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Esperanza en el fin de los tiempos

Cuando ves que una tanda de libros trata sobre el mismo tema, sabes que algo está pasando con el espíritu de la época.

 

Steve Latham

 

En los últimos años hubo una multitud de libros que trataban el tema de la esperanza. Terry Eagleton, Slavoj Žižek, Srecko Horvat, y David Graeber; todos ellos ensayaron sus propios intentos.

¡Y esto fue antes del Coronavirus!

Porque es habitual que la izquierda necesite lidiar con su propio fracaso histórico para lograr un cambio radical real. Slavoj Žižek y Enzo Traverso han escrito sobre la manera en que los movimientos progresistas han tenido que reinterpretar sus propias derrotas.

El objetivo ha sido aprender lecciones importantes, rescatando las posibilidades inmanentes de los puntos culminantes revolucionarios anteriores, con el fin de alentar una nueva visión y dinamismo.

A raíz de esto, existe irónicamente una tradición de melancolía izquierdista, con un autor de ciencia ficción, China Miéville, lanzando incluso una revista, Salvage, dedicada a esta visión pesimista.

Pero, si bien puede ser necesario un tono apocalíptico para expresar la magnitud del problema, ¿qué recursos existen para reconstruir una narrativa llena de esperanza para motivar una nueva acción? ¿No existe el riesgo del romanticismo rebelde, el disfrute melancólico de la derrota, del mártir muriendo en las barricadas que vemos en los jóvenes estudiantes revolucionarios de “Les miserables?

La de hoy es una era diferente a la de Ernst Bloch, quien hizo hincapié en el papel de una esperanza progresista en la política revolucionaria.

A pesar de ser marxista, localizó el origen de la esperanza dentro de una herencia utópica, la cual sugirió que se originó con la enseñanza cristiana sobre el venidero reino de Dios.

Sin embargo, Bolch hizo esto mientras todavía era posible ser optimista sobre el proyecto soviético, y sus sueños aún no se habían hecho añicos.

Para entender la esperanza hoy, debemos hacer una distinción: entre expectativa y escatología. Vemos la diferencia en las campañas presidenciales de Biden y Sanders.

La expectativa se basa en la continuidad, la repetición, la extrapolación; como creer que saldrá el sol, porque lo hemos visto anteriormente.

Esto puede generar optimismo, generando posibilidades realistas para mejoras graduales, pero no un cambio sistemático, porque se encuentra en el ámbito de lo probable.

Sin embargo, la escatología, basa la esperanza en una visión de futuro a largo plazo, más allá de todas las vicisitudes históricas. Tal fue la contribución de las predicciones marxistas de una revolución proletaria históricamente inevitable.

Tales visiones del mundo pueden respaldarnos frente a la oposición, pero también pueden ser totalmente ilusorias, sin relación con las posibilidades políticas contemporáneas.

Aquí una fiesta puede convertirse en una secta, fiel a su propio mito privado; con la esperanza reducida a una fe ciega. Esta es la experiencia de numerosos grupos radicales, divorciados de los movimientos empíricos reales.

Estas ideas de la ilustración secularizaron la teología cristiana, afirmando ver desarrollos inherentes de la sociedad humana que conducen teleológicamente a un mundo mejor. Sin embargo, la fe cristiana, vio la promesa de una nueva creación, no en una ilusión o esfuerzo humano voluntario, sino en un evento ya realizado en la historia.

Se creía que el acontecimiento de Cristo, su muerte y resurrección, era la primera entrega de la victoria final, al extender las expectativas del fin de los tiempos a una escatología realizada en la actualidad.

Pero, hablemos: ¿Qué te da esperanza?

(Traducción de Lidia Pintos Medina) – Fotos: Pixabay

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