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Ancianos inmigrantes: nostalgia y dificultades

La tercera edad es una categoría creciente entre la población latina en el Reino Unido, y los obstáculos a los que se enfrenta ponen en riesgo su bienestar. (Memorias de The Prisma. Marzo, 2014)

 

Noelia Ceballos Terrén

 

Son una minoría, pero encarnan los valores y las tradiciones de toda una comunidad lejos de su país. Los ancianos son una cara más de la inmigración latinoamericana. Son el pilar que une a muchas familias, pero también suelen ser sus grandes olvidados. Se enfrentan a una cultura y un idioma nuevos, retos muy duros que ponen a prueba sus emociones en plena madurez.

Las estimaciones indican que en 2008 había un total de 186.500 latinoamericanos residiendo en el Reino Unido, de los cuales 113.500 estaban instalados en la capital.

El informe, elaborado por la Queen Mary University en el 2011, revelaba que 2.577 de esos inmigrantes en Londres superaban los 60 años, es decir un 2,3%.

En el período 2000-2008, el Reino Unido conoció un auge migratorio proveniente de Latinoamérica. Esa tendencia se vio reflejada en el crecimiento de la población inmigrante de tercera edad, que se incrementó en un 39% entre los años 2004 y 2008.

Aunque no es fácil dar cifras de una comunidad de la que apenas existen estadísticas oficiales, ello refleja que muchos de los ancianos de este origen han sido traídos por sus hijos, para reunir a la familia.

Las condiciones no son sencillas, porque deben asumir todos los gastos de sus ancianos durante cinco años.

Durante ese tiempo el recién llegado tiene derecho a la sanidad pública inglesa, pero ni él ni su familia perciben ningún subsidio estatal.

Tras este período las parejas mayores pueden recibir 167 libras a la semana, así como la exención del pago del alquiler, cifra que se ve reducida a £125 semanales si la persona está sola.

En caso de necesitar ayuda por dependencia física, el gobierno inglés extiende a estos inmigrantes la pensión por incapacidad (Attendance Allowance), que varía entre £212 y £316 mensuales. A éstas se puede añadir la ayuda al cuidador del mayor dependiente, que asciende a 239 libras al mes.

Mayor edad, mayor dificultad

La realidad en el Reino Unido, aún encontrándose cerca de sus familias, resulta siendo dura para estos mayores que, a su edad, deben enfrentarse a todos los obstáculos ligados a la inmigración.

Y para hablar de esta realidad hay que conocerla muy, muy de cerca. Y de esa forma la conoce

Amada Silva, una chilena que lleva más de treinta años en este país, tiempo durante el cual se ha dedicado a ayudar a los inmigrantes de habla hispana a adaptarse a su nueva situación.

La tercera edad es el grupo al cual se ha dedicado más.

De hecho, un año después de llegar a Londres (en 1986) fundó el centro para adultos mayores “Los Años Dorados” y que ocupó su tiempo hasta 2009, cuando las dificultades económicas, entre otras, obligaron a su cierre.

A pesar de ello, Amada continúa ofreciendo su ayuda a los mayores de 50 años latinoamericanos, desde el centro de Age UK, de Lewisham Southwark.

Allí es donde todos los miércoles da clases de inglés y organiza actividades lúdicas como el canto o las manualidades para entretener a los ancianos.

Amada Silva conoce muchas historias, tristes y alegres, historias de soledad, de hijos que abandonan o maltratan a sus padres, de hijos que aman a sus progenitores, de adultos mayores que enfrentan solos su estatus de inmigrante.

De vez en cuando Amada recorre los hospitales preguntando si hay pacientes mayores latinoamericanos que se encuentren solos. Y son muchos los que ha podido ver en Londres. Sobre este aspecto le viene a la memoria el caso de una señora cubana, abandonada en una habitación de hospital, que le manifestó que lo único que aquella anciana deseaba era un oso de peluche.  Y lo recibió con la ilusión de una niña, repitiendo que aquello era lo único que su hija no lograría quitarle.

