Globo, Latinoamerica, Reino Unido

Las marchas del odio en ‘sueños de paz’

Después de las marchas contra el presidente de Colombia, Gustavo Petro, del 6 de marzo del presente año, en una columna advertí que de estas emergían fácilmente tres categorías: Marchantes Mediatizados (MM), Marchantes Politizados (MP) y Marchantes Seducidos por un Pago (MSP). 

 

Germán Ayala Osorio*

 

Ahora, pasadas las movilizaciones del 21 de abril insisto en que esas tres categorías volvieron a aparecer en las nutridas manifestaciones.

La novedad es que en las señaladas marchas apareció una cuarta que he denominado Marchantes Emocionales (en adelante ME). Bajo esa nomenclatura caben todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que, llevados por una inocultable “Petrofobia” (odio a Petro), dieron rienda suelta a sus emociones para lanzar todo tipo de improperios en contra del jefe de Estado, hasta el deseo de verlo muerto, fruto de un crimen quizás, y metido en un frío ataúd.

Dentro de todas las entrevistas que hicieron algunos petristas infiltrados en las marchas, apareció el testimonio de una señora que dijo ser víctima del M-19, hecho con el que justificó su animadversión hacia el presidente de la República por haber sido militante de esa agrupación armada ilegal.

Las razones para odiar de la ciudadana están perfectamente justificadas por cuanto perdonar es un acto individual y porque desconocemos el nivel de afectación de la que fue víctima de acuerdo con su propio relato.

Aunque no se pudieron conocer las circunstancias en las que esa guerrilla pudo haber afectado la vida de la marchante, sí quedó en evidencia es que la señora sigue ahogándose en el remolino de la animadversión en el que ella mismo decidió quedarse por cuenta de su inconmensurable odio.

Colombia  lucha por la paz. Foto de Leon Hernandez / Flickr.  Creative Commons License.

Parece que se trata de un odio selectivo si tenemos en cuenta que dentro del Centro Democrático (CD) hay por lo menos 4 excompañeros de Petro. Habría, entonces, unos exguerrilleros “buenos” por estar militando hoy en la derecha y solo uno “malo”, Gustavo Petro, al que no se le puede perdonar haberse levantado en armas contra el Estado y mucho menos, continuar con sus ideas de izquierda, porque eso constituye una aberración.

Otros que no se identificaron como víctimas del M-19, simplemente expresaron su inquina por el solo hecho de haber pertenecido a esa guerrilla. Y en este punto vale la pena reflexionar en torno a que los procesos de paz arrastran una grave falencia: no se diseñaron estrategias pedagógicas orientadas a que, desde el Estado, una vez firmados los armisticios, se promoviera el perdón colectivo e individual. Muy seguramente de haber existido esas campañas de llamado al perdón, la fatal presencia de esas emociones negativas que cientos de miles de ciudadanos llevan cultivando en sus corazones, se habrían minimizado en estas movilizaciones del 21 de abril.

El triunfo del “No” en el plebiscito por la paz de 2016 es el mejor ejemplo de los impactos negativos que dejó el no haber diseñado campañas pedagógicas orientadas a seducir los corazones de aquellos que, ubicados en un plano moral superior, se creen con el derecho de decidir quién vive y quién no, de acuerdo con las ideas que defienden. Hay que señalar que la pírrica victoria del No se dio por dos razones fundamentales: la primera, porque la prensa se alió con la derecha y el uribismo a hacer una campaña llena de mentiras como el rayo homosexualizador y la entrega del país a esa guerrilla.

Como lo reconocieron sus principales animadores y el gerente, el objetivo era sacar la gente “berraca” a votar. Y la segunda, porque el gobierno de Santos fue incapaz o jamás le interesó diseñar los instrumentos o dispositivos ideológicos y culturales con los que se buscara seducir a los colombianos de la importancia de haber firmado el acuerdo de paz entre el Estado y esa guerrilla y, sobre todo, de la urgente necesidad de perdonarnos.

Así las cosas, los Marchantes Emocionales (ME) le dejaron claro al gobierno y al resto de la sociedad que no están dispuestos a escuchar argumentos y mucho menos a reconocer algo positivo que haga el gobierno de Petro.

Petro es, para estos ME, un “maldito, un hijo de puta guerrillero y un bandido que solo merece ser asesinado”. La arenga “fuera Petro” va más allá del deseo de sacarlo de la Casa de Nariño. Lo quieren “fuera de circulación” porque representa la “maldad y lo peor del país”. Recordemos que es peor ser de izquierda, que corrupto.

Lo más preocupante de todo lo anterior es que para las elecciones de 2026, a esos Marchantes Emocionales se irán sumando los Marchantes Mediatizados y los Marchantes Politizados. De continuar las marchas de lado y lado, como se prevé que ocurrirá, los odios seguirán creciendo en quienes no están dispuestos a perdonarle a Petro su pasado guerrillero. Las marchas del 1 de Mayo volverán a meter a petristas y a los anti petristas en la espiral de violencia física y simbólica que no sabemos hasta dónde nos llevará como sociedad fracturada que naturalizó la violencia social y política a través del lenguaje.

Ante la impotencia de no poder ver muerto al presidente, entonces esos deseos reprimidos los llevará a violentar a los petristas o a los periodistas de RTVC, salieron a cubrir las movilizaciones.  O quizás, simplemente, terminen violentando a quienes en el 2022 votaron por Petro porque creyeron en su proyecto político, a pesar de devenir maximalista para una sociedad que se acostumbró a vivir en medio de la mediocridad, la avaricia y la corrupción de todos los gobiernos de derecha.

*Germán Ayala Osorio: Comunicador social, periodista y politólogo, autor del blog La otra tribuna.

 (Fotos: Pixabay)

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