

Extraordinariamente, se cree que estos guerreros no murieron en el campo de batalla, sino por la falta de medicinas modernas para curar y desinfectar sus graves heridas.

La belleza de Praga emana de sus gentes y resuena en la arquitectura de la ciudad.

Sin embargo, el auténtico tesoro de Praga radica en su historia, ya que cada rincón de la capital tiene su propia historia fascinante que contar. (Memorias de The Prisma. Octubre,2012.)

(Traducido por Marta Polo Delgado) –  Fotos: Pixabay

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