Inmigrante mayor

“Es difícil hablar de los viejos aquí, porque es muy triste”. Así resume un escenario que para muchos es de soledad, frustración e inadaptación al nuevo país.

El idioma es la gran dificultad para cualquier inmigrante, pero alcanza dimensiones más importantes para personas de avanzada edad.

La impotencia en situaciones cotidianas como ir a comprar al mercado, y tener que señalar con el dedo lo que desean, mina la moral de los mayores, que “empiezan a pensar que son tontos”, se lamenta Amada Silva.

Los ancianos latinoamericanos llegan con unos valores y normas de educación que en muchos casos chocan con las costumbres inglesas, explica esta chilena.

Por ejemplo, el absoluto respeto hacia los mayores en el que Amada se educó “se está perdiendo”, dice, y resulta especialmente chocante para los abuelos que ven cómo esas normas de educación ya no se les inculca a sus nietos, nacidos en Inglaterra.

La nostalgia del hogar es un sentimiento común a todo inmigrante. Sin embargo, se puede dar más intensamente en este sector de la población puesto que, como explica Amada Silva, “extrañan su espacios verdes, su sol y sus vecinos. La dificultad añadida del inglés hace que esas personas se retraigan y envejezcan antes de tiempo”.

Además, la integración con los ingleses de su misma edad no es fácil. La fundadora de Años Dorados recuerda casos en los que algunos mayores acudían a actividades para personas de su edad en centros ingleses, donde los nacionales no hacían esfuerzo por establecer conversación, o hablaban demasiado rápido.

Es decir, de nuevo una barrera, la lingüística, que “hace que la gente se sienta más pequeña y deprimida”. Un complejo de inferioridad que afecta a una población “con más estudios en muchos casos”, afirma Silva.

Malos tratos en el hogar

Pero otra verdad, silenciosa, dificulta todavía más el día a día de los ancianos. Y es el trato que reciben de puertas para adentro, en el entorno familiar.

Al llegar al Reino Unido, sus familias saben que no van a trabajar. La llegada de los “abuelos” resulta perfecta para los padres que les encargan el cuidado de la casa y de sus nietos a todas horas. Esa es “la manera inconsciente en que los hijos abusan de los padres”, opina Amada Silva. El cuidado de los nietos es una labor que, aunque se haga con gusto, “les hace envejecerse más”, dice.

Por su experiencia con la población mayor, la chilena sabe que muchos de ellos no salen a la calle y se quedan encerrados en sus casas. “No disponen de su tiempo, ni aunque sea para salir a dar la vuelta a la manzana”, denuncia.

Ella recuerda especialmente los paseos que organizaba en su centro para mayores, que eran la actividad que más participantes atraía. Esto se debía a las ansias de estas personas por salir a tomar el aire, y tomarse un descanso del ambiente de sus casas.

Pero muchos de ellos, cuenta, acudían corriendo el riesgo de recibir una reprimenda por parte de sus hijos, quienes cuentan con ellos para cuidar de los niños el fin de semana. “Eso te da una idea de cómo están de controlados”, dice.

Los abusos se dan también por parte de hijos y yernos que se apoderan de las pensiones de sus mayores, privándolos de su independencia económica. Sobre el maltrato a ancianos, la fundadora de Latin American Elderly Project, otro centro latinoamericano de la tercera edad, aseguraba lo siguiente en una entrevista a la revista Refugee Women’s News en 2004: “Este es un problema que afecta principalmente a nuestros miembros femeninos – la sociedad es todavía bastante machista en este aspecto, y los hombres no sufren este trato en la misma medida.

Algunas de nuestras mujeres también sufren violencia doméstica. A menudo, no reciben ayuda de sus familiares: alrededor de un 70% de nuestros miembros reciben todo el apoyo por nuestra parte, no por su familia”.

Es muy difícil estimar una cifra de los “viejos fantasmas”, según los llama Silva, víctimas del maltrato psicológico en el hogar.

(Fotos: Pixabay)

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