Globo, Mundo, Política

La crisis en la izquierda, el momento de la derecha

Los procesos políticos tienen en el grado mayor o menor de consciencia política de la población probablemente el mayor de los determinantes.

 

Juan Diego García

 

Alcanzar un suficiente nivel de consciencia de los verdaderos intereses es seguramente la mayor condición para que la libertad sea un ejercicio cierto y no el fruto de alguna pasión intensa, o resultado de la llamada manipulación mediática o más íntimamente, de valores primarios como el racismo, la xenofobia o el patriarcalismo.

En algunos casos esa pasión sin frenos es fruto de crisis profundas del orden social que diluyen las visiones cotidianas equilibrantes y desemboca en escenarios casi apocalípticos; La actual crisis global en todos los órdenes alimenta este tipo de situaciones y arrastra a la gente a desconfiar de todo y a buscar, en salidas tantas veces absurdas, un horizonte menos oscuro.

Un ejemplo es la aparición y fuerte expansión de formas religiosas extremas como el islamismo radical o el cristianismo fundamentalista (protestante o católico). Eliminando todo espacio al pensamiento crítico, estas corrientes que afectan a grandes colectivos generan pasiones desenfrenadas y juegan un papel muy importante en algunas de las corrientes políticas, donde predomina la pasión por encima del racionamiento. El predominio del pensamiento mágico va muy bien con el mensaje de la extrema derecha. La manipulación mediática es, por su parte, un mecanismo de control de las mentes similar al que en su día jugaron el púlpito, la predicación y el confesionario.

Solo que ahora, con los modernos medios de comunicación tales como la radio, la televisión y sobre todo con internet ese control y la manipulación adquieren niveles y extensiones nunca antes registrados.

Hay dos factores que permiten entender los motivos por los cuales la cultura política actual, en tantas ocasiones, se muestra tan reducida, tan infectada, tan deformada, dando paso a manifestaciones a veces dramáticas, que se registran en amplios colectivos sociales que eligen como dirigentes a verdaderos personajes afectados de alguna forma de demencia, a dirigentes sociales y políticos que son voceros de un mensaje patológico y a los cuales terminan llevando al gobierno.

Un primer factor sería la profunda crisis que en la izquierda comunista produce el fin dramático del Socialismo Realmente Existente de la URSS que dejó sin referentes a casi todos los partidos comunistas del planeta. Muchos, de importancia histórica, desaparecieron.

Un segundo factor sería la también dramática disolución de la alternativa reformista de la socialdemocracia que terminó por asumir como propio el discurso y que hace profunda crisis cuando ese modelo muestra todas sus limitaciones. La izquierda se quedó sin discurso, al igual que la propia burguesía que hoy parece debatirse entre intentar alguna solución reformista o mantener el actual modelo sin descartar alguna forma actualizada de fascismo si las circunstancias lo requieren.

El renacimiento de la extrema derecha en el mundo no sería posible sin los apoyos decisivos de la burguesía (o al menos de una parte cada vez más significativa de la misma). La falta de un discurso convincente, de una propuesta estructural como en su día fue ese estado del bienestar o el socialismo afecta a la izquierda y a la burguesía, pero la debilidad de ésta última como clase dominante se compensa con la debilidad aún mayor de las fuerzas sociales del cambio (izquierda o progresismo).

Las fuerzas sociales del cambio en buena medida se adhirieron al capitalismo reformado posterior a la Segunda Guerra Mundial olvidando o manteniendo solo como un  discurso formal su propio ideario.

Ahora no tienen un referente teórico nuevo que les permita reformular sus tradicionales consignas de «expropiar a los expropiadores», de «emancipar el trabajo», de «poner fin a la explotación del ser humano por el ser humano». La relativa calma social y el relativo mejoramiento que trajo para las clases trabajadoras el llamado Estado del Bienestar en las sociedades centrales del sistema -y sus versiones muy limitadas en la periferia-, ha dado paso a un descontento universal ante el fracaso evidente de todas las promesas neoliberales.

La teoría del «derrame», por ejemplo, que sostenía que aunque el modelo neoliberal permitiría crecer al capital (la única promesa que realmente se ha cumplido) habría necesariamente un derrame de esa riqueza en favor de las mayorías sociales.

La realidad es que no hay ese derrame. Al contrario, se produce la limitación dramática o la anulación de derechos básicos laborales, sociales, políticos y culturales.

La izquierda carece en lo fundamental de un referente teórico-práctico de suficientes dimensiones ni cuenta con instrumentos de acción de suficiente entidad pues las formas clásicas, partidos y sindicatos, no parecen estar a la altura que exige la crisis actual.

Este escenario afecta a todos los países.

Por eso, aunque el descontento social se manifiesta de tantas formas y por todo el planeta, las tendencias más perversas del capitalismo aparecen en el escenario político y social de forma amenazante y consiguen el apoyo o tolerancia de importantes sectores sociales. El descontento popular, la forma primera de la consciencia política es tan solo un punto de partida.

En los centros y periferia del sistema esas tendencias de la derecha más primitiva avanzan y amenazan mientras la izquierda no parece encontrar la manera de hacer frente al reto con suficiente eficacia (al menos de forma inmediata).

Tampoco parece exitosa una estrategia para movilizar a sectores amplios de las clases medias, indispensables para detener al moderno fascismo que avanza en las metrópolis no menos que en la periferia del sistema.

La izquierda tiene aún la dura tarea de avanzar revolucionariamente en la esfera de la cultura, de la consciencia verdadera, de superar la falsa consciencia.

Los avances en la esfera económica y en el ámbito político han llevado a dejar para el futuro la tarea de transformar las mentes de las mayorías sociales para avanzar hacia una emancipación global.

(Fotos: Pixabay)

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